Los últimos serán los primeros

Con este número iniciamos un nuevo ciclo de UTOPÍA para todo el año 2011. Partiendo de nuestra opción por seguir a Jesús, vemos que él no se rodeó de ricos ni principales sino de pobres y marginados. Por ello ponemos nuestra esperanza y nuestra utopía en el triunfo de lo pequeño. Desde esta rotunda y escandalosa afirmación elaboraremos los números del año, intentando profundizar en cuatro ejes centrales del Evangelio que ensalzan lo pequeño, lo sencillo, y que serían: 1. Los últimos serán los primeros (rebeldes, presos, enfermos, drogadictos, emigrantes, indigentes, parados, fracasados, familias sin ingresos, desahuciados); 2. Si no os hacéis como niños… (cambio de valores y formas de pensar, renunciar a la competitividad y al consumo, aceptar la diversidad); 3. ¿De Nazareth puede salir algo bueno? (recuperar la calle, buscar la participación y la movilización; ¿por qué tanto miedo a lo nuevo, a lo alternativo, tanto control sobre las personas y sus ideas?); 4. ¿Quién es mi prójimo? (la opción está en la comunidad, lo comunal, lo social; denunciar la pasividad y la delegación de responsabilidades que desemboca en la corrupción de los políticos).

Eso de que los últimos serán los primeros es un conocimiento teórico que nos enseñaron y repetimos con la boca pequeña; pero no nos lo creemos, porque la fuerza de los hechos lo niega rotundamente cuando miramos a nuestro alrededor. En el mejor de los casos lo admitimos como promesa para la otra vida, después de abandonar este valle de lágrimas. Ahí se asienta la falta de credibilidad que cosecha la Iglesia, precisamente por su falta de interés en la construcción del Reino de Dios en la tierra, al postergarlo a la dicha en el Reino de los Cielos. De este modo podemos vivir holgadamente, con cierta paz y sosiego sin necesidad de mezclarnos con la escoria de la sociedad que provoca tantos sobresaltos, sin comprometer nuestro comportamiento. Ese es el camino fácil, renunciar a los problemas de este mundo para ganar el otro.

Pero la apuesta de Jesús no fue por la moderación, el buen hacer o lo socialmente correcto. De hecho le mató sobre todo el poder religioso (en colaboración con el poder político) porque pervertía las buenas costumbres. Cuestionó el poder y las leyes, se rodeó de marginados y sospechosos. Para ser consecuente, si me tengo que equivocar, prefiero hacerlo al optar por los subversivos, pobres, desheredados, marginados, rebeldes, pero jamás optaré por los ricos, poderosos, sensatos o biempensantes. Sólo así mi fe en el triunfo de lo pequeño, en los últimos, en los nadie, cobrará sentido, será real.

Tenemos que subvertir el orden establecido, transgredir las leyes y normas sociales que dan el poder, el prestigio, la autoridad a los ricos, los poderosos y principales. Porque tenemos la obligación de construir otra sociedad, otro sistema económico y político donde los marginados, los pobres, los parias, los últimos, dejen de serlo. Pero esto no sale gratis; optar por los últimos no es inocente, porque los primeros no te lo van a perdonar, como no se lo perdonaron a Jesús, como tampoco se lo perdonan a los vascos que luchan por ser ellos mismos.

Si defender a los pobres, desempleados, pensionistas, mujeres es un mandato universal y permanente, en estos momentos de aguda crisis cobra mayor relieve, pues los ricos y poderosos pretenden salvaguardar sus bienes y privilegios a cambio de aumentar la miseria y desamparo de la clase trabajadora. Este es un buen momento para enterrar este sistema capitalista fracasado y construir otro más justo y solidario.

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