Reflexión: Conflicto entre la idea de Dios y la sociedad secularizada
Por qué se aleja de Dios esta sociedad, y a dónde va
Antonio Zugasti
Cuando reflexionamos sobre la idea de Dios, tenemos que ser conscientes de que nos asomamos a un misterio que nos transciende. Un misterio que creemos que, de una manera u otra, ha estado siempre presente en la mente humana, pero que no podemos describirlo de una forma adecuada a su realidad. Nos acercamos a él tanteando en la obscuridad, guiados sólo por un reflejo más allá del horizonte.
Tratamos de acercarnos a él porque en el fondo de los seres humanos hay una aspiración a la plenitud, una búsqueda de sentido, un deseo de felicidad que, pensamos, puede ser saciada por ese misterio que nos envuelve y nos transciende.
Durante milenios ha estado presente la idea de Dios, la idea de que existía otra realidad, un ser o unos seres por encima de nuestro mundo. Un poder que podía influir decisivamente en nuestra vida. Esta creencia (que podía revestir las formas más variadas) se ha ido concretado en las religiones, que se consideraban inspiradas por la voluntad de ese ser supremo, y conocedoras de los caminos para congraciarse con él.
Dios y las religiones
El problema es que las religiones se han apoderado de la idea de Dios, lo han identificado con ellas mismas, y difícilmente admiten que se pueda llegar a Dios por un camino distinto al marcado por sus normas. Y esto no es sólo algo de la Edad Media. En un reciente mensaje de los obispos españoles para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, podemos leer que: “para que la salvación alcance a todos es preciso darles a conocer la verdad que se le ha confiado a la Iglesia”. O sea, que si no conocen la verdad que se ha confiada a la Iglesia, lo de la salvación lo tienen crudo.
Esto ha sido interiorizado por las distintas culturas, en las distintas religiones, de tal manera que cuando una religión muestra claramente sus debilidades y sus sombras, parece que es la idea de Dios la que se ensombrece, y el alejarse de la religión viene a suponer alejarse de la idea de Dios. En nuestro caso, en la situación concreta de la España católica, es evidente que se ha producido un masivo alejamiento de la religión
¿Cuáles son las causas de ese alejamiento? Algunos mantienen que el alejamiento está causado por el desarrollo científico, que obliga a negar la idea de Dios. Pero la ciencia no obliga a negar a Dios. Newton, la gran figura de la física clásica, era un convencido creyente. Y de Max Planck, iniciador de la física cuántica, son estas palabras:
“Toda materia tiene su origen y solo existe en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas del átomo y mantiene en una sola pieza este diminuto sistema solar que es el átomo […] Tenemos que suponer, detrás de esta fuerza, la existencia de un Espíritu consciente e inteligente. Este Espíritu es la matriz de toda materia”.
La alianza del trono y el altar
Su idea de Dios no era el Dios cristiano, pero sus investigaciones sobre la materia le llevaron a confesar su creencia en ese Espíritu consciente e inteligente, matriz de toda la materia.
Mi opinión es que la razón fundamental del alejamiento es la imagen de Dios que han dado las religiones, y concretamente la religión católica. No voy a exponer todos los aspectos en que la Iglesia (totalmente controlada por la jerarquía) ha dado una imagen deformada del Dios de Jesús. Basta recordar el hecho de condenar a la hoguera a cristianos que tenía unas ideas teleológicas diferentes de las consideradas ortodoxas por la Jerarquía.
Durante siglos, el poder que le había dado a la jerarquía la alianza del trono y el altar, había acallado todas las voces críticas. Y el tribunal de la inquisición se encargaba de que nadie se atreviera a cuestionar lo que la jerarquía eclesiástica consideraba verdades intocables. Con la Ilustración se empiezan a cuestionar esas verdades religiosas intocables, y se abre paso la libertad para opinar sobre el hecho religioso, saliendo a la luz todos los temas cuestionables defendidos tradicionalmente por la Iglesia. Y las barbaridades muchas veces cometidas en nombre de Dios.
El alejamiento no se produce de golpe. Recuerdo que el hermano jesuita Agustín Drake aplicaba aquí el principio de inercia: a la gran masa del pueblo creyente le costó mucho moverse y empezar a distanciarse de la Iglesia, pero cuando las razones fueron demasiado fuertes, el movimiento de alejamiento cogió velocidad y tanta fuerza que va a ser muy costoso detenerlo.
En la sociedad secularizada
En esas estamos ahora, en la fase de alejamiento rápido. ¿Qué imagen presenta esa sociedad secularizada en la que vivimos? Han entronizado como divinidad suprema a un viejo dios al que Jesús consideraba el enemigo del Dios Padre: la riqueza, el capital. Pero es un dios que no salva, sino que enloquece.
El padre Gómez Caffarena terminaba su curso de Teodicea en el teologado jesuita de Granada diciendo que la fe es una opción entre el misterio y el absurdo. Y la sociedad secularizada abraza el absurdo. Se pretende muy adelantada científicamente, pero cuando los científicos le advierten que, o cambia el rumbo, o va a una catástrofe, sigue adelante incapaz de liberarse de su culto al dinero y al consumo. Cuando desde el mundo de la sicología se afirma que la felicidad y el bienestar están sobre todo en unas buenas relaciones humanas, el sistema imperante sigue empujando a una competencia sin fin, que nos lleva a sentirnos adversarios de todos los demás, y que precipita a enormes multitudes en una miseria inhumana. Cuando conseguimos un satisfactorio nivel de vida, la brumadora publicidad del sistema nos empuja a querer más y más, a que no nos sintamos satisfechos con nada.
Hay signos de resistencia a esta sociedad secularizada y deshumanizada. El más patente, la vuelta al Evangelio de Jesús, que supone el pontificado del papa Francisco. No sabemos cómo puede evolucionar la Iglesia, sabemos que estamos llamados a participar en este esfuerzo de renovación, y que las cosas nunca van a ser como antes. También hay movimientos y personas que añoran la vuelta a una cierta espiritualidad; que se dan cuenta de que el materialismo puro no pude satisfacer al ser humano.
En este apasionante momento de la historia humana nos ha tocado vivir, y aquí sentimos la llamada de Jesús a trabajar con Él.
1 comentario
De momento he leído (y oído en parte) solamente este artículo de A. Zugasti, por ser amigo suyo, compañero de residencia y por estar seguro de mis coincidencias con su pensamiento. Lástima que las cosas que dice, no la lean —
– como me temo- muchos jerarcas de la Santa Madre Iglesia. Esta Iglesia puede decirse que está dirigida por obispos y otros pensadores de talante poco “fiable”, muy arraigados en criterios trasnochados. Del papa actual ¿qué decir, qué opinar…? Resulta que está tan alejado de la postura de los inmediatos precedentes (alguno, nefasto me atrevo a decir), que suscita grandes esperanzas, pero no acabo de “fiarme”: la enemiga que tiene a su lado con la curia y no curia, y su propio criterio en muchos aspectos (véase su historia personal), hacen que esperemos pero sin mucha esperanza… Se ve bastante claramente que Dios pone las cosas -aun las más sagradas- en la gestión humana. Y ésta depende de la madurez o crecimiento que la humanidad vaya alcanzando con su ayuda. Así que no desesperar: Tarde o temprano -es un decir- el criterio evangélico prevalecerá porque es el culmen de la perfección.