Editorial. Otra Política es posible y necesaria.
En los dos números anteriores de este año hemos reflexionado sobre las alternativas a la situación actual de crisis y hemos visto las opciones desde la economía, desde la ética; y ahora, ¿hay alguna desde la política? Seguro que desde un sistema político como el actual, no. Tenemos claro que otra política es posible y necesaria.
¿Pero por qué?
Os lanzamos unas preguntas:
- ¿No es la política el arte de vivir juntos y de pensar juntos la vida común?
- ¿No debe orientarse la política a promover la justicia en una sociedad cada vez más plural?
- ¿No debe la política dar cauces para que en libertad los ciudadanos puedan hacer realidad sus aspiraciones legítimas?
La verdad, después de estas tres preguntas, nos damos cuenta de que lo que tenemos ahora no es ni lo que necesitamos ni lo que debería ser la política concebida como un servicio al pueblo para trabajar por el bien común. Nuestro sistema democrático está basado en un sistema de partidos políticos en los que el “aparato” decide y la participación interna no es un signo que distinga a la gran mayoría de los partidos políticos actuales. Como consecuencia de lo anterior, la participación de las ciudadanas y ciudadanos se limita al voto en las elecciones, voto a unas listas cerradas, elaboradas, en su mayoría, por el “aparato” de los partidos. Participación cada vez más disminuida. La abstención en cada convocatoria electoral es justificada, pero nunca analizada como un desencanto del manido pueblo al que dicen representar. Es evidente que no, que el pueblo no se encuentra representado por ellos. Y lo que es más grave, ha perdido la fe, la ilusión por la vida política, a la que ven como un modus vivendi de una casta. El “no nos representan” ha sido contrarrestado por “hemos sido elegidos democráticamente”. Aquí es donde está el quid de la cuestión. Tenemos que encontrar, crear, buscar otro sistema que se caracterice por la participación activa y crítica de la ciudadanía, la no profesionalización ni acumulación de cargos; además de la transparencia en decisiones y cuestiones de dineros. La corrupción 0,0 no puede ser sólo un lema.
Por ello, el reto que tenemos por delante es grande. Por un lado, crear nuevos modelos de partidos u organizaciones políticas; por otro, reformar nuestro modelo de participación ciudadana en las decisiones de los gobiernos; y, por último, volver a ilusionar a las mujeres y hombres de nuestros pueblos con la participación en la vida política. Pero esto no se hará sólo y menos de arriba para abajo; tiene que ser desde las bases.