Amparo MADRIGAL
Al bajar Jesús de la barca, vio a mucha gente y sintió compasión de ellas,
pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Mc. 6: 34.
Vivimos tiempos llenos de incertidumbre, de recortes económicos, sociales, de libertad. Cada día, al escuchar, leer, o ver las noticias, nos enteramos de nuevos despidos, nuevos desahucios, nuevos recortes en salud, en educación, en derechos sociales y civiles. Cada día, por fortuna, también nos enteramos de organizaciones que protestan, que denuncian, que se concentran y manifiestan contra estos ataques, y que intentan frenar el avance arrollador de una política despiadada, destructora de las esperanzas y del futuro de millones de personas.
En estos momentos, crece asombrosamente el listado de organizaciones, plataformas, colectivos, movimientos sociales de afectados que intentan organizarse y denunciar los abusos de la brutal política
neoliberal, que va más allá del “capitalismo salvaje”. Sin embargo, muchas de estas organizaciones están conformadas por una gran diversidad de personas y grupos con intereses y experiencias distintas, y en ocasiones antagónicas.
De vez en cuando, algunos de los grupos intentan “desmarcarse de otros grupos” afines, o de algunos de sus miembros porque han logrado mayor notoriedad que el resto, o porque no se acepta el disentimiento en el interior del grupo, llegando en algunos casos a ocasionar la escisión del mismo, fraccionándose y por consiguiente debilitándose en su conjunto.
Todos y todas conocemos este tipo de divisiones y conflictos en el interior de las organizaciones en las que participamos (partidos políticos, sindicatos, ONG, comunidades, etc.). También sabemos que muchas veces esos conflictos son premeditados, con la intención de sembrar la discordia y lograr la división, porque quien logra dividir, vencerá, dice el refrán. Lamentablemente, parece que aunque esta estrategia sea por todos conocida, se continúa utilizando con gran éxito.
Recientemente hemos visto y escuchado en las diferentes concentraciones y manifestaciones que hay a lo largo y ancho del territorio español, imágenes y lemas que denuncian las graves consecuencias de un modelo económico injusto, desarrollado por dirigentes irresponsables y/o corruptos, que han desembocado en la insoportable situación de desesperanza en la que se encuentra gran parte de la población. Sin embargo, en muchos de los carteles y lemas coreados por los manifestantes, se proyecta la división y separación entre los oprimidos: lemas como “No somos 15M, somos mineros”; “DRY y 15M no somos los mismos”, o “Dónde están, no se ven, Comisiones y UGT”.
Una sociedad civil desconcertada y en conflicto es presa fácil del desánimo, la desesperanza y la apatía, y por supuesto, presta a sucumbir al conformismo, interiorizando el miedo a la libertad, prefiriendo las dictaduras y los falsos profetas que aparentan remediar sus vicisitudes, antes que retomar y mantener el esfuerzo de la convivencia, la lucha ardua por la emancipación y la justicia social.
Un panorama así recuerda el pasaje del evangelio en el que Jesús siente compasión por la gente, que va de un lado a otro “como ovejas sin pastor.” Jesús siente compasión y les atiende y enseña, transmitiéndoles principalmente confianza en sí mismos, en sí mismas, para que entre todas y todos puedan satisfacer su hambre y sed de justicia.
Jesús curaba a las personas enfermas, sacaba demonios y alimentaba a los hambrientos, pero lo hacía enseñando a compartir, a reflexionar y discernir, y especialmente valorando la propia fe, la confianza en el potencial humano otorgado a cada persona desde el Creador.
Son múltiples los pasajes del Nuevo Testamento que reflejan la forma sencilla, cercana y reflexiva de enseñar que tenía Jesús. Sabemos que él no ordenó, ni mandó más que una sola cosa: “Amaos como yo os he amado” (Jn 15:12). Este es el único mandato que nos dejó, y para el resto de situaciones su invitación era la de observar, reflexionar-juzgar para luego actuar en consecuencia.
Muchas veces Jesús hace reflexionar a sus discípulos, y les exhorta a aplicarse en la comprensión de sus enseñanzas, esto lo vemos claro en el evangelio de Marcos cuando ellos no comprenden la parábola del Sembrador: “Y les dijo: ¿no entendéis esta parábola? ¿Cómo entonces vais a entender las demás parábolas?” Mc. 4:13).
Cuando sus seguidores le preguntan, Jesús no da la respuesta que estos quieren escuchar, les anima, nos anima, a buscar en nosotros esa respuesta y arriesgarnos a descubrirla. Cuando Juan Bautista envía a preguntar si él es el Mesías esperado, no dice Sí o No, dice “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído” (Mt. 11:4). Es decir, les invita, nos invita, a que observemos y saquemos nuestras propias conclusiones para que actuemos en consecuencia.
Esta práctica de Jesús nos exhorta también a nosotros, pues en estos tiempos de incertidumbre, desesperanza y desconfianza, la convivencia armónica está en peligro. La competencia por el trabajo, por las ayudas sociales que escasean, comienza a dividir a la población, minando la solidaridad entre la clase trabajadora, levantando barreras entre las personas.
Por ello es conveniente saber “quiénes somos nosotros” y qué es lo que nos permite “ser nosotros” o “ser de los nuestros”, porque durante los últimos años, algunos habíamos olvidado que mayoritariamente “somos clase trabajadora”.
Por lo que observamos en el nuevo testamento, al inicio a algunos de los discípulos les resultaba complejo distinguir quiénes eran los suyos, y por eso Jesús les da algunas pistas que siguen siendo de utilidad para distinguir con quién y para qué atrevernos a unirnos.
Juan le dice a Jesús, “Maestro, vimos a uno que no era de los nuestros y que expulsaba a los espíritus malos en tu nombre, pero como no anda con nosotros, se lo prohibimos”. Jesús contestó: “No se lo prohíban, ya que no es posible que alguien haga un milagro en mi nombre y luego hable mal de mi. El que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc. 9:38-40).
En este sentido, hay que saber reconocer los signos que indican con quiénes deberíamos unirnos en la construcción del Proyecto de Dios, saber quiénes hacen la voluntad del dios Padre-Madre, no solo actuando en nombre de Jesús, sino cumpliendo con su plan, viviendo las bienaventuranzas.
Hoy se multiplican las banderas, las redes sociales, las consignas y manifestaciones de denuncia contra la injusticia. Estas acciones serán fructíferas si parten desde el análisis de los hechos, las causas, desde la reflexión profunda y sincera que implica la sinceridad con uno mismo, con una misma, que requiere de nuestra conversión, en el caso que hayamos participado en el origen de esta crisis, ya sea por omisión o por asepticismo, y ahora sufrimos las consecuencias de haber permitido el crecimiento de la bestia neocapitalista.
Habrá que estar alertas para identificar y discernir sobre los hechos y las motivaciones que impulsan a actuar a tanta gente en tiempos de crisis. Atrevernos a unirnos, con la confianza en que el reino de Dios Padre Madre llega cada vez que nos unimos para servir desde el amor a los más pequeños, a las más vulnerables. Construyendo una sociedad para la convivencia, desde la laicidad y la justicia social; es decir, para continuar acercando el Reino de Dios.