Las adicciones desde una perspectiva logoterapéutica.
Javier Aranguren.
Nuestra finalidad, como logoterapeutas, es promover un proceso de maduración y desarrollo personal para que, superando la dependencia, la persona pueda llevar adelante con libertad su proyecto de vida.
La droga como origen de todo mal
Esta filosofía de la persona, de necesitar la droga para poder calmar su ansiedad y su necesidad de ser protagonista, hace que convierta la droga en el eje de su vida.
Abordar el problema de las adicciones desde la familia, la sociedad y las disciplinas que a ello se dedican, centrándose en el objeto droga es, igualmente, otorgarle a ésta un sentido que no tiene. Mientras se le atribuye a la droga “el origen de todo mal”, la sociedad niega que es, fundamentalmente, un problema específicamente humano, niega la importancia de los valores a la persona con adicciones asumir su responsabilidad y afrontar los cambios.
Conciencia de vulnerabilidad
Los humanos, como especie, nos vamos haciendo “más humanos” según vamos desarrollando nuestra capacidad de imaginar qué sucedería en el futuro. Ninguna otra especie tuvo antes esta capacidad. Era tener el pensamiento de finitud. Eso fue clave. Saber que uno va a morir, que la vida tiene un final, emocionalmente complica mucho las cosas. Ésta sería la primera fuente de vulnerabilidad, la conciencia de mortalidad. Nuestra historia personal y de tribu (comunidad) nos muestra que nuestro límite último en la vida es la muerte.
En una vida repleta de penurias, de inseguridades, cómo se puede hacer que la vida merezca ser vivida si inevitablemente se va a morir. Para conseguir sentir que la vida merecía ser vivida fue necesario descubrir que la vida tenía un sentido. Y aunque hubiera muerte segura, la vida era significativa, tenía un sentido. Los seres humanos empezaron a construir las convicciones emocionales, las creencias, los valores, y éstas no pueden construirse en soledad; esto es, necesitamos una red social, la tribu, la comunidad, el Otro.
El mundo gira en torno al amor
Viktor Frankl cuenta cómo regaló a su primera mujer, Tilly Groser (Tilly Frankl), un colgante con una inscripción: “El mundo gira entorno al amor”. Esto me sirve para ilustrar la segunda fuente de vulnerabilidad. Dependiendo de dónde aterricemos al nacer, la vida puede ser muy distinta. No solamente pensando en diferencias geopolíticas y económicas, sino también teniendo en cuenta nuestro entorno familiar y social. Un niño o una niña no pueden construir un yo sano, sentir que son valiosos como personas, si no tienen unos adultos que les ayuden a construirlo. Por tanto, pueden ser muy vulnerables ante las características de su entorno, ya que van a influir en la construcción de los sentimientos que tengan de sí mismos. Somos seres en el mundo y en relación al mundo. La vida merece la pena ser vivida si siento que soy querido.
El sentido no se otorga, se descubre
Vivimos en una época en la que la violencia, la soledad y las dependencias son los tres grandes males de nuestro tiempo. Lo que Frankl llamaría la “tríada neurótica de masas”. En la práctica, esta tríada trágica nos lleva a la violencia hacia uno mismo (suicidio) o a la violencia hacia los demás (hacia los otros, hacia el mundo). De la misma forma, las dependencias, serían un suicidio crónico, prolongado en el tiempo. Aunque también tenemos que reconocer que más de un consumo ha evitado materializar un suicidio, dándole a la persona adicta tiempo.
Cuando no se cubre la necesidad de sentido, la persona pone en marcha tentativas que resultan baldías. Actuaciones que llevan a la persona a encontrar las respuestas en los caminos que ofrece el seguir la voluntad de placer o la voluntad de poder. Entre ellas se encuentran las dependencias.
La conducta dependiente no sería más que un aspecto de la persona que intenta proteger un yo frágil. Cumpliría una función, inadecuada pero de protección, ante esa parte vulnerable de la persona. Partes muy vulnerables que sienten que necesitan protegerle del mundo e incluso de sí mismo.
Propuesta humanizadora
La propuesta de logoterapia para prevenir la drogadicción, las dependencias en general, es una propuesta humanizadora. Percibir al ser humano como un ser en el mundo y en relación al mundo, ya que nadie puede proporcionar un significado a otro, ni puede distribuir recetas sobre lo que deben hacer los demás. Trabajar en educar en el sentido de la vida. Trabajar en ayudar a niños y jóvenes potenciando la capacidad de descubrir los significados que existen en las situaciones únicas con las que nos confrontamos y en la oportunidad de nuestra propia unicidad de personas antes esas mismas situaciones.
Reconocer la libertad de cada persona, unida a la responsabilidad de sus decisiones. Apoyados en una red social solidaria, conscientes de nuestros límites y en coherencia con nuestros propios valores.
Educar en el sentido de la vida quiere decir encontrar las “perlas de la vida” en cada situación, con el otro, en la cotidianidad. Esas perlas que nos regalan los otros gratuitamente y nosotros regalamos. Un gesto, una sonrisa, un comentario, una mirada… de amor. A través de los valores creativos, vivenciales y/o de actitud y transcendiendo al otro. Experiencias del amor, del arte, de la naturaleza, con relativos espacios de originalidad e íntima satisfacción.
Nuestra finalidad, como logoterapeutas, es promover un proceso de maduración y desarrollo personal para que, superando la dependencia, la persona pueda llevar adelante con libertad su proyecto de vida. La responsabilidad del terapeuta es la buena práctica psicológica para realizar el diagnóstico, ofrecer el mayor número posible de herramientas a la persona para su desarrollo en todas y cada una de sus dimensiones (biológicas, psíquicas, sociales y espirituales) y la realización de un buen acompañamiento del proceso terapéutico, respetuoso con el otro y comprometido con la búsqueda del significado en la vida. La responsabilidad de la persona será la de aceptar su tarea en el propio proceso terapéutico, asumiendo el riesgo y sufrimiento que suponen la toma de conciencia y los cambios, pero también la satisfacción del mérito que acompaña el conseguir los objetivos propuestos y el bien ser (que no es lo mismo que el bienestar) que supone un sentido para vivir.