Utopía 110: Ética y Política. 4ª Edición

A continuación de este editorial encontrareis los cinco artículos de esta 4ª edición y mas abajo el resto del número 110

Mucho han cambiado las cosas desde que Aristóteles definió a los seres humanos como animales políticos. Lo que no ha cambiado es que seguimos siendo seres políticos y esa cualidad, que Aristóteles reconocía sólo a varones, libres y propietarios, es hoy patrimonio de toda la humanidad. Seres que sólo nos podemos desarrollar en una comunidad humana, en la cual evidentemente se necesitan unas reglas que establezcan las normas de convivencia.

Esa comunidad, la polis griega, se ha ampliado hasta alcanzar unas dimensiones planetarias y las normas de funcionamiento deben adecuarse a esta situación. El campo donde se debaten y se establecen esas reglas a las que debemos atenernos los seres humanos es, precisamente, el terreno político.

Los seres humanos somos también seres éticos: la ley moral está inscrita en lo más profundo de nuestro ser. Por tanto, cuando actuamos en el campo de la política, esa ley moral nos está exigiendo que trabajemos para conseguir una convivencia lo más armónica posible. Las decisiones tomadas en el campo de la política influyen decisivamente en la vida de todos los seres humanos y es responsabilidad de todos el que esas decisiones sean las más justas y las más adecuadas para el bienestar común. Decir “yo no quiero saber nada de política” es una insensatez, pues las decisiones políticas nos están afectando a todos en cada paso que damos. Y no podemos eludir nuestra responsabilidad ética en ese campo.

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El papa Francisco lo expresa de una forma contundente. En una audiencia concedida a un grupo de jóvenes de una escuela jesuítica, a la pregunta sobre cuál debía ser el compromiso de los cristianos en la sociedad, el papa respondió:

“Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano.Nosotros no podemos jugar a ser Pilato, lavarnos las manos. No podemos. Debemos involucrarnos en la política. Porque la política es una de las formas más altas de la caridad. Porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política… La política está muy sucia. Pero yo me pregunto: “está sucia, ¿por qué?” Porque el cristiano no se involucra en ella con espíritu evangélico?”

La responsabilidad ética no la tenemos sólo los cristianos. Trabajar por el bien común es algo a lo que la conciencia nos invita a todos, invitación que no nos quita la libertad. Podemos desoírla una y otra vez, hasta acabar volviéndonos sordos a las voces de la conciencia. Esta sordera tiene un doble nivel: el primero es desentendernos de la cuestión, olvidar nuestra responsabilidad y nuestros deberes como ciudadanos; el siguiente nivel es bastante más grave: es participar en política con el único objetivo del beneficio personal.

La cuestión siguiente es: ¿cómo trabajamos por el bien común?, ¿cómo debe ser nuestra participación en política? Un primer paso es cumplir el elemental deber ciudadano de votar en las elecciones a las que somos llamados. Y ¿a quién votamos? Aquí la responsabilidad ética nos marca claramente el sentido de nuestra opción. Evidentemente, no podemos apoyar a grupos políticos –todos los de derechas− que defienden un  sistema económico en el que el beneficio privado es el objetivo supremo y donde los grandes grupos financieros marcan las líneas rojas que no puede traspasar el poder político democráticamente elegido. Un  sistema que tiene como  principio fundamental la competencia, el enfrentamiento de todos contra todos, evidentemente, va contra los más básicos principios evangélicos de amor y ayuda al prójimo.

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Pero también en los partidos que dicen poner en primer plano el bien común se puede actuar con muy poca ética, y uno de los objetivos de la participación en política es luchar contra la falta de ética que supone actuar movidos por intereses personales, sean económicos, de poder o de prestigio.

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