¿DE NAZARET PUEDE SALIR ALGO BUENO?
UN DIOS DESCONCERTANTE
Nazaret debía de ser una aldea con bastante mala fama. Y parece que no faltaban motivos. Cuando Jesús, ya como predicador ambulante, vuelve a su pueblo, la visita acaba mal. “Pero si este es uno más del pueblo, si le hemos visto corretear por nuestras calles, trabajar en el taller de su padre, el carpintero, si sus hermanos y hermanas viven aquí igual que nosotros. ¿Dónde ha aprendido todas esas cosas? Aquí desde luego, no”. Sus antiguos vecinos tampoco creen que de Nazaret pueda salir algo bueno.
Ante la irrupción de lo inesperado no abren su espíritu, no quieren ver la nueva luz. Al contrario, el desconcierto les irrita, lo sorprendente les saca de su rutina pueblerina y sacude su religiosidad anquilosada, estrecha. “Qué es eso de ofrecer gracia para todos” (Lc. 4, 22). No pueden entender un mensaje de salvación que no venga acompañado de un ejército victorioso que aplaste a los enemigos. La sorpresa, el desconcierto, estallan en cólera y furor. Agarran a Jesús y tratan de despeñarlo. Él pasa entre ellos y se va, pero allí queda su proclama, la de Jesús ¡el de Nazaret!
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Porque él me ha ungido
Para que dé la buena noticia a los pobres.
Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos
Y la vista a los ciegos,
Para poner en libertad a los oprimidos,
Para proclamar el año de gracia del Señor”
Y lo más sorprendente son estas palabras de Jesús: “Hoy, en vuestra presencia se ha cumplido este pasaje”. ¿Se ha cumplido lo de Libertad a los oprimidos? ¿Cómo se atreve Jesús a decir eso? ¿Es que no ve el círculo de pobres y oprimidos que está a su alrededor escuchándole? ¿Es que no conoce la situación social de Galilea, con un campesinado agobiado por su pobreza y la prepotencia de los ricos? ¿No ve al pueblo judío sometido por las legiones del Imperio?
Jesús no vacila, mantiene su discurso, pasa entre ellos y se aleja. Atrás quedan el desconcierto y la ira. Pero tras él van los que sí han creído y han experimentado su capacidad de iluminar, de liberar y de sanar.
También a nosotros nos cuesta aceptar a un Dios desconcertante. Un Dios que se sale de nuestros esquemas, de nuestros proyectos: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes” (Isaías, 55, 6-9). No acabamos de creernos que Dios puede dar una libertad mucho más profunda que nuestras limitadas y conflictivas libertades.
Tenemos nuestros pensamientos y nuestros caminos, y no acabamos de asumir la idea de que los caminos y los planes de Dios son distintos de los nuestros. Nos empeñamos en confundir el Reino de Dios con los siempre imperfectos logros y aspiraciones de los seres humanos.
Por supuesto que el camino hacia el Reino de Dios pasa inevitablemente por nuestros esfuerzos por la plena realización humana, para conseguir un mundo de fraternidad, justicia y libertad. Pero no se queda ahí. Aunque nuestros esfuerzos fallen, el Reino se abre como la semilla sembrada en el campo, que va germinando sin que el labrador sepa cómo, ni vea su oculta vitalidad.
Cuántas veces hemos dicho lo de los discípulos de Emaús: “Nosotros esperábamos que…”. Muchas veces hemos esperado, como cantaba Labordeta, “que esta vez la batalla la íbamos a ganar?. La íbamos a ganar con una victoria a nuestra manera. Pero los caminos de Dios eran otros.
Y otras tantas veces hemos mirado con desconfianza: ¿De ahí puede salir algo bueno? ¿De este mundo en crisis puede salir algo bueno? ¿De esta sociedad desmoralizada puede salir algo bueno? ¿De la indignación y la protesta puede salir algo bueno? Pero hoy, en nuestra presencia se sigue cumpliendo este pasaje:
“El Espíritu del Señor está sobre mí”
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Con este número 79 se editan además, en lugar de la entrevista, dos cuadernillos especiales dedicados al XXXI Congreso de Teología y a la III Asamblea de Redes Cristianas. Estos cuadernillos serán distribuidos gratuitamente con la revista entre los asistentes a dichos eventos.
En prensa ya este número de Utopía nos llega la triste noticia del fallecimiento de Julio Lois. Gracias, Julio, por lo que has sido y significado para nosotros y nosotras.