Liz Quintana: La “abogada” que optó por defender los cuidados y a las cuidadoras que no cuentan.
Licenciada en Derecho por la UPV y Procuradora desde 1.995, Isabel Quintana milita, colabora y asesora a grupos de mujeres y colectivos de trabajadoras del hogar y los cuidados desde hace más de tres décadas. Actualmente, forma parte de la “Colectiva Trabajadoras No Domesticadas”, de Bilbao, y del Centro Asesor para Mujeres “Argitan”, de Barakaldo, colaborando también con otros grupos, como la “Asociación Mujeres con Voz”, de Getxo.
Entrevista realizada por Luis Ángel Aguilar*.
En alguna parte oímos que su opción por estos colectivos le viene de una profunda convicción, pues le tocó sufrirlo en persona, ya que su madre fue trabajadora de hogar y de los cuidados, durante muchos años de su vida. Y ella nació y creció viviendo la falta de derechos laborales.
Incontables charlas, jornadas, mesas redondas, talleres, artículos y ponencias relacionados con esta materia, tanto a nivel nacional como internacional, y representante -de los grupos en los cuales participa- en encuentros con Sindicatos y Administración a nivel local, autonómico y central.
Por todo ello Isabel Quintana, o mejor Liz, para nosotras, es una de las mejores interlocutoras con la que podíamos empezar nuestro tema dedicado a “Los Cuidados al servicio de la vida”.
1. ¿Qué entendemos por cuidados y qué clichés tenemos que romper en su favor?
Normalmente -en una visión bastante simplista y muchas veces muy interesada de este tema-, se suelen identificar los cuidados únicamente con las situaciones de dependencia vinculadas, en su mayoría, a la edad o a la salud, cuando, por estos motivos, las personas dejan de ser autónomas y necesitan de terceras que les apoyen en diferentes facetas de la vida.
Y, aunque también es fácil identificar los cuidados con las y los menores, no suele ser lo primero que viene a la mente cuando se habla de cuidados, en general.
Decimos que esta es una visión muy parcial porque invisibiliza un montón de trabajos, tiempos y esfuerzos cotidianos que son imprescindibles para que la vida se dé y el mundo siga funcionando.
Se parte de la falsa ilusión de que todas las personas adultas jóvenes y sanas son autónomas e independientes y no requieren de cuidados, pero esto no es así. Todas las personas somos interdependientes y necesitamos de cuidados, con diferente grado e intensidad, a lo largo de nuestra vida, en sus diferentes etapas.
Quizás este sería el primer cliché que hay que romper cuando hablamos de cuidados.
2. Los cuidados de la vida, ¿tienen ahora un mayor sentido y atención o solo lo tienen a nivel teórico?
Afortunadamente, es un tema que tenemos cada vez más presente porque es algo que nos atraviesa a todas las personas, bien sea dando o bien recibiendo cuidados.
Nadie nos escapamos, salvo quienes, por distintas condiciones (sexo, clase social, estatus económico, origen nacional, situación administrativa,…) eluden su parte de responsabilidad y la trasladan a terceras personas -normalmente a una mujer-, en muchas ocasiones empobrecidas o precarizadas.
Sin embargo, existe el peligro de que hablar de cuidados termine siendo una moda y nos estanquemos en la parte teórica, sin aterrizar en la práctica cotidiana y sin empezar a dar los pasos necesarios para una auténtica transformación social que reconozca los cuidados como necesidades, responsabilidades y derechos colectivos.
3. ¿Qué relación tiene el feminismo con los cuidados? ¿Es el de los cuidados como derecho colectivo un tema central para abordar desde los feminismos?
Habría que partir del reconocimiento de que hablar de cuidados, hoy por hoy, sigue siendo hablar de mujeres. Históricamente y hasta hoy, la mayor carga de cuidados sigue siendo asumida por las mujeres, de forma no remunerada o a través del mercado.
Y en ambos casos, con muy poco reconocimiento y desde la invisibilización de todo lo que esto supone, y las consecuencias vitales y de salud para las mujeres cuidadoras.
Partiendo de esto y siendo muy importante visibilizar y sacar a la luz todos estos trabajos, quiénes los realizan, en qué condiciones, a cambio de qué o con qué consecuencias…
Sería muy interesante ir cambiando el foco y hablar también de quiénes están eludiendo sus responsabilidades: los hombres, el estado o las administraciones, las personas que ostentan distintos privilegios, las sociedades,…
En este sentido, los feminismos han venido a mostrar todo lo que estaba escondido; muchas veces, de una forma consciente y otras, desde la comodidad de que es más fácil no ver aquello que nos toca, nos interpela y nos va a sacar de la zona de confort.
Por otro lado, cuando hablamos de cuidados remunerados, no podemos eludir hablar de las mujeres migradas que están sosteniendo una parte muy importante de este tipo de cuidados desde el empleo de hogar y, en un gran número, desde la contratación en régimen interno.
Dicho esto, también es justo reconocer que al feminismo más oficial no le ha sido fácil colocar el tema de los cuidados con un carácter prioritario en sus agendas políticas, y ha sido labor de diferentes colectivas y compañeras feministas que hemos estado peleando la centralidad de los cuidados como eje prioritario de trabajo para lograr una verdadera transformación social.
Creo que las huelgas del 8 de marzo de los últimos años fueron un antes y un después en este tema, aunque es necesario seguir en la reflexión, la incidencia política y el trabajo personal y colectivo para ir dirigiéndonos a ese horizonte de los cuidados como derecho colectivo.
4. Economía de los cuidados, economía feminista,… ¿Qué relación o culpa tiene el capitalismo en todo esto?
El sistema capitalista en un sistema voraz que trata de mercantilizar y obtener un provecho económico de todas las facetas de nuestra vida y que ha visto en los cuidados un gran nicho de negocio, sobre todo en los últimos años.
Este sistema ha extraído, y lo sigue haciendo, un beneficio muy importante de los cuidados no remunerados sostenidos por las mujeres en los ámbitos más cercanos, sobre todo las familias, y, del mismo modo, cuando los cuidados salen del marco de los hogares al mercado.
Así es muy fácil ver las pésimas condiciones laborales de las trabajadoras de cuidados: Residencias, SAD y, sobre todo, trabajadoras de hogar cuidadoras.
Ese beneficio se traduce en un importante ahorro, al no crear servicios públicos de calidad y universales, y también en cierta paz social, en la medida en que, mientras los cuidados sean asumidos por un parte muy importante de las mujeres, por amor o por muy poco dinero, se evita el conflicto y la reivindicación de otras formas de organización social.
5. En una sociedad que fomenta las aglomeraciones y olvida a las personas, ¿Qué deberíamos pensar de cara a las personas que viven solas, los enfermos mentales, los mayores, las personas migrantes, los pobres….esos nadies o inútiles para una sociedad de la prisa y de la inteligencia artificial?
En primer lugar, hay que insistir de nuevo en la importancia de empezar a romper esa dicotomía entre personas autónomas y personas dependientes. Esto no significa cerrar los ojos a la realidad de que hay personas que, por diferentes circunstancias y en diferentes momentos vitales, necesitan recibir mayores cuidados.
Del mismo modo que existen otras que, por otras circunstancias, por ostentar ciertos privilegios, eluden su parte de responsabilidad en este tema.
Por otro lado, debemos dejar de tratar los cuidados desde una perspectiva mercantilista, privatizada, feminizada, atravesada por sesgos de clase social, raza, origen,…
No es posible que no se garanticen cuidados universales y de calidad para todas las personas y que solo puedan acceder a buenos cuidados quienes tienen un nivel económico para poder adquirirlos en el mercado.
Efectivamente, existe un ejercicio continuo de invisibilización, porque no es algo azaroso, sino consciente. Resulta incómodo ver aquello que nos interpela, nos cuestiona y nos obliga a posicionarnos. Y en todo este entramado las trabajadoras de hogar y cuidados juegan un papel fundamental.
6. ¿Qué trato están recibiendo las trabajadoras de hogar? ¿Son las grandes olvidadas?
Primero, por la carga de cuidados que están sosteniendo y segundo, por las condiciones en que lo están haciendo.
Por señalar solo algunas cuestiones muy importantes, es el único sector donde existe una figura como la interna, cuidadora que vive en la misma casa donde trabaja, pretendiendo sus empleadores que esté a disposición las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
No podemos olvidar que en el régimen interno casi el 95% de las trabajadoras son mujeres migradas y el rol que juega en todo esto la ley de extranjería es perverso.
No es admisible seguir manteniendo esto cuando lo es a costa de los tiempos, los esfuerzos, la salud,… de cientos de miles de mujeres empobrecidas, precarizadas, migradas, racializadas,…
Al menos, no es ese el tipo de sociedad que algunas queremos construir, y es responsabilidad individual y colectiva que nos preguntemos no solo qué cuidados necesitamos y queremos, sino hasta dónde alcanza nuestro compromiso para alcanzar ese objetivo.
7. Y para terminar, ¿nos lanzarías alguna cuestión más para el debate en el ámbito de las trabajadoras de hogar y de los cuidados?
Suele ser frecuente que quien contrata aluda a que lo necesita, y utiliza esa necesidad para justificar, por ejemplo, jornadas muy extensas o salarios de miseria.
Sin embargo, nadie se para a pensar cómo resuelven, por ejemplo, las trabajadoras de hogar sus propias necesidades de cuidados.
Nos movemos en un mundo bastante hipócrita en insolidario en el que exigimos que se atiendan nuestras necesidades, pero no prestamos atención a las necesidades de las otras personas.
En este sentido, es urgente el debate sobre qué tipo de sociedades o comunidad queremos construir y qué herramientas vamos a poner en marcha para atender todas estas realidades, sin dejar a nadie fuera.
(*) Luis Ángel Aguilar Montero es autor de LA TERCA UTOPIA.