Quebraron la garganta del que hablaba
gritando la verdad a los mil vientos,
por maestro se puso al mentiroso:
HOY NO SE PUEDE ESTAR MIRANDO AL CIELO.
(Canción “TIEMPO DE DESPERTAR”)
Nos la cuentan de todas las maneras posibles, la pintan de distintos colores, la adornan, pero la mentira es siempre mentira y el tiempo y la verdad se encargan de desenmascararla, a ella y a los que la proclaman. Pero hay veces (y cada vez más veces) en que no basta esperar, no se puede esperar, a que el tiempo acuda en ayuda de la verdad. Aun estando de acuerdo con la sabiduría china: “Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”, hay que tomar la iniciativa, hay que acudir a la plaza pública a decir la verdad “a los mil vientos “y denunciar la mentira y a los mentirosos. Y ese es nuestro momento, el momento de tomar la palabra. Es el momento de la parresía, la libertad en la boca. El término griego significa literalmente “decirlo todo” y, por extensión, “hablar libremente”, “hablar atrevidamente” o “atrevimiento”, lo que implica no sólo la libertad de expresión sino también la obligación de hablar con la verdad para el bien común, incluso frente al peligro individual.
En nuestros días, los silencios sustituyen a las palabras. Los silencios cómplices ante las injusticias, ante la marginación, ante el dolor. No se oyen las denuncias por parte de una jerarquía católica que se dice representante y cabeza visible de Dios entre nosotros. Es muy significativa la política de acoso y derribo contra quienes se atreven a levantar la voz, denunciando a los promotores de situaciones injustas, de violencias contra las personas en cualquiera de sus formas: despidos, embargos, salarios miserables, contratos basura, violencia de género… Prevalece la voz de los grandes medios de comunicación, sobre todo la televisión, que se ha convertido en el moderno oráculo y, en virtud de ello, algunas cadenas televisivas manipulan a las personas a través de una información sesgada y tendenciosa, cuando no burdamente falseada, soez e incluso ocultando la verdad.
Ante esta realidad, la importancia de los medios alternativos es tremenda. Tenemos una gran responsabilidad para hacer que llegue a todos la información que nos ocultan los medios más poderosos y de más difusión. Como cristianos que somos tenemos que practicar la denuncia profética y desenmascarar a los falsos y mentirosos que no sólo engañan sino que tergiversan la verdad e intentan desacreditar a quien la dice. Desde el seno de la jerarquía católica se practica no solo la desacreditación, sino también la amenaza y la sanción, la condena al silencio de quienes se atreven a cuestionar las líneas teológicas oficiales o lo que se desvíe de la ortodoxia vaticana. Creo que algunos pueden incluso añorar la hoguera.
Pero ha llegado el momento. La gente de base, la asamblea universal del pueblo, tomamos la palabra. “Mediante ella (la Palabra) existió todo, sin ella no existió cosa alguna de lo que existe. Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre: esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado.” (Jn 1, 3-5). No renunciemos a la palabra. La palabra libera. Es el momento de la profecía, con todo lo que ello implica. Y por eso y para eso estamos aquí. Y para ser voz de los sin voz.
Habla pueblo habla. Tuyo es el mañana. Habla y no permitas que roben tu palabra. Habla pueblo habla, habla sin temor. No dejes que nadie apague tu voz. Habla pueblo habla, este es el momento. No escuches a quien diga que guardes silencio. Habla pueblo habla. Habla pueblo sí, no dejes que nadie decida por ti (Canción de Jarcha).