Mensaje de la Iglesia de la diócesis de Tánger sobre las migraciones y fronteras del sur de Europa.

Mensaje de la Iglesia de la diócesis de Tánger sobre las migraciones y fronteras del sur de Europa.

                                                                                                                      Iñaki Gómez.

 “Os ruego que, si os parece oportuno, deis la mayor difusión posible al mensaje de la Iglesia de Tánger sobre emigrantes y fronteras. Un abrazo de este hermano menor. Siempre en el corazón, Cristo. Fr. Santiago Gárrelo, Arzobispo de Tánger”

Así comenzaba la carta que recibí el pasado 10 de diciembre, con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos. Estábamos en pleno tiempo de Adviento y yo me sentía descorazonado, como tantas otras personas, por la decisión del Ministerio del Interior de instalar nuevas concertinas, alambres con cuchillas, en lo alto de la doble verja que rodea las ciudades de Ceuta y Melilla. El encabezamiento de la carta llevaba implícito un aliento de esperanza y, por supuesto, la leí. Su contenido de denuncia me conmovió por la sinceridad de su dolor y, puesto que comparto su intención y el contenido de su mensaje, intentaré resumirlo y contribuir así a su difusión. Y es que a fecha de hoy, nuestro Gobierno sigue haciendo oídos sordos a quienes “Por sentido de responsabilidad, por amor a la justicia, por respeto a nuestros hermanos emigrantes, pedimos a quienes tienen autoridad para hacerlo, que, en el ejercicio de esa autoridad, dispongan la retirada inmediata de las concertinas instaladas en las vallas de Ceuta y Melilla, por tratarse de instrumentos que violan derechos fundamentales de las personas”. ¿Cuál es en esencia el mensaje de la Iglesia de la Diócesis de Tánger sobre las migraciones y fronteras del sur de Europa? Pues bien, esta comunidad se reconoce ”testigo asombrado y apenado de que, en las fronteras del sur de Europa, sean vulnerados no pocos de los artículos incluidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos” y del hecho de que “en veinte años, las fronteras se hayan cobrado la vida de más de 20.000 jóvenes.” Denuncia el sistema europeo de vigilancia de fronteras, Eurosur, porque asocia inmigración y delincuencia, privilegiando objetivos de control y represión. Denuncia también el doble lenguaje de quienes deciden las políticas de fronteras que se apresuran a manifestar sentimientos de pesar ante las víctimas mientras aportan nuevas medidas, sobre todo represivas. Denuncia expresamente la utilización de concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla, porque cortan, lesionan, mutilan, ocasionan dolor y muerte, aún a sabiendas de que “No hay cuchillas que frenen el ansia de vivir, no  hay cuchillas que puedan intimidar más que el hambre y la miseria, nada pueden perder quienes nada tienen”. Denuncia a su vez la obsesión por la seguridad de unos a costa de la salud de otros, incluso a costa de sus vidas. Se entiende que un Gobierno deba garantizar con medios apropiados la seguridad de los ciudadanos de su territorio, pero esos medios pierden su legitimidad cuando usarlos significa privar a otros del derecho fundamental a la salud, al bienestar, a la alimentación, al vestido, a la vivienda, a la asistencia médica, a los servicios sociales necesarios, e incluso a su propia vida. Resulta aún más irritante que seamos utilizados como argumento para justificar esta falta de humanidad con tantos hombres, mujeres y niños de África condenados a un infierno de soledad y clandestinidad por el camino de la emigración, y se invoque para disuadirlos, como un sarcasmo, la necesidad de proteger nuestra libertad y nuestros derechos. 

Termino con el mismo ruego con el que comienza la carta: que nuestra fe nos ayude a difundir con fuerza el mensaje de denuncia de la Iglesia de Tánger, reclamando la retirada inmediata de las concertinas y la pronta aplicación de una política fronteriza humanitaria. Es una cuestión de solidaridad, es una cuestión de justicia.

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