COMUNICADO DE LA RED EUROPEA DE LA IGLESIA POR LA LIBERTAD

La gravísima crisis económica que afloró hace cinco años y que no parece que muestre signos de disminuir, hace que se cuestionen ciertos aspectos del papel específico de Europa y de sus instituciones en lo que se refiere a su formación y organización en los últimos cincuenta años. Esta situación hace que el grado de sufrimiento, la incertidumbre y todo tipo de dificultades relacionadas con la dimensión espiritual vayan de mal en peor.

Como ciudadanos católicos europeos de ambos sexos reiteramos nuestra confianza en el trabajo conjunto de las personas de nuestro continente que empezó después de la segunda guerra mundial, pero tenemos que denunciar las políticas neolibreales y la dictadura de las estructuras financieras que, sobre todo desde el comienzo de la crisis, ha representado un obstáculo para el logro de los objetivos originales: salvaguardar y promover los derechos de las personas con especial énfasis en la igualdad entre hombres y mujeres; la estabilidad interna, el diálogo intercultural y entre creencias diferentes en todos nuestros países; nuestra contribución a mantener la paz en el mundo basándola en la justicia; así como el fortalecimiento de la democracia en todos los países y en especial en aquellos que han ingresado recientemente en la Unión Europea.

Estas políticas que tratan de combinar el crecimiento con la reducción de la deuda sólo conducen a una austeridad que perjudica seriamente a los sectores más débiles de la población, particularmente a los jóvenes y a las mujeres, arriesgando seriamente el Estado de bienestar logrado y que considerábamos ya permanente. Además favorecen a los países más fuertes y aumentan drásticamente las diferencias sociales y económicas entre las áreas ricas y pobres del continente, trayendo consigo consecuencias dramáticas.

Debido a la crisis, los puestos relacionados con intereses nacionales, locales o empresariales han ido adquiriendo una importancia cada vez mayor entre los sectores de la opinión pública europea y entre las clases sociales más desfavorecidas, pudiendo perjudicar seriamente las elecciones del Parlamento Europeo del año próximo. Tenemos que llegar a conocer y entender estas opiniones que están claramente en contra de un desarrollo justo y cooperativo, y tenemos que luchar contra ellas con argumentos eficaces.

Estas campañas se centran básicamente en ir en contra de los inmigrantes europeos y no europeos, que son personas sometidas a todo tipo de dificultades, sobre todo allí donde buscan trabajo y dignidad, ya sea en sus países de origen o en Europa. La democracia social, las fuerzas políticas y las instituciones, sobre todo las de la Unión Europea, deberían intervenir activamente mediante políticas de bienvenida e integración en contra de la presión y el aislamiento.

Para poder conseguir una nueva situación en Europa debería establecerse una política económica completamente diferente a la existente que está basada exclusivamente en mantener los intereses particulares de los grupos poderosos.

También queremos expresar nuestras preocupaciones sobre las necesidades de esta nueva Europa:

1.            La política exterior de nuestro continente es prácticamente inexistente y cuando existe, es muy débil, especialmente en lo referente a los países del Mediterráneo y del sur del mundo, y además no es capaz de trabajar por una paz justa en las zonas de crisis de Oriente Medio.

2.            Desde la caída del muro de Berlín, las fuerzas armadas mantienen e incluso aumentan su poder, debido a la complicidad muda de la opinión pública, de esta manera se siguen malgastando los recursos que podrían utilizarse para beneficio de la sociedad en lugar de en intensificar el tráfico de armas. Europa está todavía llena de armas nucleares y el desarme atómico está bloqueado.

3.            Las características de la globalización hacen que la mafia se expanda y fortalezca.

4.            La actividad política que favorecía la educación, la cultura y el medio ambiente ya no es una prioridad.

Iluminados por el Evangelio de Jesús, consideramos que nuestro deber en este momento es hablar alto y actuar de manera individual y colectiva porque la situación actual se burla de los valores éticos de la solidaridad y el compromiso por una paz justa, fundada en la dignidad de los hombres y mujeres, en el respeto que se les debe, en sus derechos y en la justicia, valores que tienen sus raíces y se basan en nuestra fe.

Tenemos que expresarnos de esta manera porque lamentablemente los altos dirigentes de nuestra Iglesia, nacionales y europeos (COMECE y CCEE), no reaccionan con la pasión, apertura, comunión y efectividad que deberían mostrar en sus relaciones con la sociedad civil y con las instituciones para reflejar la imagen de la Iglesia. Sin embargo, hay muchos ciudadanos cristianos de ambos sexos que trabajan de manera constructiva en la realidad social existente aunque a veces su ayuda se limite a la asistencia, muy necesaria por otra parte en este momento, pero que debe ser superada por una visión más amplia y por una acción política que ayude a disminuir esta necesidad de asistencia.

Además, nosotros estamos convencidos de que los líderes poderosos de la Iglesia católica no deben de ninguna manera defender sus privilegios o actuar en la sociedad, tanto en el plano nacional como en las instituciones europeas, contradiciendo el mensaje evangélico de Jesús, transformando el servicio en poder, sobre todo debido al artículo 17 de la nueva Constitución Europea, como en otros momentos del cristianismo que ya han desaparecido y por los que no hay que sentir nostalgia.

Nosotros como ciudadanos y ciudadanas europeos y cristianos de base, cuya mayoría se considera miembro de la Iglesia católica a la que pertenecen mientras rechaza cualquier tipo de veto u obstáculo de la jerarquía, consideramos que debemos promover acciones que aseguren que todos los creyentes de diferentes religiones debemos trabajar juntos para conseguir objetivos comunes en nuestro continente al comienzo del siglo XXI, con el fin de cambiar la dirección actual y separarla de las aspiraciones iniciales y de las políticas de oposición entre el Este y el Oeste, el Norte y el Sur, y trabajar juntos con los países emergentes. Será este esfuerzo común el que hará que la dignidad, la confianza mutua, la Justicia y la Paz tengan más posibilidades de guiar a la Humanidad.

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