EXPERIENCIA DE UNA IGLESIA ALTERNATIVA

Pepa TORRES (COMUNIDAD INTERLAVAPIES)

 Acepto la invitación de Utopía a dar cuenta de esta cuestión en un momento de crisis en mi vida provocado por un conflicto eclesial. No es el primero y estoy segura que tampoco será  el último. El conflicto eclesial y social forma parte de nuestra condición  de creyentes familiarizados con la  utopía y su “ embarre” en la historia.

Soy mujer y mi experiencia como creyente es inseparable de mi condición sexuada y de mi género. Soy mujer y desde hace más de 25 años  mi vida está vinculada a los contextos marginales y de  exclusión donde el Cristo “nuevamente encarnado” 1 nos continúa citando  para transformar con ellas y ellos  la historia.

Soy mujer y mi vida está vinculada desde hace muchos años a los movimientos sociales y a una comprensión política de la fe.Y esto, que para muchas y muchos de nosotros es no sólo una opción ideológica sino una opción espiritual que nace de la contemplación y de la escucha desde lo hondo a la Palabra viva de Dios en la historia, nos pone precisamente en cuestión dentro de la Iglesia. 

Soy mujer y a mis 48 años de edad, pasadas ya muchas otras crisis eclesiásticas y algunas ingenuidades, experimento de nuevo, pero sin hacer tragedia de ello, sino intentando fortalecer con otras mi resiliencia, que para nosotras las mujeres, el techo de cristal en la iglesia no es de cristal, sino de cemento, pero que ni aun así se nos puede impedir la vivencia gozosa y creativa del dinamismo inspirador de la fe en nuestra vida, si nos tomamos la libertad para ello, una libertad que nadie tiene que otorgárnosla sino que nos pertenece, porque hemos sido engendradas desde el dinamismo plenamente humanizador y libertario de Dios. Porque el Espíritu es más grande que la Iglesia y Dios no es monopolio de ninguna religión, curia , casta, raza o sexo.

Soy mujer y con otras mujeres y hombres, mucho más curtidos que yo en sus  resistencias y sueños por otro mundo posible, ensayamos la posibilidad de nuevos modos de ser y vivir en ecclesía, en asamblea, como resto 2, como pueblo creyente, compañeros y compañeras de camino con la gente que no tiene miedo a las preguntas y que arriesga en ellas y en el compromiso con los oprimidos y oprimidas de la tierra como rostro y grito del Dios vivo en ella.

Vamos haciendo el camino mantenidos por la experiencia  de este Misterio sostenedor de utopías, resiliencias y solidaridades “siempre mayor” que llamamos Dios , un Dios todo horizonte que hace tiempo abandonó el exclusivismo de las religiones para ofrecérsenos en la experiencia viva, del encuentro con el hermano y la hermana más herido y que nos urge a rendirle culto en el reconocimiento de su dignidad por encima de las leyes del mercado, de extranjería o de las iglesias, y que no sabe de normas sino de la desmesura del amor: la práctica de la ternura y la justicia y la fidelidad en el camino hacia lo inédito viable  (Miqueas 6,8-9).

¿Pero dónde y cómo vamos construyendo esta Iglesia?

 Una Iglesia inserta en la trama de la vida, en toda su complejidad e interrelación y que rompe con dicotomías históricas: sagrado/profano, espiritualidad/mundanidad, fe/política, placer/compromiso.

 Una Iglesia que va superando la lógica binaria y excluvisista del “0“ para entrar en el inclusivismo del “Y“ , del sumar y no restar , y que nos lleva a vivir haciendo alianzas con los grupos alternativos de nuestro contexto y a ser compañeros de camino en tantas luchas comunes por la dignidad humana, del cual un símbolo puede ser el grupo de Movimientos Sociales de la Iglesia de Base de Madrid o las presencias de tantos cristianos y cristinas en todo el Estado español comprometidos en colectivos de derechos humanos, vecinales, pacifistas, redes de insumisión a la ley de extranjería, etcétera, y que cuentan con nosotros en sus reivindicaciones y propuestas, que son también las nuestras, como incondicionales compañeros, más allá de la edad o de las batallas aparentemente perdidas o ganadas, gentes que desde la vida cotidiana y las relaciones estamos empeñados en el diálogo fe-justicia.

 Una Iglesia que sigue apostando por la vivencia comunitaria de la fe: una iglesia comunidad de comunidades. Empeñada en crear y mantener espacios abiertos y acogedores donde no hay derecho de admisión, no se piden papeles, carnets ni curriuculums, sólo las ganas de compartir la vida , contrastarla  y celebrarla a la luz de la Palabra, espacios de oxígeno y reciclaje de nuestras opciones y compromisos que nos permiten mantenernos con esperanza y sin amargura en la travesía del actual desierto eclesial que estamos viviendo, sin renunciar a la utopía, porque nos sabemos acompañados por un Misterio que se hace carne, prójimo y prójima.

 Una Iglesia que recupera la sacramentalidad del rostro, del encuentro y para la que la Eucaristía no es una liturgia, sino una existencia: la práctica de la comensalidad abierta hasta sus últimas consecuencias y desde una dimensión relacional y política, de la que puede ser un símbolo la parroquia de San Carlos Borromeo, donde invocamos juntos al AL-FATAH 3: el Dios que da apertura, cristianos, musulmanes y agnósticos, que guardan silencio con la palabra pero no con la vida.

 Una Iglesia policultural más mestiza e interreligiosa, aunque esto todavía es una gran pendiente que tenemos pero del que nos regalan algo de ello por ejemplo algunas comunidades en Leganés, Lavapiés, Vallecas, Fuenlabrada, Parla, La Ventilla, que apuestan por el mestizaje y donde los migrantes no son usuarios de proyectos u objetos de la solidaridad de nadie sino sujetos, miembros de pleno derecho de comunidades vivas en las que aportan su diversidad y originalidad propia sin suplencias.

 Una Iglesia de ministerios, más desclericalizada donde ponerse el delantal al modo de Jesús circula en las comunidades con independencia de la división sexual y la asignación genérica; comunidades que viven la diaconía desde perspectivas más integrales: con cada vez menos distancias entre el pensar y el hacer, el soñar y el ponerle pies a esos sueños; donde las mujeres cada vez predicamos más y al hacerlo pasamos el logos por las entrañas, y los hombres aprenden a escuchar y a veces incluso a callar; comunidades donde no hay pensamiento único, ni es privilegio de unos pocos sino que las ideas se construyen  colectivamente desde la escucha atenta a los más pobres y para su servicio, como puede ser un símbolo las escuela de Teología y de espiritualidad de Santiago en donde teólogos como Andrés Queiruga y maestras espirituales como Pilar Wirtz han comprometido su vida en generar un pensamiento teológico y espiritual desde paradigmas humanizadores y profundamente enraizados en la cultura del pueblo.

 Una Iglesia que apuesta por la laicidad , porque la fe no puede ser nunca un privilegio ni una ventaja, porque la fe en Jesucristo no nos ahorra nada sino que además nos compromete en la construcción de “ una cultura del pluralismo, del respeto a la diferencia, en el avance hacia la creación de aquellos espacios de libertad que hacen posible el diálogo entre todas las ideologías filosóficas o religiosas, creyentes o no” 4.

 Una Iglesia comprometida por los Derechos Humanos fuera y dentro de ella misma, especialmente con los de las mujeres y las niñas puesto que sigue siendo una de las grandes fortalezas del pecado estructural que es el patriarcado y que la lleva a una patología esquizofrénica, la de proclamar una teoría de la igualdad, y mantener sin embargo en la praxis una teología y una espiritualidad de la desigualdad y la dominación, ya que en ella las mujeres somos ignoradas hasta en los pronombres de la Misa.

Colectivos como la red de Mujeres y teología, la Asociación de teólogas de España (ATE), Efeta, Religiosas por la paridad somos un símbolo de esta reivindicación y propuesta.

En el compromiso por otra Iglesia posible y conscientes que el Evangelio siempre tiene que ver con lo seminal y lo emergente somos muchas y muchos los que vamos haciéndonos jardineros fieles, expertos en algunas semillas en cuyo cuidado nos va la vida:

…Las semillas de una iglesia  que apuesta por la calidad de presencia próxima, vecinal con la gente más excluida y sus contextos, convencidos de que sólo desde este encuentro y proximidad podremos vislumbrar propuestas y tejer juntos estrategias de resistencia común y vida en plenitud. 

 …Las semillas de una Iglesia comprometida por la participación de las mujeres en la vida eclesial y el ejercicio de cualquiera de sus ministerios, una Iglesia que no nos niegue ni el don, ni la gracia, ni la vocación, ni el derecho, en virtud de nuestra consagración como bautizadas y en la que desaparezca todo tipo de discriminación por razón de sexo y estado.

…Las semillas de una Iglesia que va abordando la situación de las mujeres desde hermeneúticas feministas y va poniendo de manifiesto que el Evangelio no puede ser proclamado si no se tiene en cuenta el discipulado de las mujeres.

…Las semillas de una Iglesia más circular y democrática  donde el diálogo, el respeto al pluralismo y el derecho a discrepar y proponer sea reconocido como un modo de vivir la corresponsabilidad en la Iglesia y no como una amenaza.

…Las semillas de una Iglesia que respete la libertad y la adultez de mujeres y hombres, y no imponga una moral sexual anacrónica e hipócrita y, establezca un diálogo sincero con la ciencia y la cultura y que no legitime ninguna forma de violencia u opresión sobre las mujeres, sino que le denuncie y luche con otras organizaciones por su eliminación.

… Las semillas de una Iglesia que recupere y testimonie la alegría de la fe, superando el síndrome de plañideras que nos amenaza permanentemente en la Iglesia y entone la profecía del canto y la Buena Noticia del Evangelio como un proyecto generador de felicidad y plenitud de lo humano.

…Las semillas de una Iglesia que sustituya lo discursivo y apologético por lo narrativo y lo testimonial y rescate de nuestra tradición las historias concretas de mujeres y hombres cuyas vidas tienen capacidad de seducir y contagiar, de ser referentes.

 Empezaba este texto confesando mi última crisis. Las crisis tienen siempre una función purificadora y de crisol. Por eso termino mi reflexión confesando también las razones de mi pertenencia incómoda, las razones de mi perseverancia, pero quiero hacerlo no con mis palabras sino recreando las de otra mujer con la que me siento profundamente identificada 5:

Persevero en la Iglesia no porque no crea en lo que la Iglesia me ha enseñado, sino precisamente por ello, porque creo en la Buena Noticia liberadora e inclusiva del Evangelio, en el estilo de vida transgresor a todo status quo de Jesús, el Cristo, que se dejó amar y educar por las mujeres y las constituyó como seguidoras suyas…

Persevero en la Iglesia porque aunque las luces se han apagado en algunas parte de la casa, sé que estoy en mi casa y mi derecho de pertenencia a ella no depende de que nadie me lo otorgue sino de experimentarme con otros y otras templo del espíritu libre y creativo de Dios que nos dinamiza y sostiene para vivir el Evangelio sin pedir permiso, en las fronteras mismas de la Iglesia e incluso al margen de ella.

 

1 Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales (109).

2 La teología bíblica del resto sostiene la idea de la elección de Dios de un pequeño grupo para mostrar la salvación universal. Dios escoge el camino de  llegar a todos y a todas a través de una minoría. Pero una cosa es “ser resto” y otra bien distinta es ser “desperdicio”.

3 Al Fatah  es uno de los 99 nombres que el Islam da a Dios 

4 Manifiesto de Redes cristinas  por la laicidad

5 Joan Chittister, Odres nuevos , Santander, 2003, pp 102-103

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