LA MENTIRA EN TODOS LOS ÁMBITOS

Javier MARTÍNEZ ANDRADE

 Sólo necesitamos echar un vistazo a la prensa, escuchar la radio o ver la televisión para darnos cuenta de que la verdad no está de moda, eso sí, no se miente: “eso es todo lo que puedo decir”, “por motivos de seguridad no podemos decir más”, o “todavía no tenemos todos los datos”. Si entramos en el campo de los programas electorales de los partidos políticos y su cumplimiento si llegan al Gobierno, tendremos la respuesta de: “es la situación la que nos impone actuar así, no es lo que queríamos pero es lo que debemos hacer”, acabamos de dar un paso más, se envuelve como sentido del deber el no cumplir lo prometido, es la mejor justificación de la mentira. Es más, nos llegan a dar lecciones de ética, “no sería ético no aplicar esta o aquella política de ajuste”, otro eufemismo para no decir “recorte”.

Si echamos la vista unos años atrás recordaremos que se nos decía que “esto no era una crisis”, sólo un período de falta de crecimiento, otro eufemismo. Y ahora resulta que sí hay crisis y vaya crisis, una de las mayores crisis económicas, pero también una crisis de valores y no me refiero a la crisis de valores del cardenal Rouco y Cía. Los únicos valores que siguen inmutables son los del capitalismo, mucho se dice que ha sido la crisis del sistema capitalista, pero sólo hay que echar una mirada y ver qué valores están ahora en alza:

• Individualismo.

• Xenofobia.

• Y cada uno podemos seguir añadiendo.

Ese individualismo, fomentado por los que han querido extender el sistema capitalista a todos los rincones de nuestra sociedad, y alimentado por la opacidad sobre los temas públicos, ha llevado a las personas a recluirse en su propio mundo y a dejar de interesarse por los asuntos comunes. Ha tenido que ser tan evidente la mentira que no ha podido seguir ocultándose. Si la dimensión de la mentira no hubiera llegado a esas magnitudes que dieron lugar a la insostenibilidad del sistema, se habría seguido profundizando sin ningún tipo de reparo.

La opacidad es una buena forma de disimular la crisis de valores. Lo desconocido no da problemas, parece ser el teorema que se esconde tras esa capa tupida que no deja ver lo que ocurre tras ella. Qué sencilla es la mentira cuando los engañados no tienen información ni argumentos para desmontarla, cuando la razón da paso al sentimentalismo a la hora de analizar la realidad de lo que sucede. Cuando la luz no puede entrar en los lugares donde se tejen las falsedades es difícil que se pueda encontrar el rumbo que nos ha de conducir a la hora de la verdad.

Y qué fácil es buscar culpables cuando ya no tienes posibilidad de continuar con las mentiras evidentes. Trasladar la culpa a los demás parece que justifica la transgresión de la realidad o de la verdad. Esta ha sido la salida encontrada para poder seguir manteniendo las bases del sistema. Curiosamente al buscar la causa resulta que la culpa es nuestra, como dice mi vecina, de los pobres pininos y es que parece ser que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos gastado más de lo que podíamos, y ¡digo yo! ¿en qué lo hemos gastado? Yo con mi piso de 50 metros. y que no terminaré de pagar hasta después de Jubilarme, incluso si es a los 70.

Lo del aeropuerto de Castellón, ¿no es un gasto por encima de nuestras posibilidades?, el innumerable listado de auditorios, palacios de congresos, algunos sin uso actualmente, no debía serlo, claro es dinero público y no se sabe exactamente de quién es. Creo que esta es la Gran Mentira, la mentira necesaria para poder mantener el modelo económico-social neoliberal, y en su expresión más extrema.

Podríamos seguir añadiendo más mentiras a la lista:

• La privatización de la sanidad; por cierto, según nuestros desgobernantes no es privatización, es una optimización de recursos externalizando servicios o la gestión de hospitales y/o centros de salud. Esto ya es más que eufemismo.

• La reforma educativa es una ley para la mejora de la calidad de la enseñanza, que nos lleva a un sistema educativo donde lo diferente no tiene cabida.

Por cierto, los mismos que están tejiendo esta gran mentira son los que nos dan lecciones de ética, banqueros, políticos y empresarios, nos dicen, nos repiten que estos ajustes son necesarios, que estas reformas son las que crearán empleo, no dicen que precario, sí dicen que hay que trabajar más y cobrar menos, eso sí lo llaman moderación salarial, y como un ilustre pensador decía “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. El pueblo se considera por tanto como un niño pequeño, no sabe lo que le conviene y son ellos los “Padres de la Patria” los que sí saben lo que nos conviene.

Pero la mentira es necesario justificarla para poder mantenerla. Haber encontrado los culpables, diluyendo las responsabilidades entre la mayor parte de la sociedad, ha facilitado, a los verdaderos artífices de esa gran mentira, la posibilidad de mantenerla, trasladando las consecuencias a los que no son del “grupo”:si vosotros sois los culpables vosotros tendréis que acarrear con las consecuencias, es la pena que se ha de cumplir por los desmanes cometidos. Los que os habéis atrevido a querer tener una vivienda donde residir y confiabais en seguir pagando porque teníais un trabajo con futuro, sois culpables de haber creído a aquellos que os decían todo va bien, aunque son los mismos que ahora han cambiado el discurso”.

Esa referencia al grupo no puede pasar desapercibida. Hace años que algunos están poniendo las condiciones para cambiar el estado de las cosas y parece que ha llegado el momento de ejecutar la maquinación tramada. Ellos, los poderosos, los que ahora se comienzan a señalar como el 10% de la población frente al 90% que somos los débiles, la gente corriente, siempre han tenido claro que son diferentes y que han de proteger sus intereses. Ellos han estado recogiendo los mejores frutos de todas las mentiras que han urdido en su grupo y han conseguido mantener al resto en esa falsa prosperidad que ha permitido, a una parte importante de la sociedad, mantener la esperanza de pasar a formar parte de esa consolidada minoría. Esa ambición de querer formar parte de los selectos ha sido tan generalizada en las sociedades de nuestro entorno que ha facilitado el sometimiento de nuestra voluntad a las expectativas fijadas por ellos y a conformarse con las adversidades que iban saliendo a nuestro paso.

Con la voluntad entregada a ese grupo reducido, a esos que saben lo que conviene, ha sido fácil señalar a los culpables de lo ocurrido. La mentira sigue funcionando, los culpables somos el 90%. Y en eso tienen cierta parte de verdad, si bien no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, sí somos culpables de creernos que podíamos saltar al grupo minoritario, por supuesto de forma individual, cada uno de nosotros podíamos dar el salto sin importar lo que pasara a nuestro alrededor, incluso admitiendo que por el camino pudiéramos dejar a una parte importante de los que habían sido de los “nuestros”.

La red que soportaría la caída de los “Padres de la Patria” estaba tendida. Los culpables somos nosotros, las mayorías. Y ellos siguen manipulando la realidad para continuar con sus mentiras: siguen tomando medidas para expulsar a trabajadores públicos a la calle y para facilitar que lo hagan en el sector privado; pero están luchando contra el desempleo. Y para resolver ese problema, para que la gente en paro encuentre trabajo, hay que ayudar a los emprendedores. Que cada uno se busque su propia solución. Han cambiado la letra pero siguen con aquella música que han mantenido durante muchos años, “los culpables de que existan parados son ellos mismos que no buscan empleo”, eso hemos estado escuchando en épocas de bonanza, y muchos lo creían. Ahora, con las mismas notas musicales nos dicen, “vamos a poner las condiciones para que todo aquel que quiera pueda poner en marcha su propia actividad”. Eso sí, para que no vuelvan a gastar lo que no tienen mejor no se les da nada, tienen que ser lo suficientemente inteligentes como para buscar una salida laboral sin necesidad de invertir. Y muchos siguen creyendo que esa es la salida pasando de “el que no trabaja es porque no quiere” de los momentos de crecimiento económico a “cualquiera puede poner en marcha su propio negocio”. Ellos siguen con sus mentiras: siempre la salida individual para solucionar los problemas colectivos.

La gran mentira, que nos hemos creído la mayoría, es que la solución de los problemas del 90% va a venir de las recetas de los que forman el 10%. Se ha dejado en sus manos la posibilidad de modificar las cosas; y ellos lo han hecho, pero como no podía ser de otra forma, mirando cómo defendían sus privilegios, beneficiándose de la nueva situación o poniendo las condiciones para que el futuro les depare un próspero porvenir.

No me cabe duda que estamos de acuerdo en que hay que cambiar el modelo, pero me surgen dos interrogantes:

• ¿Cómo? ¿Qué hay que hacer?

• Y ¿Desde qué planteamientos? ¿Es sólo un cambio estructural o es algo más profundo?

Ahí os las dejo.

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