¿SABEMOS LO QUE PASA EN EL MUNDO?

 Pascual Serrano

Autor de Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo

“Hasta nuestros días se ha confiado en los periódicos como portavoces de la opinión pública. Pero muy recientemente, algunos nos hemos convencido, y de un modo súbito, que no gradual, de que no son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los juguetes de unos pocos hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han apoderado del mundo. Ya no hace falta que nadie se oponga a la censura de la prensa. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se diga”. G. K. Chesterton, 1917.

Los grandes acontecimientos del mundo están todos los días presentes en los medios de comunicación: las revueltas árabes, la crisis económica, la invasión de Iraq y Afganistán, el conflicto palestinoisraelí, la política de Chávez en Venezuela… Sin embargo, pocos de los lectores o de las audiencias de los grandes medios podrían interpretar los orígenes del conflicto palestino, las claves de la violencia en Iraq, las propuestas de los talibanes en Afganistán, lo que sucede en Siria o Libia, el funcionamiento del sistema bancario y de la Comisión Europea.

Las razones son muchas. Una de ellas que los asuntos tratados nunca están contextualizados, no se presentan los antecedentes que permiten comprenderlos y menos aún comparaciones para poder valorarlos en su justa medida. De este modo, podemos concluir que los medios no explican el mundo, enfocan los conflictos desde la miopía de Occidente, dividen a los gobiernos entre buenos y malos según sus intereses e intentan anclar los principios del statu quo dominante.

Por otra parte, la mayoría de las noticias se elaboran resumiendo, sin crítica y sin contrastarlas, algo que una fuente interesada ha contado a los periodistas. Es decir, el periodista –generalmente muy mal pagado, no especializado, con gran presión de tiempo y un contrato precario, temeroso de perder su puesto de trabajo- va a un lugar al que le ha citado alguien que tiene interés en hacer saber algo, toma nota de lo que le cuentan, con frecuencia no puede preguntar, resume lo más llamativo y fácil de entender y con eso elabora la noticia. Si es mentira, no lo sabrá ni tendrá tiempo de comprobarlo antes de que la noticia se emita. Por otra parte, casi la cuarta parte de las fuentes consultadas son decorativas, sirven para adornar la información, darle color humano, rostro, poner una nota de gracia o curiosidad… es decir, nada informativo, lo que los especialistas llaman pseudofuentes.

El escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski comparaba la situación de censura que vivió en su país durante el denominado socialismo real con el panorama actual en los medios. Según él, aquella censura ahora está maquillada por la manipulación. Si antes, en su Polonia natal, los gobiernos impedían la difusión de determinadas noticias, ahora mediante los silenciamientos, la frivolización, el desvío de la atención a asuntos menores, la marginación de intelectuales díscolos e incluso las mentiras, el panorama de desinformación de la misma víctima –el ciudadano de a pie- no ha mejorado. El catedrático de Teoría de la Comunicación y presidente del mensual Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, no ha dudado en calificar de crisis la situación actual de los medios de comunicación 1. Las razones hay que buscarlas en el control cada vez más descarado que los grupos accionistas tienen sobre las líneas editoriales, hasta el desarrollo de Internet o el fenómeno de la prensa gratuita, que en el fondo no supone otra cosa que aumentar la dependencia de la publicidad. Pero también está contribuyendo a esta crisis la pérdida de credibilidad que ha llevado a una situación en la que “la mentira, las manipulaciones o simplemente las imposturas, no cesan de aumentar. Sabemos que no ha existido ninguna época dorada de la información, pero actualmente esas derivas han alcanzado también a los diarios de calidad” 2.

El asunto no es baladí, recordemos que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) establece el derecho a “recibir informaciones y opiniones”. En el caso español, nuestra Constitución es la primera en Europa que recoge el derecho a recibir una información “veraz”. Por lo tanto, si las noticias de nuestros medios no poseen la veracidad ni la calidad necesaria y las opiniones no están equilibradas, se estarán violando los dos pilares legislativos fundamentales de nuestra comunidad por mucho que sigan alardeando de libertad de prensa.

En muchas ocasiones el sistema dominante no requiere siquiera de una burda manipulación, basta con ese “recorte de la realidad” que nos ofrecen como verdad única y el hecho de que han ido desapareciendo los espacios de interacción social (centros de trabajo, sitios de reunión, espacios colectivos), de forma que el ciudadano se encuentra solo e individualmente ante la televisión, la radio y el periódico.

Ryszard Kapuscinski, tras cuarenta años de experiencia, se preguntaba en qué medida los medios de comunicación son un espejo fiel del mundo. Este periodista polaco señalaba que las nuevas tecnologías, la instantaneidad y el directo habían cambiado las condiciones de la profesión periodística: “Desde que está considerada como una mercancía, la información ha dejado de verse sometida a los criterios tradicionales de la verificación, la autenticidad o el error. Ahora se rige por las leyes del mercado” 3.

Así, los grandes medios de todo el mundo replicaron como verdaderas, sin comprobar, las afirmaciones de la Casa Blanca con las que justificaron su invasión de Iraq. Todo lo que desvelaba Michael Moore en su documental Farenheit 9/11 era información conocida que, simplemente, habían escondido debajo de las alfombras los medios de comunicación. Todo ello le lleva a Ramonet a plantear que “cada vez más ciudadanos toman conciencia de esos nuevos peligros y se muestran muy sensibles con respecto de las manipulaciones mediáticas, convencidos de que en nuestras sociedades hipermediatizadas vivimos paradójicamente, en un estado de inseguridad informativa. La información prolifera, pero sin ninguna garantía de fiabilidad. Asistimos al triunfo del periodismo de especulación y de espectáculo, en detrimento del periodismo de información. La puesta en escena (el embalaje) predomina sobre la verificación de los hechos” 4. Basta recordar que el

51 % de los estadounidenses creía, poco antes de la invasión de Iraq, que Sadam Hussein había participado “personalmente” en los atentados del 11-S contra EEUU, según reveló un sondeo de la cadena de televisión CNN y el periódico USA Today de marzo de 2003. Y meses después de empezada la guerra todavía quedaba quien creía que existían armas de destrucción masiva en el país árabe.

Una pregunta se impone: ¿Mienten los medios? Sin duda la mentira es frecuente, pero no es excesiva porque los medios saben que su abuso, en la medida es que es frecuentemente descubierto, les hace perder una credibilidad que es muy difícil recuperar. Los medios no sólo intentan decirnos lo que es importante y cómo ha sucedido, sino que además deben convencernos de que aciertan con su selección y no mienten. De ahí que se jueguen mucho si son descubiertos con la falsedad. Los mecanismos de desinformación y manipulación son más complejos que la burda mentira. El historiador y analista de medios de comunicación Michael Parenti considera que la propaganda más efectiva se basa en el encuadre más que en la falsedad. Al torcer la verdad más que violarla, utilizando el énfasis y otros aderezos auxiliares, los comunicadores pueden crear una impresión deseada sin recurrir al pronunciamiento explícito, y sin apartarse demasiado de la apariencia de objetividad. El encuadre se logra mediante la forma en la que se empaquetan las noticias, la extensión de la exposición, la ubicación (primera plana o entierro en el interior, principal o último artículo), el tono de la presentación (actitud abierta o despectiva), los titulares y fotografías y, en el caso de los medios audiovisuales, los efectos de imagen y sonido 5.

Por otra parte, el mundo de los media se retroalimenta constantemente. La obsesión por la competitividad es tal que, en muchas ocasiones, olvidan la realidad para dedicarse todos al mismo tiempo a competir por la misma noticia, es algo así como la contraprogramación que hacen las cadenas de televisión en los temas no relacionados con los informativos. Todos quieren explotar la misma supuesta noticia convencidos de que quien no la atienda quedará descolgado del pelotón. De forma que, aunque en un momento determinado estén sucediendo en el mundo varios acontecimientos, todos los medios estarán volcados en el mismo. Por eso durante una semana una crisis de hambre en África ocupa la portada de los periódicos y abre los informativos de televisión, y a la semana siguiente desaparece de la actualidad, como si el hambre en ese país también hubiera desaparecido. Otro problema es que la necesidad de rentabilizar los recursos humanos provoca la disminución de corresponsalías estables y conocedoras del país, la movilidad de los enviados especiales es enorme para aumentar su productividad. Incluso, en algunos casos, ni los desplazan para informar de alguna noticia de la región que bien puede estar a miles de kilómetros.

Es importante la tesis del filósofo francés Jean Baudrillard, según él, acontecimientos como los atentados del 11-S suponen un “exceso de realidad” 6 que conmocionan tanto que los ciudadanos, en especial los estadounidenses, no podían buscar la conexión entre esa realidad y su entendimiento. Los medios, rápidamente, antes de que podamos racionalizar de forma serena lo sucedido, se encargan de proporcionarnos la interpretación, aprovechan nuestra convulsión para ofrecernos su lectura del mundo. De un modo similar se pronunciaba el escritor satírico y crítico austriaco Kart Kraus afirmando que “si bien el periodista había matado nuestra imaginación con su verdad, amenazaba nuestras vidas con sus mentiras” 7.

En conclusión, el resultado de nuestro modelo informativo masivo y empresarial es la división de los ciudadanos en dos tipos: una gran mayoría que consume grandes medios de comunicación de forma acrítica y se convierte en carne de manipulación informativa y una élite política e intelectual que logra comprender las claves del mundo. De esta última, una parte utiliza esa información para aprovecharse y otra –la crítica– se ve obligada a convivir con la impotencia de no lograr que su mensaje llegue a la comunidad ciudadana.


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