Rafael Ruiz Andrés
En las últimas décadas, Dios parece haberse convertido en un “extraño” en la sociedad actual y secularizada. Una de las posibles explicaciones, la más habitual, es el proceso de alejamiento, de difuminado de las creencias. Sin embargo, cabe abordar la cuestión desde otro prisma: ¿será que Dios se ha vuelto “extraño” porque se ha convertido en un concepto plural y, en muchas ocasiones, distinto a las ideas aún asumidas social y culturalmente sobre lo que debe ser Dios? En este artículo planteamos el reto de cambiar la mirada sobre estas preguntas para poder descubrir una realidad sociorreligiosa plural y en transformación.
El concepto “Dios”, tras décadas de cambios acelerados y secularización, se ha convertido en “un extraño en nuestra casa”. Así tituló Lluis Duch una de las obras más interesantes publicadas en castellano sobre el tema de Dios en la contemporaneidad[1]. A lo largo de las páginas del libro, el antropólogo no solo recorre ese proceso de “extrañamiento”, sino también las metamorfosis en la idea de Dios, hasta el punto que no queda claro si Dios ha devenido extraño porque se ha alejado de “nuestra casa” o, más bien, sigue en ella, pero lo que provoca el extrañamiento es que su presencia es distinta a la de etapas anteriores. Como señala Karen Armstrong, “No hay una visión objetiva de Dios: cada generación ha de crear la imagen de Dios que tenga un significado para ella”[2].
Desde 1991 decrece el papel de Dios en la vida de los europeos
No obstante, sigue siendo habitual la interpretación del “extrañamiento” exclusivamente como un “alejamiento” entre Dios y la sociedad. En parte, esta impresión se ve corroborada por la realidad sociológica. Según el estudio A Global God Divide del Pew Research (2020), el porcentaje de europeos que señalan que Dios posee un papel importante en su vida ha decrecido desde 1991, siendo particularmente relevante esta tendencia en España, Italia y Polonia. Ciertamente, la consolidación de la dinámica que Charles Taylor denomina “la impermeabilización del yo”, así como la gestación de un “marco inmanente”[3], es decir un contexto en el que las preguntas y respuestas existenciales se darían en términos estrictamente seculares, sin remitir a la trascendencia, constituye uno de los procesos más destacados de transformación sociorreligiosa, que ha conducido hacia el difuminado o la desaparición de la idea de Dios en importantes sectores sociales. Sin embargo, esta realidad debe ser complementada con, al menos, dos puntos que nos aportan un retrato más nítido de la cuestión.
1) Interpretar la “sociedad actual” como “Europa” es, sin duda, un ejercicio miope. Vivimos en un contexto globalizado. Por tanto, incluso si centráramos exclusivamente nuestra mirada en las sociedades europeas, necesitaríamos encuadrar esta realidad en un más amplio marco-mundo que, en lo relativo a la cuestión religiosa, está caracterizado por su pluralidad. Continuando con el anterior informe del Pew Research, el 61% de toda la muestra consultada, habitantes de distintos rincones de la Tierra, señala que Dios juega un papel importante en sus vidas. En países como Ucrania o Rusia, la importancia de Dios que acreditan los entrevistados ha aumentado desde 1991, justo el proceso inverso al de Europa Occidental.
2) Esto nos podría conducir al juicio rápido de que Dios es una cuestión propia de determinados contextos o, en el caso de los dos países citados, una reacción particular frente al “ateísmo científico” de la URSS. Sin embargo, segunda cuestión, también en aquellos lugares que han experimentado un fuerte proceso de secularización, como Europa occidental, el proceso de transformación sociorreligiosa es más complejo y, ante todo, más plural.
De un lado, durante las últimas décadas y, entre otros factores, debido a los flujos migratorios del contexto global, las sociedades europeas han devenido espacios crecientemente plurales, que albergan múltiples tradiciones y posibilidades semánticas para el término Dios o divinidad.
De otro lado, también debemos destacar la pluralización de las ideas de Dios en el seno de las comunidades religiosas mayoritarias de cada uno de los países. Podemos señalar a este respecto que, junto a la dinámica de “alejamiento” o difuminado, existe otra de subjetivización o individualización de la idea de Dios. Así, por ejemplo, a pesar de que la mayoría de los europeos continúan autoidentificándose como cristianos (71%, de acuerdo con el Pew Research Center, 2018), la media de los países del continente muestra que la idea de Dios más expandida es “una fuerza espiritual o un poder superior” (38%), por encima del “Dios descrito en la Biblia” (27%). Además, el 34% de la población europea declara creer en el “destino”, un 23% cree en la astrología y en la energía espiritual y un 20% en la reencarnación. Por estas razones, en los análisis se ha consolidado la división entre “creencia” y “pertenencia”: para muchos de nuestros coetáneos una cuestión sería la denominación a la que pertenezco (mayoritariamente divididos entre cristianos y “no-religiosos” en Europa) y otra en lo que creo. Si nos ceñimos a analizar solo la pertenencia, nuestra conclusión coincidiría con la impresión general: el sector no religioso aumenta y el cristiano se reduce, la sociedad se seculariza y Dios se aleja. Sin embargo, si de lo que deseamos hablar es de aquello en lo que la población cree, donde entraría, entre otras muchas cuestiones, la idea de Dios, las respuestas se vuelven más complejas y, sobre todo, más plurales.
Dios convertido en un significante vacío…
No vivimos en una sociedad con Dios o sin Dios, sino con una pluralidad de creencias. De tal modo que si parte de los escritos de los sesenta y de los setenta, décadas en las que el binomio “a mayor modernización, menor religiosidad” y el alejamiento entre Dios y la sociedad parecían confirmarse, lanzaban la pregunta acerca de cómo vivir en un mundo sin Dios, hoy la reflexión debe estructurarse en torno a cómo coexistir en un contexto con muchas y variadas interpretaciones sobre Dios. Quizá el motivo del extrañamiento sobre Dios pueda responderse desde esta mezcla entre difuminado y pluralidad, que ha hecho que la idea de Dios se convierta en un significante vacío a priori -es decir, que ya no podemos definirlo rápida y homogéneamente ante las múltiples interpretaciones que existen al respecto- pero en absoluto insignificante para la sociedad actual.
[1] Duch, Lluís. 2007. Un extraño en nuestra casa. Barcelona: Herder.
[2] Armstrong, Karen. 1995.Barcelona: Paidós, p. 23.
[3] Taylor, Charles. 2014. La era secular, tomo I. Barcelona: Gedisa.