ENTREVISTA COLECTIVA

 Amparo Madrigal, Emiliano de Tapia, Luis Pernía, Gregorio Ubierna, Evaristo Villar

1. Miguel Ángel

La sociedad no ha hecho nada por mí

¿Quién es Miguel Ángel? ¿Quién eres como persona?

Me llamo Miguel Ángel, nací en Pamplona de familia pudiente de la cual recibo dos carreras, una catedrático de conservatorio (pianista) superior de música y la segunda licenciado en derecho por la Universidad de Navarra (OPUS).

¿Cómo te ha tratado la vida? Tu recorrido por la vida

La vida me ha tratado bastante bien hasta que llegaron los conflictos que me han llevado a mi situación actual, ya que con mis carreras me fui al extranjero (Alemania) y trabajé para el Instituto de Cultura Hispánica 9 años, eso me llevó a poder estudiar el alemán y el italiano, idiomas que hablo correctamente.

Después me fui con el mismo Instituto a varios países latinoamericanos como Bolivia, Perú, Venezuela y Colombia. Todas las personas que trabajábamos para el Instituto teníamos el cargo de Agregado Cultural del Embajador de España. Pasé 9 años más en este trabajo.

Terminé con el Instituto y me fui a vivir a Norteamérica. Primero al Estado de Springfield y después a California y Miami donde pasé 8 años más. Con un total de ventiséis años en el extranjero.

A mi regreso del extranjero conozco a la madre de mis hijos, natural de Salamanca, y nos vamos a vivir a Benidorm y posteriormente a Calpe; allí nacen mis dos hijos. Yo trabajo de animador turístico en una cadena de restauración de alta categoría; de manera que la vida sigue en una situación muy buena; hasta que la madre de mis hijos decide separarse. Ahí empezaron mis problemas. Tuve que dejar todo y trasladarme a Salamanca, pues un juez había dado la guardia y custodia a ella, pero mis hijos querían que yo estuviera cerca de ellos. Al principio todo fue bastante bien, pero el dinero y los ingresos se fueron acabando. La madre lo echó de casa y la Junta de Castilla y León los acogió en un centro de menores.

Pedí estar con ellos y salían a comer conmigo los fines de semana. Dormían en el piso en el que yo vivía, pero llegaron mis 65 años y dejé de recibir todo tipo de ayuda. Caí bastante enfermo y así en muy poco tiempo me vi en la pobreza total, sin casa y dependiendo de dos máquinas para poder respirar y así seguir vivo. Después de diversos peregrinajes, encontré esta casa en la que vivo con vosotros.

¿Cuál es tu situación actual? ¿Qué es lo que más te preocupa?

Mi situación actual es de una persona con 66 años, que estoy en la pobreza total y gracias a vosotros que me habéis acogido puedo ir viviendo; pues estoy atado a dos máquinas para poder respirar y nadie del gobierno ni de la sociedad me ha ayudado a salir adelante. Lo que más me preocupa son mis dos hijos, Mikel Asier y Juan Amor, de 18 y 16 años; pero espero que con la ayuda que me estáis prestando podré salir adelante junto a mis dos hijos.

¿Tienes esperanza en esta sociedad que te ha olvidado?

No. No creo en cómo se porta esta sociedad para con los que nos encontramos en este tipo de situaciones. No creo que esta sociedad esté haciendo nada por mí y por tantos otros en mi misma situación. ¿Qué hubiera sido de mi vida sin vuestra acogida?

¿Qué pides para ti en esta situación y para otras personas que se encuentren de la misma manera?

Yo pediría, primero, un poco de respeto para este tipo de personas que se encuentran en la misma situación que me encuentro yo; ya que, en la mayoría de los casos, no somos nosotros mismos los culpables de que estemos así; y tanto la sociedad en general, como los políticos, tienen la obligación moral de posibilitar ayuda para poder salir adelante.

¿Qué debe hacer esta sociedad con las personas más desvalidas?

Esta sociedad, lo que tiene que hacer es administrar y gestionar más justamente, y mejor de lo que lo hace, los recursos que tiene, y de esta forma llegaría también para los que por una causa o por otra nos encontramos en la pobreza.

 2. IBRAIM NIAANG

Hay mucha gente buena por todas partes

 Es un joven emigrante, fruto de ese sueño amargo de salir de su pequeño pueblo, Mbour, en Senegal, en busca de la deslumbrante Europa, cueste lo que cueste. Efectivamente en mayo de 2006 dejó Dakar y en un cayuco con otras 98 personas llegó a las costas de las Islas Canarias después de una semana de incierta navegación. Después de permanecer internado 40 días en Tenerife, llegó a Málaga donde como él dice tuvo que superar “una montaña de dificultades” para por fin conseguir un trabajo del que se siente feliz y orgulloso.

Ibraim, ¿quiénes son para ti los últimos, los más despreciados o “apaleados” de esta sociedad?

Yo diría que son muchas personas como los gitanos, los presos, los toxicómanos. Pero quiero especialmente destacar a las personas inmigrantes, y dentro de ellas al colectivo rumano.

¿Quiénes son para ti las personas o instituciones que nos se fijan en estas personas y pasan de largo?

Se me ocurre decir, sin dudarlo, que son sobre todo la gente de la política, que se dedican a hablar y a hablar, pero no hacen nada por resolver las situaciones difíciles de las personas necesitadas.

Finalmente, ¿quiénes son a tu juicio las personas o instituciones que sí se preocupan de ese grupo más vulnerable de nuestra sociedad?

 La verdad, creo que hay mucha gente buena que echa una mano a las personas necesitadas. A veces no se la quiere ver, pero la gente buena está por todas partes. Con todo quiero destacar el papel de las iglesias en tener en cuenta a las personas olvidadas y marginadas de nuestra sociedad.

 3. JESÚS MARI ZALAKAIN

Soy un preso político vasco, con todas sus consecuencias

 ¿Te has sentido apaleado? ¿Por quién y cómo?

En líneas generales no puedo quejarme de lo que me ha dado la vida: tuve una familia estructurada, la oportunidad de estudiar y formarme, de viajar, etc. Me ordené sacerdote en la orden de los Claretianos; lo dejé, me casé, adoptamos una hija y tenemos tres nietos. Quise ser periodista, lo fui y terminé dando clases en la Facultad. Entre los frailes, a la luz del Vaticano II, aprendí a optar por los pobres y excluidos; descubrí que no sólo las personas, sino que también los pueblos tienen vida y dediqué mi tiempo a preservar y favorecer esa vida, trabajando por recuperar su lengua y su identidad. Un buen día, mientras aún era sacerdote, un pelotón de policías entró con gran estruendo en mi casa, fui conducido al cuartelillo y allí, después de un amable interrogatorio, uno de ellos giraba a mi alrededor, golpeaba suavemente mis riñones diciendo: “no se preocupe, nosotros no torturamos reverendos…”. Me expulsaron de la Universidad por negarme a ser funcionario y reclamar un contrato laboral, y estuve 16 años a sus puertas, hasta que gané aquel pleito. Mientras trabajaba profesionalmente en el Diario EGIN, primero como periodista y luego como directivo, algunos “se atrevieron” impunemente a cerrar aquel diario, y un tribunal presidido por la inefable doña Ángela me condenó a 9 años de prisión por “colaboración con banda armada”, después de dejar escrito en la sentencia: “no se le conoce ninguna relación con ETA”.

En tu estancia como persona privada de libertad, refléjanos cómo también has visto y ves que otras personas sufren esta misma situación.

Dejándonos de eufemismos, yo no soy un interno; yo soy un preso, y un preso político vasco, con todas las consecuencias. Mi prisión está siendo dulce en comparación a todo lo que me han contado mis compañeros. No he sufrido como ellos aislamiento, palizas, humillaciones, insultos, vejaciones, inasistencia sanitaria. Y no he tenido que preferir esa situación en lugar del infierno de comisaría. Os aseguro que hay cosas que no se pueden fingir. Tampoco me han eliminado mis “redenciones” legales, para impedir salir a la calle al término de la condena, prolongándola 7 u 8 años, como a tantos compañeros/as. ¿Alguien me puede explicar por qué algunos presos (políticos y comunes), además de la condena judicial, se les somete a penalidades añadidas durante su período de prisión impidiéndoles llevar una vida carcelaria normal? Es el reglamento penitenciario, naturalmente, pensado para quebrar al condenado y llevarlo a las puertas del suicidio o a la miseria moral. Naturalmente. Todo muy legal.

¿Cómo has sentido y vivido que personas e instituciones hayan pasado de largo ante tu situación y la de otros y otras?

Yo no soy nadie para pedir a alguien que me (nos) tenga en cuenta, me(nos) visite y atienda. Estas cosas se ofrecen gratis. Y cada uno sabrá. De todas formas, yo estoy emocionado y agradecido por las muestras de cariño y solidaridad que me dan a diario gentes de mi pueblo

-Euskal Herría-, generalmente consideradas indeseables. Pero junto a mí viven cientos de personas -casi todas extranjeras- sin ningún apoyo: ni visitas, ni dinero, ni llamadas telefónicas. Nada. Sin futuro. No soy tan ciego para no ver el esfuerzo de personas y algunos colectivos -religiosos y civiles- por hacer más llevadera la vida de los “comunes”, pero más de uno se lo debería hacer mirar… En su día hice voto de pobreza, y nunca me faltó nada importante. Ahora vivo entre los condenados de la tierra, víctimas de la exclusión y de sus propios errores. Lo llevo muy mal. La cárcel no ha conseguido que deje de enternecerme y rebelarme ante semejante situación.

¿Cómo has visto y sentido en ti mismo la posibilidad de curar situaciones como la tuya? ¿Qué gesto y actuaciones se necesitan de una sociedad como la que vivimos hoy?

Afortunadamente no me siento mimado por mi gente, y mis heridas personales van curando… aunque leo y oigo que algunos no deberíamos nunca salir de aquí. Quienes consideran poca condena 20, 30 o 40 años de prisión y aún reclaman la condena perpetua no saben lo que dicen. Sólo les falta pedir que nos fusilen -aunque quizá prefirieran vernos arrastrados pidiendo clemencia-, sin comprender que una pérdida irreparable no se compensa con un castigo también irreparable. Así nunca curarán sus heridas. En términos políticos, mal va la cosa si no se es capaz de comprender que hubo y hay un conflicto político de fondo -la existencia de un pueblo al que no se reconoce su derecho a decidir sobre su futuro-, que ha habido y hay varias partes, históricamente enfrentadas de distinta manera, con distinta suerte y distintos damnificados. En cuanto a las actuaciones, no estaría mal comenzar a eliminar las leyes excepcionales, ad hoc -considerada “legislación del enemigo”- construidas sobre la fuerza y la venganza, y volver a la normativa general, revisar condenas, etc. Luego intentaremos ser libres y decidir nuestro futuro. Eso lo cura casi todo. En todo caso, una “Comisión de la Verdad” sería interesante.

¿Dónde crees tú que puede estar el camino para emprender la tarea de curación de tantas personas y colectivos que pueden sentirse apaleados y excluidos?

A las personas apaleadas y excluidas, específicamente presos comunes, creo que hay que comenzar por tratarles como personas, no como ganado. Me parece que la mayor parte de ellas tiene la impresión de que las mismas personas e instituciones que les piden sensatez, buena conducta, respeto, son las que se pasan las leyes y los derechos humanos por el arco del triunfo. Más allá de sus miserias, que son las de todos nosotros y nosotras, ellos ven que quienes despojan al pueblo de sus bienes, apropiándose de los mismos, se van de rositas, o en su caso, no son castigados con la misma dureza. A estas alturas, ya han perdido la confianza de poder tener oportunidades. La mayor parte de ellos volverán más pronto que tarde. Al menos comerán y dormirán bajo techo.

 4. VALENTINA CHICU

Una mujer asaltada en el camino de la vida

 Valentina Chicu llegó a España hace nueve años. Según sus palabras el inicio fue esperanzador, todo iba bien. A sus dos hijos de 29 y 20 años también les estaba yendo bien en este país. Tenían trabajo, estudio y ella había reiniciado su vida en pareja con un hombre con quien decidió comprarse un piso en la ciudad de Sagunto.

A Sagunto llegó hace 4 años. Al inicio todo parecía ir muy bien porque tenía salud, tenía dinero fruto de su trabajo y tenía el amor de su pareja y sus hijos. Sin embargo, al poco tiempo la crisis económica acabó con toda su ilusión.

Según el evangelio de Lucas 10:30 podríamos decir que Valentina “cayó en manos de bandidos, que después de haberla despojado de todo, y de haberla molido a golpes, se fueron dejándola medio muerta”.

Hoy se encuentra y se siente muy sola. Al inicio, cuando tenía trabajo, “tenía más amigos, todos eran muy amables y corteses; me decían firme aquí por favor, no se preocupe que todo tiene solución, su hijo la puede avalar, etc.”. Pero cuando perdió su trabajo y pidió renegociar la hipoteca y bajar letra, nadie la escuchaba y la respuesta fue: “Tú paga o vas a la calle, deja tu piso, fuera, afuera, y solo te llamaban para que firmara 64.000 euros de deuda. Ahora no quieren escuchar nada, no quieren escucharme porque ya no tengo piso, no tengo donde vivir, no tengo trabajo, nadie quiere hablar contigo, ahora no tienes amigos, antes sí, ahora no”.

Las dificultades económicas atrofiaron la relación de pareja, convirtiendo el sueño inicial en una pesadilla de la que aún no logra despertarse. Según Valentina, “por discusión de dinero, él intentó matarme”. Una vecina la ayudó llamando a la policía y denunciando la violencia que sufría. Su pareja decidió regresar a su país, dejándola con la responsabilidad de la hipoteca. Ella solicitó una ayuda económica por ser víctima de violencia de género, la ayuda de 5.000 ? le fue concedida, pero al ser ingresada en su cuenta corriente le fue incautada por Banesto. Ironías de la vida, un año más tarde tiene una multa de Hacienda por no haber declarado en su renta que recibió una ayuda económica que ella nunca disfrutó. Actualmente su deuda hipotecaria ha crecido de 64.000 ? a 80.000 ?.

En el camino donde se encuentra golpeada Valentina no han pasado sacerdotes ni levitas, pero ella sí ha ido a pedir ayuda y asesoría a los técnicos del banco para buscar soluciones, así como ha buscado asesoría legal cuando inició el proceso de desahucio. “Fui a una abogada particular, y, en treinta minutos, tuve que pagar 60 ? y no me dijo nada, no me sirvió de nada”. Algo similar le sucede con el abogado de oficio, quien le dijo que espere, que él la llamará cuando pase el juicio para decirle cómo ha salido, ella le llama pero no responde el teléfono.

Ahora tampoco puede contar con su familia: “Ahora tengo problema grave con mi hijo mayor, porque me dice: por tu culpa, por ese piso, yo tengo ahora problema. Y yo no veo cómo puedo ayudarle para que acabe esa deuda tengo de 80.000 ?.

Afortunadamente Valentina ha encontrado algunas personas que se han mostrado compasivas con ella. No le han resuelto el problema de los bienes perdidos, pero al menos la acompañan en el proceso de recuperarse del daño sufrido.

Valentina trabajó en una residencia, allí una señora mayor que escuchó su problema le dijo: “habla con mi nieto, él es abogado y él te puede orientar”. Álvaro, su nieto, es quien orientó a Valentina para conseguir una ayuda como víctima de violencia de género, también fue quien contactó a Valentina con la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, quienes ahora son su grupo de apoyo, y el de otras muchas familias afectadas por el injusto sistema del mercado hipotecario.

Para Valentina la Plataforma está siendo de mucha ayuda. Además de acompañarla durante la dura experiencia del desahucio, le ayudaron a tramitar una ayuda de Servicios Sociales y pagar una habitación dos meses; pero sobre todo dice que en la plataforma ha encontrado una familia. Según sus palabras: “En este grupo he visto mucho cariño, mucho apoyo, mucho. Ayer un amigo de la plataforma me dijo: Mira, el miércoles tenemos reunión a las siete, ven a hablar porque hay mucha gente que puede ayudarte. Sí, aquí es como una familia. Todos te preguntan, todos quieren ayudarte, todos… ¡Antes, nadie! Como esta plataforma hay una cosa que todo el mundo viene con un problema con piso también, y aquí encuentras una palabra, un cariño, todo para ayudarte, para decirte… Me encontré en la reunión con dos o tres señoras y señores que me dijeron: dame tu curréculum, si te encuentro trabajo te llamo. Sin conocerlos, todos quieren ayudarte. Y eso está bien”.

Valentina dice que todas las noches ruega a Dios le dé fuerzas, le dé poder para avanzar, para buscar y encontrar una salida, para encontrar un trabajo. Por eso reparte su currículo en todos sitios y aprovecha esta entrevista para solicitar trabajo como comercial, dependienta, limpieza industrial o empleada de hogar. Su número de teléfono es: 677613942. Y para quien necesite información sobre la PAH, su web es:

http://afectadosporlahipoteca.wordpress.com/


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