Reflexión: Los mayores en la era digital

Los mayores en la era digital.

Cristina Ulloa Pastor.

¿Podemos identificar alguna característica general de la época en que vivimos? Aunque hay muchas características contemporáneas que podríamos nombrar, una de las que más sobresalen es “el cambio”.

  1. Los marcados periodos históricos van ocurriendo cada vez con menor espacio de tiempo entre las civilizaciones nuevas y su cultura persistente. 3.000 años de Edad Antigua, 1.000 de Edad Media, solo 300 años de Edad Moderna hasta la Edad Contemporánea, que va desde la Revolución Francesa hasta nuestros días. Así es cómo el ser humano va renovando y haciendo frente a la cultura y los saberes.

Menos de 100 años entre lo analógico y lo digital, por si fuera poco.

Pero ¿qué pasa cuando nuestra demografía cambia su paradigma y nuestro envejecer es diferente, emergiendo un ser humano nuevo, cuya adaptabilidad y roles ya no son lo que habíamos vivido 50 años antes?

El ser humano va cambiando en la medida en que esa sociedad líquida  y orgánica evoluciona y también cambia. Además, a un paso cada vez más rápido y vertiginoso, que, como el aire, no para. Vivimos en una colectividad cuyo Zeitgeist (espíritu del tiempo) va desarrollándose muy rápidamente, cuyos conocimientos cada vez nos calan más rápidamente, en segundos, y que seguramente con el paso del tiempo otras sociedades se beneficien de esos conocimientos y su entendimiento. Sabrán cómo honrar el espíritu de otras épocas.

La búsqueda de lo digital

Lo visual, hoy cobra absoluto protagonismo frente a lo hablado o escrito, y el ser humano se ha vuelto más autómata y menos reflexivo.

Y, como nos decía Mary Shelley, “mañana, ya no es actualidad”.

Lo que hagamos hoy para innovar, en unos días ya será obsoleto. Y es en esta sociedad de la inmediatez donde nosotros crecemos, y nuestros mayores, en esa senectud, acuden a un encuentro con lo digital, y allá donde la intuición y la imitación nacen en ellos sobremanera  para poder sobrevivir en este mundo de lo táctil y lo no tangible.

Son la primera generación no formada y con inmersión obligada en las TICs.

Hubo un tiempo en que se asumían verdades absolutas, con normas rígidas y un conocimiento de los saberes inamovibles; se experimentaban cambios histórico-culturales e intelectuales muy lentamente, manteniendo las tradiciones, desde periodos marcados por una gran carga y efervescencia cultural.

Cambio mucho más rápido

Hoy se ha acelerado todo aún más. De hecho, solo pasan 200 años entre la era industrial y la digital.

Si ya desde el Renacimiento se nos va avisando de que el conocimiento es multisectorial y fragmentado, hoy más que nunca, después de 600 años, vemos cómo el ser humano asimila conocimientos desde múltiples fuentes y que de manera autónoma es capaz de crear mezcolanza para generar novedad, para, por tanto, avanzar.

Hoy tenemos una sociedad muy capacitada y menos especialista, somos más polifacéticos y adaptados a soportar y resistir los cambios para buscar nuevas soluciones a cualquier embate.

Ya profetizaba Baha´ú´llah, en el siglo XIX, que “el mejoramiento del mundo solo puede ser logrado mediante hechos puros y hermosos y una conducta loable y correcta.” Y es que, en el ejercicio de entender qué necesitan las sociedades y qué requerimientos las enmarca, nos damos cuenta que ésta es una demografía más longeva y en cualquier entendimiento, tanto intelectual como artesanal, se yergue con avances vertiginosos en todas las áreas, observando que se le va dando más valor al aprendizaje durante toda la vida.

Aprendizaje continúo

Aprendizaje durante toda la vida, que parte de la conciencia de que envejecemos al nacer y que nuestros pasos por la vida deben ser relevantes y de calado significativo como proceso atento.

Es, desde este punto de vista, donde la neurociencia de la felicidad tiene mucho que decir, puesto que los estudios en esta actual ciencia, la Epigenética, han venido para quedarse y demostrar cómo podemos evolucionar y tener un buen envejecer desde nuestras decisiones y propia voluntad, tener una vida plena y saludable.

Lo revolucionario de esta ciencia es que de nuestras decisiones van a depender las generaciones futuras, revirtiendo nuestros autocuidados en esos genes de los que vamos a ser transmisores.

Poseemos unos genes que nos vienen dados, pero podemos interferir en su expresión génica, mediante los factores ambientales que nos circunden y las decisiones que tomamos sobre los hábitos de vida saludable que escogemos.

Esta adaptación a los cambios, la heredabilidad de genes cada vez más perfeccionados y la sociedad que se va organizando de maneras diferentes van a contribuir a configurar novedades en nuestra plasticidad cerebral y por tanto se va creando un nuevo modelo de humano.

Merece la pena nombrar la Teoría de los Rendimientos Acelerados, de Raymond Kurzweil, donde el autor analiza cómo el ser humano asume nuevo y más rápido conocimiento junto a su capacidad de aprehender, asumir y realmente aprender. Analiza esto desde la tasa de avance tecnológico y cómo afecta al futuro de las sociedades. Además, cómo las sociedades requieren cambios cualitativos ante cambios cuantitativos.

En este punto vemos cómo muchas organizaciones e instituciones ya van trabajando desde la economía del servicio a los demás por un bien común y optimizando sus recursos.

Actualmente, ya va cambiando el paradigma; la persona arquetípica que tenemos en mente como cuidador de la persona de edad en el hogar también debe ser cuidada por la otredad.

Moviéndonos en un segmento de entre los 65-99 años de edad, reconocemos las primeras “generaciones sándwich” que podremos recordar.

Filosofía Bahá´í y relaciones intergeneracionales

Recuerdo que en mi experiencia en las sesiones de actividades para grupos seniors en Centros de Participación Activa, podíamos ver a padres e hijos compartiendo una misma actividad y conllevando un mismo segmento generacional.

Era cierto que las actividades “joya de la corona” más demandadas eran las actividades motrices de bienestar físico, como la gerogimnasia o el chikun, o de deterioro cognitivo; aunque, sin duda, las grandes áreas de esparcimiento de los grupos más longevos son la creatividad y las TICs, fruto de la necesidad de supervivencia social y la resistencia desde la necesidad biológica de “dar a luz”, desde ese componente generador de dar que todo ser humano posee innato.

Las enseñanzas desde un punto de vista de avance social y gobernanza en la filosofía Bahá´í nos hacen focalizar nuestros esfuerzos en crear comunidad intergeneracional, enfoques de servicio desinteresado para quien nos necesite y crear redes de comunidades pujantes donde el apoyo mutuo sea un bálsamo curativo frente a la barbarie que por otro lado socialmente está ocurriendo.

Se necesitan nuevamente agentes de cambio y estrategias que atiendan y diseñen proyectos para diversificar, divulgar y transferir esas nuevas maneras de vivir a los que aún les está costando un nuevo cambio de siglo.

Como apuntaba Eleanor Roselvert, “a ninguna edad yo me conformaría con sentarme y mirar el fuego”.

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