Hoy se habla mucho de líneas rojas. En el evangelio tenemos una clara línea roja: nuestra actitud ante los pobres. No sólo la escena del juicio final, sino que todo el evangelio está impregnado por este tema fundamental: la solidaridad con los pobres. La cuestión es cómo materializamos nuestra solidaridad y cercanía con los pobres.
La limosna
Una forma tradicional de ejercitar nuestra solidaridad con los pobres ha sido la limosna. En el evangelio tenemos el ejemplo de Zaqueo: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres. Gesto que Jesús alaba calurosamente: Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Vemos en esta escena la abierta aprobación de Jesús a la limosna, a la gran limosna de Zaqueo, pero también el óvolo de la viuda recibe la encendida alabanza de Jesús, y ni un vaso de agua dado a los discípulos quedará sin recompensa. Sin embargo, está claro que la limosna del fariseo, dada para ser visto por la gente, ya recibió su recompensa. ¿Y la limosnita dada para tranquilizar la conciencia? La limosna valdrá, si se da por amor.
También tenemos que tener en cuenta que nuestro mundo es muy distinto del mundo de Jesús, un pequeño país que se recorría a pie en muy pocos días, con muy escaso conocimiento de lo que sucedía más allá de sus fronteras. Hoy vivimos en un mundo globalizado, con amplias relaciones económicas entre las regiones más lejanas. Y la miseria de gran parte de lo humanidad no sólo aparece en los medios de comunicación, sino que llega a nuestras costas en una desesperada travesía. Así, la limosna, que puede seguir siendo adecuada para ayudar al pobre del pueblo –o en un banco de alimentos del barrio–, es totalmente ineficaz frente al problema del hambre en el mundo.
Compartir la vida
Otra alternativa es hacerse pobre con los pobres. Una de las figuras que mejor encarnan esta opción es la de Charles de Foucauld. Después de una agitada juventud como militar, geógrafo y explorador, el Espíritu le llama y Charles responde con una vida de contemplación y oración en las condiciones más duras: en un país musulmán, al borde del desierto, entre la gente más pobre. Escribe: Vivo del trabajo de mis manos, desconocido de todos, pobre y disfrutando profundamente de la oscuridad, del silencio, de la pobreza, de la imitación de Jesús. Murió asesinado, y su figura está en el origen de los diferentes grupos que constituyen la “Familia Espiritual Carlos de Foucauld”.Entre ellos una Comunidad MISIONERA de hermanas y hermanos que viven el primado de la oración y la condición de vida con los más pobres. Es la forma más radical de estar con los pobres, pero creo que se necesita una vocación especial para seguir ese camino.
Erradicar la pobreza
Quizás la forma más efectiva de estar con los pobres sea trabajar para la eliminación de la pobreza. Y el campo de trabajo es, por supuesto, el campo de la política. El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, es muy claro a este respecto: ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política? (176).
Para acercarnos a la eliminación radical de la pobreza sería necesario un cambio de estructuras; con un sistema capitalista es inevitable una desigualdad cada vez mayor y la pobreza consiguiente. Como esto no parece que, por ahora, esté al alcance de la mano, se han propuesto diversos caminos. Uno de ellos es la Renta Básica Universal (RBU) y otro el Trabajo Garantizado.
Carencias de la RBU
La RBU es defendida en muchos ambientes y es la más popularizada. Sin embargo, yo creo que se le pueden hacer serias objeciones. La primera es que no es universal. A lo más que se llega es a plantear una RBU europea, ¿Hay alguien que proponga seriamente una RBU para los más de 7.500 millones de habitantes del planeta? ¿La RBU europea sería también para todos los emigrantes? ¿Qué consecuencias tendría tal RBE? Otra cuestión es ver si esa RBU favorecería el desarrollo de las personas. Puede haber casos en que sí lo haga, pero más fácil me parece que fomente la pasividad.
El Trabajo Garantizado tampoco está exento de problemas, pero creo que sigue una línea más positiva.
Desde luego, por aquí va la encíclica Fratelli Tutti. En su número 162 podemos leer:
El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo—es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo»