Paula Domingo vive de cerca el fenómeno migratorio en la frontera de Ceuta desde hace 19 años. Es religiosa Vedruna y forma equipo con su asociación ELIN. Su retina ha visto crecer la valla que rodea la ciudad y también la insolidaridad que la acompañaba. Desde 1996, cuando efectivos del Tercio de la Legión y del Cuerpo de Regulares repusieron la antigua alambrada que separa Ceuta de Marruecos, pasando por 1999, cuando comienza a sustituirse la valla de alambre de 2,5 metros de altura por otra de acero galvanizado de 3,10 metros de altura y reforzada con alambre de espino, hasta la actualidad, cuando la valla ha sido doblada en altura, a 6 metros, bajo los auspicios del programa europeo Frontex.
Y por su casa pasaron las historias de tantos inmigrantes que buscaron cruzar esta frontera. Las buenas y las trágicas. Particularmente las trágicas, como la de aquellos jóvenes que en septiembre de 2005 intentaron traspasar la valla, y la respuesta de las policías española y marroquí provocó cinco muertos y más de 100 heridos. O la de noviembre de 2010, cuando cuatro personas saltaron y fueron detenidas presentando grandes cortes en las manos. O las de otros tres jóvenes, que resultaron heridos en la alambrada en marzo de 2011. Pero, sobre todo, las historias de aquellas 200 o 300 personas que el 6 de febrero trataron de eludir el espigón que separa Marruecos de España en la playa del Tarajal: 15 personas fallecieron ahogadas durante el operativo de la Guardia Civil para repeler el intento, en lo que se conoció como la tragedia del Tarajal.
¿Cómo explicarías nuestro desconocimiento del drama de la frontera de Ceuta?
Por el miedo. El miedo es un sentimiento que nos incapacita para actuar y para ver objetivamente la realidad. Es capaz de replegarnos en nosotros mismos y crear barreras que nos defiendan de un peligro, la mayoría de veces imaginario.
Es esto mismo lo que sucede ante el fenómeno de la inmigración. La información que nos ofrece la mayoría de los medios de comunicación es una serie de estereotipos encaminados a crear miedos ante esta realidad, miedos que justifican el cierre de fronteras y la utilización de instrumentos represivos que nos defiendan de lo que calificamos como invasión o terrorismo.
Hablas de miedo, ¿también en la gente de a pie?
Sí. Las gentes de a pie continúan temiendo la llegada de aquellos que van a venir a “invadirnos culturalmente”. No resulta emocionalmente aceptable el bagaje original, novedoso y conveniente que traen consigo; solamente se alcanza a observar desde una percepción sentimentalmente distorsionada los daños que pueden causar a una tradición envejecida que necesita “savia nueva” para sobrevivir. Ese temer les lleva a tomar conductas defensivas que, en el mejor de los casos, se testimonian como una discreta ignorancia hacia la presencia de los recién llegados. Y en lo peor, a actitudes de xenofobia o racismo.
Pero el miedo, ¿también atenaza a Europa?
Desde luego. Como consecuencia de ello Europa cierra fronteras como un “bunker acorazado” con el endurecimiento de las leyes y los sistemas Europeo de Vigilancia Frontex y Español SIVE. En consecuencia, esto provoca la muerte de miles de personas que intentan llegar a las costas europeas. Aquí, en Ceuta, por ejemplo, hasta el momento se han gastado 5.680 millones de pesetas en 5 años en las obras de impermeabilización de la frontera. Está hecha de alambre con cables cortantes, y su costo fue de 30 millones de euros, pagados en parte por la UE. Consta de vallas paralelas de 6 metros de altura con alambres de púas encima, puestos alternados de vigilancia y caminos entre las vallas para el paso de vehículos de vigilancia. Cables bajo el suelo conectan una red de sensores electrónicos de ruido y movimiento. Está equipada con luces de alta intensidad, videocámaras de vigilancia y equipos de visión nocturna.
El miedo, ¿más allá de nuestras fronteras?
La externalización de fronteras es una forma de control que Europa y España hacen a través de acuerdos con los gobiernos africanos para impedir la entrada de cuantos inmigrantes no sean necesarios para las necesidades del mercado laboral. Estos acuerdos están orientados a impedir que salgan de sus países; si salen, que no lleguen a Europa; y si llegan, que sean inmediatamente detenidos y lo antes posible repatriados.
¿Un miedo cada vez más exigente?
Sí, y por ello la UE insta a España a evitar por cualquier medio la entrada de migrantes extracomunitarios y a tratar severamente a quienes lo lograran. A su vez, España exige a Marruecos que detenga cualquier tipo de entrada, haciendo de gendarme de las políticas europeas, maltratando, persiguiendo y torturando a los inmigrantes y refugiados hasta causarles heridas de gravedad que en algunos casos les ocasionan la muerte. Los que sobreviven a esta persecución y al fin logran entrar en Ceuta cruzando el muro de 8 kilómetros, llegan con las manos heridas y magullada la columna al caer al suelo. Otros logran pasar por el mar en pequeñas embarcaciones nada seguras, donde algunos lo consiguen y otros mueren. Son más de 300 los inmigrantes que encontraron la muerte en la frontera y en el mar de Ceuta y están enterrados en el cementerio sin nombre, solo con un número.
Y una vez en Ceuta, ¿qué?
A pesar de haber entrado en Ceuta, si la Guardia Civil les coge en la frontera, puede devolverlos a Marruecos a través de lo que se llama “devoluciones en caliente”. Estas devoluciones en caliente se están haciendo en Ceuta desde hace 20 años, pero hace unos años han sido legalizadas por el gobierno de turno. De modo que España puede echar fuera de su territorio de manera “legal” y eficaz a los inmigrantes que no le convienen, sin respetar los acuerdos internacionales. Como sucedió el 22 de agosto pasado con 116 inmigrantes que habían recibido acogida en el Centro de estancia temporal de inmigrantes, que fueron devueltos a Marruecos en lo que aquí llamamos una devolución exprés, sin respeto a ley, sin tener en cuenta a los menores y solicitantes de asilo.
¿Por qué siguen llegando inmigrantes?
Siguen llegando migrantes, refugiados, infancia en movimiento, niños y niñas, porque en el mundo hay grandes desigualdades, una violencia terrible y unos conflictos que hacen que las personas tengan que moverse para no morir. Siguen llegando porque Dios es más fuerte que las leyes y los gobiernos. El cambio climático también está afectando a los desplazamientos, provocando hambrunas, migraciones masivas… Buscan oportunidades y mejores condiciones de vida, buscan vivir con dignidad, algo que forma parte del ADN del ser humano. Por eso el ser humano se ha extendido por todos los continentes, y es un fenómeno natural.
Ceuta, ¿una “cárcel dulce”?
Efectivamente, por Ceuta el inmigrante puede pasear, andar por la calle tranquilamente, pero no puede ir ni adelante, la Península, ni hacia atrás, Marruecos. Decía un joven inmigrante: “Miro al horizonte y veo la Península tan cerca, que dan ganas de echarme al agua y salir nadando, pero sé que de aquí no puedo salir. Ceuta es como una cárcel, una cárcel dulce”. Ese calificativo de “cárcel dulce” define muy bien en qué se ha convertido Ceuta en los últimos años. En sí misma, la ciudad es como un enorme centro de retención, con una valla de 8 km de longitud y 6 metros de altura, con cuchillas que cortan hasta matar, por un lado, y por otro las aguas del Estrecho, en las que se divisa la Península a lo lejos, sólo a 22 kilómetros.
¿Esto es acaso casualidad?
El motivo de que el gobierno español mantenga sin ninguna expectativa de pasar a la “gran España” a los inmigrantes y refugiados que llegan a Ceuta, reteniéndoles en ocasiones hasta 4 años, responde a otro de los instrumentos fundamentales que España y Europa han ido desarrollando, en estos últimos años, en su política migratoria de control de los flujos migratorios y externalización de fronteras. Ceuta, minúsculo territorio español en tierra africana, es (como su gemela Melilla) una ilustración típica de las absurdas inhumanidades que acarrea la externalización de fronteras en marcha.
¿Qué hace la Asociación Elín frente a todo esto?
Para ellos somos familia, esperanza, acogida, defensa de sus derechos, protección. Ellos saben que nuestra casa está abierta a todas horas. Está abierta, sobre todo, cuando llegan a Ceuta después de pasar la frontera y no saben adónde ir, cansados, heridos, con miedo, con hambre y con sed. Está abierta para celebrar las alegrías, sobre todo cuando algunos consiguen pasar a la Península. Está abierta para compartir la vida, las fiestas y la búsqueda de soluciones a su situación legal. Está abierta para vivir un pequeño oasis en este desierto que lleva consigo llegar a la tierra prometida. Todos ellos/as tienen rostros.
Otra gran prioridad es también la defensa de los derechos de las personas migrantes, que llevamos a cabo en forma de manifestaciones, concentraciones, círculos de silencio o denuncias ante las terribles tragedias que hemos vivido con las muertes de inmigrantes en el mar o en la valla, a través de una red de organizaciones a nivel de Europa y África, que se llama “MIGREUROP”.
Trabajamos la sensibilización, creando espacios que favorecen encuentros personales en colegios e institutos, en jornadas y cursos en la universidad, la acogida y acompañamiento durante su estancia en Ceuta, y una orientación de los recursos administrativos que existen tanto aquí como en la península.
¿Qué cree que deberían hacer España y Europa frente al tema de la emigración? Romper los miedos que hacen fronteras y para ello respeto escrupuloso de los derechos humanos, porque estos están por encima de cualquier gestión o control de flujos. Modificar el marco normativo (Ley de Extranjería), pero no para hacerla más restrictiva, sino para establecer vías más humanitarias y seguras para la inmigración. Que los países europeos posibiliten visados. Y una cooperación no condicionada a los intereses de Europa.