Entrevista: Jesús Moreno Alonso “El Cultivador”.

Jesús Moreno Alonso“El Cultivador”.

 Esteban Tabares

Jesús, tienes 77 años, estás casado con Josefina y vivís en Talarm (Lérida). Tienes toda tu vida dedicada a cuatro principios que la orientan. ¿Cuáles son estos principios?

Cuando llegó mi jubilación a los 65 años como funcionario público y conserje en el IES de Talarm, una compañera de trabajo me preguntó: “¿Y ahora, qué vas a hacer?” y yo le respondí con los cuatro principios de mi vida: “cultivar la amistad, cultivar la tierra, cultivar la solidaridad y cultivar la fe”.

Vamos a irlos desglosando uno a uno. Primero: cultivar la amistad.

La amistad para mí es algo muy importante. A lo largo de mi prolongada vida y en situaciones muy distintas lo que siempre he valorado y cultivado -y creo que he logrado- ha sido sembrar y recoger amistad. Conservo amistades de hace más de 50 años. La amistad es un apoyo moral y espiritual muy importante para mí. Sin amigos creo que la vida es muy triste, por más dinero, prestigio o recursos que se tengan. Para practicar la amistad hace falta una gran dosis de gratuidad. La amistad no es “yo te doy y tú me das, sino “yo te ofrezco todo lo que tengo y tú dame lo que te parezca”. Sólo desde esa donación generosa se puede construir una amistad estable.

Es muy gratificante saber que tengo amigos/as por todo el país y también fuera de aquí. A través del trabajo mismo he logrado muchos amigos/as y yo diría que tengo más y mejores amigas que amigos incluso. Esta amistad estable, duradera y sana es una gracia. También ahora, a través de mi tiempo libre como jubilado, hago amistad con nuevas personas y sintonizo con ellas en sus mismas preocupaciones. Por último, gracias a mi fe cristiana he tenido la gran suerte de hacer amigos profundos, sinceros y verdaderos.

Segundo principio: cultivar la tierra, ¿qué significa para ti?

Significa responder a una iniciativa divina. Según el Génesis, Dios coloca al ser humano en la tierra y le dice que la cultive y la cuide. San Pablo dice que la tierra necesita ser redimida al igual que nosotros pues “la tierra gime con dolores de parto” y la creación está aún inacabada. Es por tanto responsabilidad nuestra cuidar-cultivar bien esta tierra, don de Dios. Tenemos una tierra expoliada en muchas partes y abandonada en otras y mientras haya tierras marginadas habrá gente marginada. Hoy día la tierra tiene un gran desequilibrio de población: poca en el campo y millones en ciudades. Si la gente vive muy alejada de la tierra es muy difícil que sea cultivada, liberada y disfrutada y podamos recrearnos y gozar con la Naturaleza.

Desde hace muchos años me sentí atraído por la horticultura. Cultivo un huerto prestado aquí en Talarm. He descubierto que la tierra es como una madre: es generosa y no hay que violentarla ni expoliarla, pues ella nos da espontáneamente lo mejor que tiene dentro. Quien explota a la tierra es como explotar a su madre y eso se vuelve contra él mismo. Yo disfruto mucho cultivando la tierra, liberándola de hierbas no saludables y plagas. De la tierra dimana nuestra alimentación y subsistencia y no podemos concebir una humanidad sin tierra.

Háblanos del tercer principio: cultivar la solidaridad.

Mientras estamos en la vida laboral activa la principal fuente de servicio y de respuesta responsable a la sociedad es nuestra aportación mediante el trabajo profesional. Una vez jubilado, el trabajo es reemplazado por acciones solidarias. Claro que si la solidaridad uno no la ha descubierto antes, difícilmente a los 65 años podrá vivirla de verdad.

Pienso que sin hábitos de austeridad no hay solidaridad posible en el mundo capitalista, pues no podremos entender las carencias que padecen millones de personas en el mundo. Nuestra sociedad de consumo ofrece tanta cantidad de productos en los que gastar lo que tienes que, si no vives la austeridad, no te quedará nada para compartir. Es un error asociar el grado de felicidad al nivel de consumo que podamos tener. La felicidad no proviene de la cantidad de cosas a disfrutar, sino que nace del fondo del corazón, de la generosidad, de la entrega, de la gratuidad. Como jubilado vivo la solidaridad -además de las ayudas económicas a muchas causas- con la donación de mi tiempo libre, que no debe ser para estar sentado en la plaza o viajando, sino principalmente para compartir y colaborar en causas sociales y comunitarias.

Y ahora, el cuarto principio que envuelve a los anteriores: cultivar la fe.

Soy creyente, conscientemente creyente. Desde los 18 años me sentí llamado a una entrega total a la causa del Reino y eso lo concreté ingresando en una institución religiosa pequeña llamada Hermanos de Cristo Trabajador, en la que estuve casi 20 años con voluntad, sinceridad y entrega. Por diversas vicisitudes dicha institución hubo que cerrarla en 1974. A mí me tocó firmar el acta de defunción de la misma y eso me causó un profundo sufrimiento pues había sido el ideal de mi vida. Cuando aquello terminó me sentí huérfano y me sentí pobre. Comprendí entonces que la fe podía vivirla fuera de la vida religiosa y también en pareja con mi esposa, Josefina.     

La fe en Jesús me mueve, me alimenta y me da esperanza. Como creyentes tenemos necesidad de comunicar esta fe cuando realmente la vivimos y valoramos. Si Jesús es una buena noticia para nosotros, las buenas noticias hay que comunicarlas. La fe cristiana no se vive en solitario, sino en comunidad. Josefina y yo pertenecemos a la comunidad “Juan García Nieto” en Cornellá (Barcelona) desde los años 60-70 y aunque vivimos a 200 km. en Talarm (Lérida) seguimos vinculados a dicha comunidad. También en este pequeño pueblo formamos una sencilla comunidad con un grupo de reflexión desde hace 15 años.

¿Quién era Juan García Nieto?

García Nieto era un cura jesuita y un gran hombre. Para mí fue un profeta, un sembrador de fe y de liberación, de justicia social y de fraternidad.

Tú eres miembro desde siempre de Cristianos por el Socialismo (CPS). En ese colectivo una figura clave en su tiempo fue Carlos Comín. Háblanos de él.

La gran aportación de Comín en aquel momento histórico -aparte de toda su valía como pensador, como político y como cristiano- fue que, al ser laico, pudo escribir y expresar cuanto quiso sin mirar a la censura eclesiástica. Estoy convencido de que, de haber sido cura o religioso, una gran parte de sus escritos los hubiese prohibido la jerarquía.

Su contribución fue importantísima tanto en CPS como en el PSUC. Históricamente veníamos de la supuesta incompatibilidad entre marxismo-cristianismo. Contradicción que las derechas aprovechaban -y ahora también- a nivel político y electoral para atraerse el voto cristiano, puesto que la jerarquía predicaba, y predica aún, que es incompatible ser cristiano y comunista a la vez. Junto con otros (González Ruiz, Diez Alegría, etc.), Comín fue uno de los impulsores de los diálogos cristiano-marxistas, que tanto ayudaron a desbloquear esa aparente aporía. Con su propia vida Comín contribuyó a ello cuando se presentaba como “cristiano en el partido y comunista en la Iglesia” y quedó patente a todo mundo su honestidad y su coherencia como cristiano y como marxista-comunista.

Josefina y tú habéis hecho tres viajes a Brasil para acompañar y apoyar la labor pastoral de Pedro Casaldáliga. ¿Quién es Pedro?

Pedro es otro profeta, nacido en Cataluña. Le conocimos por primera vez en 1985 en Nicaragua, cuando Miguel D’Escoto, siendo ministro sandinista de asuntos exteriores, hizo una huelga de hambre para denunciar los ataques militares que la Contra realizaba contra la población y el gobierno sandinista. Entonces, Casaldáliga viajó a Nicaragua a solidarizarse en nombre de los obispos brasileños. Nosotros pudimos acompañarlo en tres ocasiones con motivo de entierros de asesinados por la Contra: en la ciudad de León, en Trinidad y en Estelí. Recuerdo que el cardenal de Managua, Miguel Obando, publicó unos pasquines aludiendo a Casaldáliga como que “había llegado a Nicaragua el anti-Cristo”.

Como todos los profetas, Pedro ha sido incomprendido, ultrajado y desprestigiado hasta por algunos de sus compañeros obispos. El año 2012, durante el plenario de la conferencia episcopal brasileña, varios de ellos le pidieron perdón públicamente por haber hablado y escrito contra él, injuriándole y tachándole de comunista y subversivo para desacreditarlo ante el Vaticano. Pero cuando conoces la sencillez con la que vive, el coraje que tiene, la autenticidad de sus palabras y sus gestos… es un hombre que “engancha”. Estuvimos en Brasil en el año 1996 cuando Pedro inauguró en Riberao el Santuario de los Mártires (los asesinados por los grandes latifundistas), en el lugar donde mataron a Joao Bosco. Volvimos otra vez con él a los cinco años, en 2001, y una tercera vez en 2006.  

Tú has sido religioso y una vez secularizado te casaste con Josefina…

Yo no me siento un religioso “secularizado”, sino un religioso “huérfano”, pues mi institución de Hermanos de Cristo Trabajador desapareció. De no haber sido así, estoy seguro de que habría continuado como religioso. Pero cuando me hallé “huérfano” había dos cosas que no quería hipotecar: mi libertad y la dimensión psico-afectiva. No quería una segunda parte viviendo en otra institución religiosa. La historia va siempre hacia delante y para mí no tenía vuelta atrás. Josefina y yo llevamos 38 años casados y hemos hecho unidos nuestro camino de solidaridad, de crecimiento personal, de pareja… y estamos satisfechos y felices.

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