Ecofeminismo: Una lucha conjunta
2º Mensaje: Nuevas propuestas de espiritualidad ecofeminista
Para la preparación de la Asamblea 2018 de Cristianas y Cristianos de Base de Madrid publicamos el 2º Mensaje
No hay ninguna duda de que estamos viviendo en tiempos de crisis, a todos los niveles. Estamos dándonos cuenta de que hemos destruido nuestros ecosistemas, hasta el punto de que están muriendo frente a nuestros propios ojos. En muchos informes, los biólogos, los físicos y los ecologistas están ofreciéndonos datos alarmantes sobre el deterioro acelerado del planeta.
Una de las respuestas a esta crisis es el ecofeminismo. La intuición fundamental del ecofeminismo es la convicción de que la opresión de la mujer y la destrucción del planeta provienen del mismo sistema patriarcal –de “poder sobre”– que niega la unión primordial de todo el cosmos. El ecofeminismo invita a redescubrir quiénes somos como especie humana, y a reubicarnos dentro del tejido de la comunidad de vida de la tierra, como una respuesta para detener la destrucción del planeta.
Y propone un nuevo paradigma, una nueva cosmovisión, que está más en armonía con los ecosistemas del planeta y con las fuerzas del universo. En síntesis, el ecofeminismo propone una nueva perspectiva para percibir la realidad.
El ecofeminismo es una palabra nueva para una sabiduría muy antigua, una sabiduría que todavía anida dentro de nuestras memorias genéticas.
Es el descubrimiento, o mejor dicho, el despertar paulatino de que no somos los “dueños del universo”, sino una parte más del gran tejido de la vida. Los elementos de nuestros cuerpos fueron formados en aquella primera gran explosión, cuando nació el universo hace 15 billones de años. Todo lo que ha sido y estaba presente en este primer momento sagrado está presente en cada uno/a de nosotros/as.
El ecofeminismo desafía fuertemente los conceptos androcéntricos y antropocéntricos de la teología cristiana tradicional. Las ecofeministas preguntan si el cristianismo puede ser suficientemente flexible para cambiar sus conceptos antropológicos tanto del ser humano como de Dios. Preguntan, además, si pueden cambiar su cosmología hacia un sentido de lo sagrado inmanente, un gran misterio que, como nosotros/as está en continua evolución.
La metáfora del ecofeminismo es el cuerpo: formamos parte de un solo Cuerpo Sagrado. Las ecofeministas están convencidas de que estamos frente a un nuevo momento de revelación, una revelación en que la conciencia humana despierta a la grandeza y a la experiencia sagrada, que son los ciclos y los procesos del planeta.
La opresión de la mujer y la destrucción del planeta no son dos fenómenos aislados, sino dos formas de la misma violencia. Los dos provienen de una aberrante necesidad de controlar lo que es diferente, lo que no entendemos. De ser fuentes de vida, tanto la tierra como la mujer, hemos llegado a ser recursos. Pero hoy día, las ecofeministas somos más y más conscientes de que nuestra incapacidad para reconocer que formamos parte de la comunidad de la tierra, nos está llevando al ecocidio de vastas sectores del planeta y al suicidio de nuestra propia especie. Es como si finalmente estuviésemos despertándonos de un sueño muy largo, recordando quiénes somos realmente.
Las ecofeministas se juntan con todos y todas aquellas que buscan una cosmovisión más holística que reconoce y celebra el tejido de la vida. Diversidad, sí, celebramos la diversidad, pero reconocemos nuestro parentesco fundamental.
El cuerpo y la experiencia corporal es la fuente de todo conocimiento sobre el placer y el dolor, el lugar desde donde se decide sobre el bien y el mal. Pues el cuerpo es central como fuente de nuestro conocimiento Una ética ecofeminista tiene que darse cuenta de que formamos parte de un cuerpo más grande y, por eso, tenemos que tomar en cuenta las consecuencias para todo el cuerpo cuando llevamos a la práctica nuestras decisiones. Las ecofeministas ponen énfasis en los espacios comunitarios donde el escuchar, la experiencia y la sabiduría del grupo, son de mucha importancia para ofrecer un contexto y tomar decisiones. Una ética ecofeminista está comprometida con una visión más integral de la vida, por lo que cualquier decisión debe tener en cuenta la promoción de relaciones más igualitarias, no solamente dentro de la comunidad humana, sino con toda la comunidad de la vida.
En cuanto a las prácticas espirituales, cada vez nos sentimos menos alimentados por las liturgias o cultos de las iglesias, aunque todavía hay personas que asisten al culto para estar con sus amigos, sus vecinos, su comunidad de base. En vez de los cultos oficiales, algunas mujeres recrean la liturgia mediante los ritos de mujeres, que están surgiendo en muchas partes. Todos estos rituales están marcados fuertemente por el compromiso de celebrar con todo el cuerpo, por medio de la danza y de movimientos corporales que expresen lo que sienten.
Y ¿qué están celebrando? La vida misma: sus propias vidas, las vidas de las mujeres, los y las que están sufriendo, las vidas de sus ancestros. Las conexiones entre ellas mismas, con los ciclos de las estaciones del año, con los elementos, con la Tierra misma y el universo entero. Y los sueños: sueños individuales, sueños colectivos y los sueños del planeta mismo.
Prácticas de contemplación y meditación siguen siendo fuentes para alimentar la espiritualidad. Pero cada vez se recurre más a la naturaleza para encontrar la paz y renovar sus espíritus. También el contacto con la poesía, la música y el arte es esencial. Pero más que nada, la amistad. Para las mujeres son primordiales las relaciones personales con otras en las que pueden compartir tanto las penas y los sufrimientos, como sus sueños. Se están multiplicando en todas partes los círculos de mujeres donde cada una siente el apoyo de las otras, donde experimentan un espacio de libertad y de sanación.
Por lo tanto, estamos en el inicio de una nueva creatividad común, aunque quizás la palabra “ecofeminista” no sea completamente adecuada para describir esta creatividad. A la vez, es necesario reconocer la íntima interdependencia entre lo viejo y lo nuevo.
Esta no es la última palabra o “la clave” para entender quiénes somos ni adónde vamos. Seguimos buscando caminos más eficaces para que toda la comunidad de la vida pueda vivir con más dignidad y justicia, y seguimos siendo inspiradas/os por el movimiento de Jesús, aunque debemos ser críticos con las formas patriarcales a través de las cuales nos fueron transmitidas. Y seguimos soñando juntas. Junto a todos los hombres que desean acompañarnos en este camino de liberación.
Reconstruir el cuerpo de la tierra, el cuerpo humano y nuestra relación con todos los cuerpos vivientes, es la tarea del ecofeminismo. ¿Y el sueño del ecofeminismo? Anhelar el reconocimiento fundamental de que somos un solo Cuerpo Sagrado con todos sus matices y diversidades. Nada menos.