Luis Pernía Ibáñez (CCP de Antequera)
No cabe duda de que los cambios tecnológicos que anuncia el futuro están ahí como un reto. La cuestión es saber encajarlos en una realidad solidaria, ecoliberadora y justa.
En nuestras conversaciones a pie de calle surge a menudo la pregunta: “¿estás a favor o en contra de la tecnología?” Y con frecuencia la respuesta esperada es “sí” o “no”. Pero no es así. La respuesta es “depende”.
La verdad es que estamos inmersos en un cambio de época con numerosas novedades tecnológicas a la vista. Recientemente, me llamaba la atención el libro Sex Robots and Vegan Meat, de Jenny Kleeman, donde la periodista y escritora investiga las tecnologías que prometen cambiar nuestro futuro y redefinir lo que nos hace humanos: robots sexuales, filetes clonados, úteros externos y sarcófagos para suicidas o bolsas biológicas donde gestar cómodamente a tu bebé. Es solo un botón de muestra de los numerosos libros que han salido a luz sobre las tecnologías de futuro, que se han convertido en debate y desafío.
Aspectos positivos
Una de las principales razones a favor del uso de la tecnología es el ahorro de trabajo, tiempo y dinero. La tecnología permite que realicemos mucho más rápido y mejor muchas tareas hasta ahora tediosas. Algunas directamente las realizan las máquinas. El ser humano solo interviene en el proceso de analizar los datos procesados por los ordenadores, y pronto eso tampoco será necesario.
En los últimos años, los avances tecnológicos han permitido desarrollar nuevas técnicas de diagnóstico; asistencia robótica para operaciones delicadas; conversaciones en tiempo real desde puntos remotos del planeta; la puesta en común, gracias a la digitalización y la creación de depósitos informáticos, de bibliotecas completas, estudios académicos, investigaciones, tesis, etc. Podemos mirar al espacio desde un ordenador en nuestras casas y, aunque eso no suple la íntima comunión de elevar los ojos al cielo y mirar las estrellas, sí que ayuda a muchos aficionados para ver más allá, donde los ojos no alcanzan.
Acceso global
La tecnología ayuda a que millones de personas en todo el mundo puedan acceder a todo tipo de documentos y archivos, en lo que se ha dado en llamar la “democratización” del conocimiento. Algo que tendría que ayudar a diluir las cada vez más marcadas líneas que separan a los ricos de los pobres, siempre que los pobres también puedan acceder a internet.
Aspectos negativos
En la época de las grandes facilidades de comunicación podríamos decir que estamos incomunicados y enfermos. La aldea global de la que hablaba McLuhan nos ha regalado paradójicamente una nueva soledad, una humanidad aislada de sí misma, de las personas que ama, de las cosas ciertas y sólidas.
Después de la cama y el trabajo, internet es el objeto que más atención ocupa. Un claro ejemplo de esta ciberdependencia es el fenómeno mundial de Facebook, en donde las personas nos pasamos horas revisando perfiles y sosteniendo conversaciones. El psicólogo Adam Joison, señala que internet nos permite crear los “yo” anhelados o posibles en nuestras vidas ciberespaciales, escapando del proceso de desarrollo de estos mismos “yo” frente a la familia, las figuras de autoridad y las personas cercanas.
Vida virtual
Como los turistas japoneses, muchos preferimos ver la vida a través de la cámara digital. Los adictos a los aparatos tenemos como manía palpar el móvil y sentir un gran alivio al encontrarlo en el bolsillo. Nos alteramos realmente cuando nos quedamos sin batería o sin señal. Físicamente, expresamos sudoración, asfixia y hasta síndrome de abstinencia, como si nuestro cordón umbilical de conectividad dejara de latir.
Algo que nos está volviendo mudos, ausentes, desconectados de la pareja y de la familia, cuando lo que necesitan nuestros seres cercanos es nuestra presencia plena, un abrazo o compartir el silencio sin interrupciones.
Todo depende de su uso
En general los perjuicios en relación a la tecnología dependen del mal uso que se hace de ella. Un ejemplo: un beneficio que permite la tecnología es poder guardar infinidad de contactos en la memoria del teléfono para acceder a ellos fácilmente. El perjuicio es que la tendencia humana a aplicar la ley del mínimo esfuerzo ha ocasionado una “desmemorización” de la sociedad. Efectivamente, no es que los móviles nos hagan más olvidadizos, sino que, al hacerlo el teléfono por nosotros, hemos pensado “¡qué bien, un esfuerzo menos!”, y hemos abandonado el ejercicio de nuestra memoria.
Con la escritura pasa otro tanto. Estudios recientes demuestran que la escritura manual ayuda a fijar en la memoria los conceptos escritos mejor que la escritura con teclado. ¿Quiere eso decir que debemos abandonar las ventajas del ordenador? No. Pero sí que debemos hacer el pequeño esfuerzo de no sustituir totalmente el boli por las teclas y reservar una parte de nuestra escritura solo al ejercicio de la mano.
No cabe duda de que los cambios tecnológicos que anuncia el futuro están ahí como un reto. El de saber encajarlos en una realidad solidaria, ecoliberadora y justa. Sabiendo que todo se mueve y se transforma. Nada está acabado, sino haciéndose. Que todo está habitado por esa energía expansiva y unificadora, la ruah o el espíritu del Génesis (Gn 1).