El Evangelio son los pobres.

El Evangelio son los pobres.

Luis Pernía Ibáñez

(CCP Antequera)

Es una frase del papa Francisco, que resume el proyecto cristiano. Como un rayo que ilumina la noche estas palabras parecen cerrar un largo invierno eclesial y el inicio de un nuevo ciclo.

     Efectivamente, han sido muchos años anclados en posicionamientos dogmáticos y en una “embriaguez de certezas”, en palabras del propio Papa Francisco, donde lo importante era la piedra, el poder  y el dinero. La piedra de las iglesias, el poder sobre las conciencias y el dinero que no tiene ética.  La consecuencia más dolorosa ha sido la marginación, si no el olvido del ser humano, sobre todo de los más pobres, a favor del dinero con la consagración del neoliberalismo más  atroz y devastador.

     El cambio  que propone Francisco es un cambio copernicano. Lo mismo que Nicolás Copérnico en el siglo XVI lanzó su propuesta heliocéntrica frente a la clásica geocéntrica de Ptolomeo, así el  papa Francisco propone dejar un poco al lado el “aparato” eclesial y centrarnos más en el Evangelio como Buena Noticia a los pobres.“¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”. Es como si diera razón a Mounier cuando decía “en el futuro, las personas no se distinguirán por la postura que tomen ante el tema de Dios, sino por la que toman ante los condenados de la tierra”.

    Pero el mejor camino  para conocer este nuevo rumbo de la Iglesia está la reciente exhortación “La alegría del Evangelio”. Entre algunas citas relevantes y que han causado especial interés en los medios de comunicación caben destacar “Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad” y  “No puede ser que sea noticia que un anciano muera de frío en la calle y sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”,

    Por primera vez se habla de las “causas” de la debacle. “Se ha desarrollado una globalización de la indiferencia, donde muchos excluidos no solo no tienen espacio, sino que tampoco hay preocupación por ellos. De esta manera  la inequidad cada vez es más patente y el fetichismo del dinero son expresiones elocuentes de los aspectos negativos del mundo actual”. Otra causa que destaca es la constancia de que la “propiedad privada no es  un derecho natural, sino secundario”, cosa que los papas anteriores habían olvidado. En otras palabras, el devastador neoliberalismo económico y la idolatría de la propiedad privada hasta convertirla en derecho natural.

    Esta vuelta al Evangelio no  tiene soluciones específicas, como se encarga de precisar Francisco. Lo que preocupa, lo crucial, es restaurar ciertos elementos centrales de la civilización, partiendo de la primacía de la persona humana.

    La comprensión de este solo aspecto permite enfrentar las dificultades con mayor convicción y posibilidades de éxito. Si el sistema económico mundial crea riquezas y expande posibilidades, siempre hay que tener en cuenta a los que van quedando a la deriva de la historia.

    La segunda idea es el cuidado y promoción del bien común de la sociedad, el principio de subsidiaridad y la solidaridad como actitudes permanentes. El sistema actual es “injusto en su raíz”, y además “esta economía mata” porque predomina la ley del más fuerte. La propuesta de la solidaridad y subsidiaridad se contrapone a la cultura actual del descarte, es decir, “los explotados no son solo explotados, sino convertidos en desechos, en sobrantes”. Y es que vivimos una tiranía invisible, a veces virtual del “mercado divinizado”, donde impera “la especulación financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”.

     En consecuencia la opción por los pobres es una “categoría teológica, antes que sociológica”. Una categoría teológica quiere decir que es  una parte  más de la Teología.  Por eso dice “quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”, “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres no se resolverán los problemas del mundo”.

     Esa categoría teológica  envuelve toda una manera de ser cristiano ”cuidar de los sin techo, los toxicómanos, los refugiados,  los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados,  los migrantes, las víctimas de trata de personas y las nuevas formas de esclavitud que se ceban en las personas más pobres: las mujeres, los niños y los más débiles”.

      El sueño del papa Francisco actualiza el sueño del Jesús histórico, el del profeta de Nazaret. No estaba en la intención de Jesús crear una nueva religión, ya que había muchas en su tiempo, sino personas que aman, se solidarizan, muestran misericordia, sienten a todos como hermanos y hermanas, porque todos son hijos e hijas de un Dios Padre y Madre.

      El Evangelio son los pobres. Y es que, como expresaba, recientemente, una pancarta en la plaza de San Pedro, aplaudida por el propio Papa, “los pobres no pueden esperar”.

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