Reflexión: Tiempo de renta básica de las personas iguales

Emiliano de Tapia

La vida en red y en apoyo comunitario transformador de la realidad para un tiempo distinto, un atrevimiento necesario

Estamos desde hace mucho intentando concretar un tiempo de alternativas. Es verdad. Esta situación no es de ahora. Esta manera de organizarnos y vivir en la sociedad, a muchas personas y colectivos no nos gusta ni nos satisface; y por esta razón, nos incomoda y rebela.

En la mayoría de los casos e iniciativas que nos hemos planteado o hemos puesto en marcha o hemos apoyado, hemos acabado siendo una pieza más de este sistema neoliberal que pone el mercado como referencia fundamental o vivimos en una situación incómoda, a veces impulsora de otra reflexión y sobre todo de otra acción; pero no acabamos de darle concreción y camino para poder realizar y llevar a cabo  cualquiera de las alternativas que proyectamos de manera concreta.

Feminismo, mercado social, economía social, rentas básicas, cuidados, referencia comunitaria en la sociedad para los más empobrecidos; no son ninguna de las claves con las que funciona esta sociedad que se nos impone con valores que nos tienen y mantienen muy a disgusto, incluso con dolor en muchos casos, en el caminar de cada día. Pero necesitamos dar concreción a las alternativas.

Quiero ver en mi reflexión, pero muy desde la vida experimentada durante algunos años, algunas claves que actualizan las propuestas a las que aspiramos hoy.

1.- La vida en red

Frente a las grandes organizaciones económicas y de mercado que se imponen por su poder y estrategias economicistas, los movimientos sociales que todavía sobrevivimos solamente tenemos una salida y unas herramientas que utilizar, que son las pequeñas iniciativas que en red podemos desarrollar con unas claves comunes y compartidas.

El trabajo en red es nuestra salvación, es nuestro apoyo para el horizonte de muchas vidas. Sin sentirnos pieza de una red que se extiende, que vamos organizando y vamos sabiendo poner y extender para que acoja a todas las personas y colectivos que en precariedad necesitan de todos y todas, no puede haber salida digna y justa en esta sociedad. Nuestro poder está en “ser red”. En caminar en red. En apoyarnos en red.

El mercado de la agroindustria, por ejemplo, y qué decir del de los servicios sociales y cuidados, se ha organizado en la alimentación y ha creado sus grandes superficies de mercado o ha creado sus lucrativas empresas. Han puesto en marcha sus estrategias económicas y sociales, sobre todo. Han sometido a la gran mayoría de la población con una manera de mercadear en la alimentación o en los cuidados. Incluso intentan convencernos de que solamente la seguridad alimentaria y estos lucrativos negocios harán posibles alimentos o vida digna para todas las personas. Nada más lejos de lo que nos ha demostrado la realidad.

Las redes de apoyo comunitario a la alimentación o las pequeñas iniciativas de autogestión en los cuidados, sin embargo, intentan ser, muy en precario todavía, herramientas y grupos para hacer posible otra manera de utilizar las semillas, de producir y de alimentarse, de estar junto a las personas. Son grupos e iniciativas que intentan la auto-organización, coordinar producciones y productos de cercanía con productores y productoras del reducido campesinado o cercanos y solidarios con él. Son grupos e iniciativas que apuestan por las personas con sus vidas en el centro de los cuidados.

2.- En apoyo comunitario

No se presentan de manera fácil las situaciones vitales para las personas más empobrecidas y precarizadas. Las claves que sustentan el modo de vivir neoliberal, las desigualdades, el mercado por encima de todo, el escaso empleo y precario, así como el difícil acceso, por no decir imposible, en muchos casos, a los derechos sociales fundamentales ya no sirven ni siquiera para sostener la sociedad del bienestar que tantas veces de manera inconsciente hemos apoyado claramente a costa de las vidas de personas y colectivos, apegados al asistencialismo, el paternalismo y tantos otros “ismos” que podríamos añadir.

María José Aguilar

Algunos solemos decir, con pleno convencimiento y experiencia, que solos, a ninguna parte; solamente juntos y juntas procuraremos comunidad y apoyo en nuestras vidas y en las de todos y todas. Hoy, más que nunca, tiene esta afirmación toda la vigencia y la exigencia. La comunidad y el apoyo comunitario, han sido, pero, sobre todo, serán la única forma de vida sustentable, compartiendo y acompañando tantas vidas que vienen y muchas más que nos encontraremos desde la “no vida”.

3.- Transformador de la realidad

El llamado progreso al que nos hemos acogido y nos ha llevado al momento actual, no pone a las personas ni la salud de las mismas por delante. Ese progreso se ha convertido en el mayor enemigo del regalo que supone armonizar la humanidad y la naturaleza como integrantes inseparables de un mundo en necesaria relación integral, justa y respetuosa. Casi siempre se ha generado dependencia y precariedad en amplios colectivos sociales, y destrucción en tantos ámbitos medioambientales.

Posibilitar que la alimentación, por ejemplo, llegue a todas las personas a través de la auto-organización y en proceso de ser autosuficientes en este derecho fundamental  significaría ser transformadores de la realidad en un contexto donde la comida, a través de los bancos de alimentos y muchos más entramados de control social, se ha convertido más en un negocio que en una respuesta a las necesidades de las personas.

Cuando se emprenden comunitariamente iniciativas autogestionadas de este tipo u otras en la lucha por poder acceder a cualquiera de los derechos fundamentales, estamos apostando por complementar la Renta Básica de las Personas Iguales como derecho; renta universal, suficiente e individual a la que hemos de hacer posible el acceso a través del reparto de la riqueza que vendrá del estado necesariamente; riqueza que han de aportar lo público y lo privado.

Este ejercicio y lucha comunitaria con nuestras iniciativas, el trabajo que complementa la recuperación y relaciones necesarias y saludables en nuestras vidas, así como el acceso a la riqueza aportada por el estado con una cantidad suficiente, han de ser apuestas que visibilicen la verdadera y necesaria transformación social que sustituya la dependencia de las ayudas públicas o privadas, que, en la mayoría de los casos, se convierten en signos de dependencia para las personas que han vivido y viven en precariedad económica y social.

4.- Para un tiempo distinto

Este es un tiempo distinto que necesita la aportación de todos y de todas; de colectivos sociales, de entidades sociales, de instituciones públicas y privadas. Ya hemos pasado el tiempo de los enredos. Necesitamos poner en marcha y, sobre todo, poder vivir con nuestras iniciativas el paso de la precariedad a la autosuficiencia que sostenga tantas vidas.

No va a ser un tiempo fácil. Apostar por referencias comunitarias para dar respuesta inmediata al empobrecimiento y la precariedad no es fácil. Completar tareas en el ejercicio que nos lleve a conseguir el acceso a los derechos fundamentales no va a ser fácil. Encontrar espacios comunitarios de autosuficiencia en alimentación, vivienda o cuidado no va a ser fácil. Pero tenemos que aprender a vivirlo, aunque, en principio no acertemos. El camino y las apuestas difíciles se hacen andando y ensayando.

El tiempo distinto se nos ha venido encima. Lo tenemos delante de nosotros y nosotras. Hemos de ser atrevidos y atrevidas. Los barrios precarios y sus gentes, colectivos procedentes de distintos lugares de la precariedad o espacios rurales expoliados desde hace tiempo son nuestros lugares para llevar a cabo apuestas y realizar opciones personales que, probablemente, lleven consigo nuestra desestabilización personal a quienes parecía que todo lo teníamos alcanzado. Nosotros y nosotras, todos y todas somos parte de la transformación y del tiempo nuevo y distinto que nos espera. Si lo luchamos, será.

1 comentario

  1. Totalmente de acuerdo, Emiliano. Pero se presenta un grave problema para los/as que no han practicado lo comunitario.
    Desde hace bastantes años siempre tengo en la cabeza una frase que pronunció Joan Surroca, en una de nuestras convivencias de verano, hablándonos sobre el decrecimiento. Vino a decir que teníamos que decrecer, sí o sí. Si nos convencíamos, todo iría bien y si no, habría que decrecer a la fuerza, con lo que eso conlleva.
    Establezco esta comparación con la situación actual porque ahora toca lo comunitario, sí o sí. Y si no lo asumimos por las buenas tendremos problemas serios.

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