En nombre del evangelio, creo que estamos viviendo un momento privilegiado. Un momento que nos está invitando a dar un vuelco a muchas de las vivencias que continúan sosteniendo esta Iglesia que no dice casi nada a una gran parte de la sociedad de hoy.
No sé si, de igual manera, esa parte jerárquica de esta iglesia, se siente interpelada en esta misma dirección. Tampoco sé si nosotros mismos, quienes formamos parte “sin más” o tenemos una pequeña responsabilidad en esta iglesia, percibimos este cambio profundo al que se nos está invitando en nuestras vidas desde las preocupaciones, sentimientos, proyectos e iniciativas personales y comunitarias. La radicalidad de las pequeñas acciones, como camino de evangelio para algunas personas o simplemente como compromiso de buena voluntad para otros muchos hombres y mujeres llamados a caminar juntos y juntas, hoy más que nunca continúa siendo su apuesta.
Una fábrica de pobres
Pero el privilegio de este momento, en nombre del evangelio, es evidente y necesario abordarlo y ponerlo “sobre la mesa de la vida”, junto a otras muchas personas apasionadas de esa vida, para ser conscientes de la luz y también de la oscuridad en la que nos encontramos. Pues la religión, tal como la hemos vivido durante varios siglos, no nos vale hoy y, sobre todo, a gran parte de nuestra gente más joven nada les dice. O cómo a los más empobrecidos no les supone esperanza, antes al contrario, en muchos casos saben que esta religión no es la palabra ni el espacio de acogida y apoyo que necesitan para recuperar sus propias vidas. O cómo el sistema socioeconómico de nuestro mundo no nos damos cuenta de que se ha convertido “en una fábrica de pobres”, como hace pocos días nos recordaba Santiago Agrelo, y nuestra manera de estar y de vivir es connivente con toda esta situación permisiva de dolor y desigualdad.
El sinsentido de los poderes y las verdades únicas
Estas situaciones se nos ofrecen como mucho más que motivo para poner en alerta y en juego (el de la vida) todas las preocupaciones personales y colectivas para este momento de privilegio que vivimos; y, a través de las pequeñas acciones, ser capaces de generar el convencimiento y la esperanza suficiente para que “solo los pequeños gestos de muchos pocos” sean los que sostengan el germen de otra sociedad necesaria. Y entonces coincidiremos con otras muchas gentes de evangelio y no necesariamente de religión; o coincidiremos con otras muchas gentes de buena voluntad y no necesariamente ni de religión ni de evangelio pero, al fin y al cabo, convencidas de estar en la búsqueda de una sociedad que se sostenga en la esperanza y no en la “pesada tradición” anclada en el sinsentido de “los poderes” que dominan y mercadean y de “las verdades únicas” que parece que se nos intentan imponer, que nos han traído hasta aquí y nos resistimos a transformar, rechazar o abandonar.
La religión, sustento de un sistema insatisfactorio
Algunas situaciones y preocupaciones, entre luz y oscuridad, como pequeñas realidades que huyen de los poderes tradicionales y de las verdades únicas, sin embargo, van siendo sostén de una nueva sociedad para todas las personas y los pueblos y no sólo para algunos y algunas. Estas pequeñitas realidades se están convirtiendo en las herramientas que a muchas personas y colectivos nos están haciendo que caminemos con la cabeza alta en un mundo que no lo permite tanto, salvo si entras en “sus propios juegos” de poder y de dominio. Y bastante verdad y realidad es que las religiones continúan ofreciéndose como estrategia que sostiene un sistema social, económico y comunitario que no nos satisface, que no nos humaniza y que no nos sirve para una nueva apuesta por toda la humanidad.
Pequeñas acciones para una nueva sensibilidad social y cultural
Cuántos grupos, colectivos y personas se encuentran en la frontera de las apuestas difíciles y decididas por una nueva conciencia en las relaciones entre las gentes y los pueblos. Apuestas que se sitúan en otra cultura de los cuidados, muy lejos del empeño por el mercantilismo; o en otra manera de apostar por la cultura de la paz, lejos de la justificación de la carrera armamentística y militar; o en acompañar y hacer realidad otras relaciones sociales en horizontalidad con quienes no han contado y les ha excluido este sistema que tantas veces se bendice en sus perversos mecanismos; o donde se empeñan muchas personas y grupos para abrir espacios de dignidad, convencidos y convencidas de que ningún ser humano es ilegal; y otras…; y otras tantas que con tanta vida son sin duda eslabón necesario para otra sociedad.
Pequeñas acciones para otra organización socioeconómica
Son los recursos económicos los que dan visibilidad al grave y escandaloso problema de la desigualdad que tanto dolor produce. Por esta razón, existen estructuras económicas distintas que se asientan en planteamientos financieros éticos y sociales que denuncian tanta economía de opresión y exclusión social; como existen compromisos reales de igualdad de salarios aún en la diversidad y el reparto de trabajos y empleos; como existen planteamientos no exentos de utopía, pero ciertos, que, basados en estudios reales, apuestan por Rentas Básicas, como la Renta Básica de las personas iguales (RBis), incluso yendo mucho más allá de otras rentas como el IMV; como tantos empeños puestos en acompañar a colectivos de personas en empobrecimiento no tanto desde el empleo como del trabajo como herramienta compartida; y otras…; y otras tantas iniciativas que, aún conscientes de su pequeñez, se convierten en una opción alternativa al mercado que todo lo devora.
Pequeñas acciones para una nueva realidad comunitaria
La alimentación y la vivienda, siendo dos derechos fundamentales, pero en extrema precariedad para muchas personas y colectivos, son, sin embargo, dos realidades donde se visibilizan apuestas distintas. Redes entre productores y productoras; los “otros” bancos de alimentos con la precariedad; los huertos y huertas de producción agroecológica y respetuosos con la tierra, con las personas y el medio ambiente. Son todas ellas iniciativas necesarias en medio de un negocio como el que se ha convertido, y no en respuesta a las necesidades básicas, la alimentación de las personas y el cuidado de la tierra. Apuestas realizadas en dar respuesta comunitaria en la manera de hacer de la vivienda un derecho fundamental para todas las personas. Apuesta que se hace realidad en la manera de organizarse los más mayores; o que se hace realidad ante la precariedad y el empobrecimiento de colectivos que de otra manera les sería imposible tener un techo que vergonzosamente se les niega.
Es momento de sentir apoyo en y con estas apuestas, de sentir toda la cercanía con ellas. Es momento de unir y poner en red todo lo que parece pequeño pero cuida, apoya y salva vidas.