EL SUEÑO DE JESÚS, PESADILLA DEL PATRIARCADO

Pilar Yuste

Teóloga 

Convertir a conveniencia el mito en historia y la historia en mito

Sabemos que el paraíso descrito en Génesis 2 es el relato mítico de un mundo que estamos llamados a realizar, un estado de armonía con Dios, con los demás, con el Cosmos y con nuestra interioridad. Algo real pero no histórico… por ahora. No es pasado, sino futuro a construir, el sueño de Dios para el mundo. Felicidad Absoluta y Universal.

Sin embargo, la sorprendente relación que Jesús mantiene con las mujeres de su época en un contexto tan rotundamente patriarcal no es un mito, es incuestionablemente histórica. Tan real y tan revolucionaria que sin duda fue uno de los motivos que le llevaron a su condena a muerte. Y sin embargo la convertimos en un mito y consideramos que sea casi imposible plasmarla en nuestra actual sociedad civil y del todo inviable en la Iglesia católica.

Así en los albores de la Iglesia los textos paulinos sucumben a la presión social de su tiempo y ya incorporan tres alusiones misóginas (básicamente herencia de códigos familiares). El papel de las mujeres cristianas, escandaloso para su tiempo, va siendo cuestionado, y la Iglesia las va relegando. De ahí hasta nuestros días. Así, por ejemplo, hasta el siglo VII hubo miles de diáconas y diaconisas (ya anticipadas en Febe, Rm 16,1) 1. Actualmente la mera cuestión de la ordenación diaconal de mujeres católicas es considerada casi herética.

La escritura como instrumento de exclusión

La equidad evangélica se va edulcorando y mitificando. Deja de ser tan liberadora para las mujeres (y recordemos que si no libera no es cristiano), y para ello se hace un uso auténticamente sesgado de la Escritura:

a. Subrayando y sesgando los textos que podrían justificar la exclusión. Delors Williams 2 narrara la aversión de su abuela, antigua esclava afroamericana, a Pablo. A diario el amo de la plantación les leía los textos de Pablo que “justifican” la esclavitud (Ef 6,5 y Col 3,22). Y así durante siglos en las celebraciones matrimoniales se ha utilizado “casualmente” una de las tres citadas excepciones misóginas paulinas, especialmente Efesios 5: “Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo” (v. 24).

b. Interpretando a conveniencia otros textos. Así el episodio de Marta y María de Betania (Lucas 10, 39s) se suele usar para fundamentar la preeminencia de la vida contemplativa frente a la activa. Pero el texto se limita a decir que cuando Marta reclama que su hermana le ayude con las tareas domésticas, Jesús le replica “Marta, Marta… María ha elegido la parte buena”. Saca a la mujer del rol patriarcal y en favor del discipulado de las mujeres entonces prohibido: “sentada a los pies del Señor –la postura tradicional de los discípulos de los rabinos–, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres”.

c. Sublimando la realidad. Quizá el ejemplo más llamativo sea el modo en que la fuerza profética de María de Nazaret se diluye entre los brillos de sus imágenes.

¿Por qué?

La Iglesia se va acomodando socialmente (jerarquización, clericalización, etc.) y esto supone también una progresiva exclusión de las mujeres del poder eclesiástico. Es algo sociológicamente comprensible. No evangélicamente.

La realidad no suele equivaler al café para todos. Las bienaventuranzas implican maldiciones (Lc 6), Jesús es buena noticia para los pobres (Lc 4,18)… para los ricos no tanto, en principio. Zaqueo fue consciente de que a la larga sí que lo era. Y así las mujeres, incluso ricas matronas romanas, comienzan a seguir a Jesús con entusiasmo. Para ellas Jesús es toda una buena noticia en una sociedad tan misógina… Y también lo era y lo es hoy para los varones de buena voluntad.

Un modelo de inclusión universal

Jesús es modelo y referencia para hombres y para mujeres, y las mujeres que le siguieron son modelo de discipulado para todos y para todas. El nuestro es sin duda un tesoro a repartir en abundancia para toda la Humanidad.

Pero ojo con las propuestas de liberación supuestamente universales, como cuestiona Enrique Dussel ante la democracia ateniense que excluía a mujeres, extranjeros, niños, esclavos, metecos…

El pueblo de Israel se constituía a partir de unos severos mecanismos de exclusión fundamentados en principios de impureza. Fuera quedaban extranjeros (gentiles), samaritanos, esclavos, niños, pecadores públicos, enfermos… y por supuesto mujeres; dando un salto semántico (Amparo Moreno) obviamos que formaban parte al 50% de todas esas anteriores categorías. No lo olvida Jesús. No es casual que se rodeara de mujeres. Supo ver en ellas lo mejor de su humanidad, su dignidad, la imagen de un Dios que incluso también adquirió rasgos maternales rescatando lo mejor de su tradición judía.

Jesús pagó un precio elevado por hacer realidad su sueño en vida. La cuestión de las mujeres no le fue indiferente. Por eso tampoco hoy nos lo puede ser, máximo cuando la Iglesia real está compuesta mayoritariamente por mujeres (que sustentan una jerarquía exclusivamente masculina).

Y esa semilla de equidad hizo de la tradición judeocristiana fuente del feminismo gracias, por ejemplo a “La Biblia de las mujeres”.

Jesús y las mujeres

-Ser mujer impedía la pertenencia religiosa y social de pleno derecho.

-Pero éstas son mujeres que generalmente añaden otro elemento de exclusión o incluso varios. Son pobres, extranjeras, enfermas, niñas, adúlteras y hasta prostitutas.

-Jesús ignora de modo casi provocador las prohibiciones frente a las mujeres. Se reúne con ellas en su casa (Betania), o habla con ellas sin presencia de otro varón de la familia (samaritana), las toca o se deja tocar sin por ello contaminarse de su supuesta impureza (hemorroísa), cuestiona la legal lapidación de la adúltera, las tiene como discípulas.

-Llegó a aplicar como criterio de inclusión la discriminación positiva: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios”. Mt 21,31.

-En una religión tan profundamente iconoclasta y patriarcal, aflora incluso metáforas femeninas de Dios: la mujer que echa levadura en la masa, la que barre la casa, la que olvida el dolor del parto al ver al hijo de sus entrañas.

No son meras receptoras de su misericordia, son agentes de salvación

-Maestras del propio Jesús, como lo fue su propia madre tanto en casa como cuando le empuja a su misión (bodas de Caná), o la sirofenicia, que enseñará a Jesús que la salvación no se limita al pueblo de Israel.

-Discípulas como María de Betania, las otras que le siguen desde Galilea (Lc 23, 49) e incluso María de Nazaret.

-Apóstolas, como la samaritana o las citadas por Pablo, explícitamente apóstolas como Junia (citada en Rom 16, 7 aunque se ha querido hacer ver que se refería a un varón), o María de Magdala, denominada “Apostola Apostolorum”, la apóstol de los apóstoles.

-Ministras de su unción sacramental (Mc 14) 3.

-Comensales ignoradas por la tradición en la cena pascual. Cena que anticipa el Banquete Mesiánico.

-Testigos de su Muerte y Resurrección.

-O en presencia activa en la primera iglesia con las órdenes ya citadas, y probablemente como presbíteras e incluso epíscopas 4 reflejadas en catacumbas e iglesias de Roma y Europa.

Aquí y ahora. Construir comunidad de iguales

-Espiritualmente podemos leer la Escritura en primera persona. Al igual que Ivone Gevara plantea que Génesis está en cada uno de nosotros y nosotras (Adán y Eva como lo masculino y lo femenino; el bien y el mal de Caín, etcétera) podemos leer la buena noticia de Jesús desde nuestras propias enfermedades, impurezas, pecados, pobrezas, exclusiones. Y desde nuestra Fe y nuestro Amor.

-Recordemos que igual que Jesús es modelo para hombres y para mujeres, también lo son las figuras emblemáticas de su seguimiento. Lo es su Sabiduría, su Fuerza, su Sencillez, su Fe, su Coherencia, su Amor loco que lleva a arriesgar su vida para llevar perfumes a un cadáver.

-Empoderamiento. Si ellas pudieron, nosotras también. Y si él pudo… Todo lo que hizo Jesús podemos hacerlo nosotros/as. “¿También caminar sobre las aguas?” me interpeló Ricardo desde su silla de ruedas. “¿Qué es lo que haces tú todos los días luchando desde tu silla? Para caminar no hacen falta piernas, sino ganas de caminar”.

-Estas mujeres, como muchas con las que compartimos nuestra historia, nos iluminan con su vida, y recatan lo mejor de nuestras capacidades.

-Desnudar la historia desde su propio contexto vital y tejer así el sentido para nuestro contexto actual. La cuestión de las mujeres sigue siendo vertebral. La feminización de la pobreza sigue siendo una triste realidad. Nuestra opción preferencial por los pobres implica optar por las mujeres.

-Por eso hoy día resulta casi imposible admitir los límites canónicos y cotidianos que supone el hecho de ser mujer. Es el tradicional “sensus fidelium”.

-Si traducimos quiénes fueron ellas a quiénes somos hoy nos planteamos qué iglesia queremos construir. Porque siguen quedando fuera las personas divorciadas, homosexuales, etc., y las mujeres lejos de la jerarquía eclesiástica. Por eso hay que hacer espacio en nombre de un Jesús que no dejó a nadie fuera.

-Pero no podemos limitarnos a “caber”. Al igual que ellas fueron discípulas, maestras, ministras… estamos llamadas a ser agentes de transformación e inclusión, sujetos de liberación dentro y fuera de la Iglesia.

-Tal como fundamenta Lumen Gentium, al igual que los varones, como bautizadas y confirmadas estamos ungidas para ser Reinas –con poder para gobernar–, Sacerdotisas –con poder para santificar– y Profetas –con poder para anunciar el Evangelio–, desde la misión a la que fue llamado Jesús (Lc 4,16), la construcción del Reinado de Dios que aunque no en plenitud ya está aquí.

Y más. Viviendo el sueño. El banquete mesiánico

-Jesús es coherente. Vivió como quería vivir. Dijo lo que pensaba e hizo lo que sentía debía de hacer. No soñó algo a construir en un futuro, vivió su sueño. Fue desvelándolo y haciéndolo realidad. En varias ocasiones afirma que el Reinado de Dios está ya aquí aunque no en plenitud. Nos demostró que es posible. Y por eso lo mataron.

-Uno de los actos más escandalosos de Jesús fueron sus comidas con pecadores. A pesar de una religión con increíbles restricciones alimentarias y rituales, él come de todo, en cualquier día, y con las personas más especialmente estigmatizadas. Con ellas anticipaba el Banquete Mesiánico (Lc 13,29).

-Queremos una mesa abierta, de hermandad, donde el servicio mutuo no sea servidumbre, en la que los factores de diversidad (etnia, género) no lo sean de exclusión, donde no haya hambre porque sepamos compartir un mismo pan.

-Por ello las mujeres acostumbradas a cuidar y alimentar somos llamadas, aquí y ahora, a convocar este Banquete que anticipamos en la Eucaristía, y formamos parte imprescindible de él. Somos imagen de Dios y lo hacemos representando al mismo Cristo (Gal 3,28, Mt 25, 40). Porque nosotras, alentadas por el Espíritu de Jesús, podemos hacer de nuestros sueños realidad: Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas Mt 15,28.

 

1 John Wijgaards.

2 Exponente de la teología “womanista” afroamericana

3 Cf. E. SCHÜSSLER FIORENZA, En memoria de ella.

Desarrollado como antecedente del sacramento de la confirmación en P. YUSTE, La rosa de los vientos en ARANA-ed.-Cuando los sacramentos se hacen vida.

4 Cf. KAREN TORJESEN. Cuando las mujeres eran sacerdotes, y MJ. ARANA Y M.SALAS, Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?

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