Y los jóvenes apaleados

KUKUTZA, la autogestión juvenil destruida por el poder

 Gregorio Ubierna Güemes

 Algunos jóvenes quieren vivir de otra manera y se aglutinan en torno al movimiento “OKUPA”. No les gusta el mundo que les hemos dejado y buscan un reducto donde ejercitar esos valores que ellos sueñan. Quieren hacerlo de forma autónoma, sin controles ni ayudas del poder o las instituciones, porque tienen la convicción de que todo lo que toca el poder de sus mayores lo pervierte. También el poder político sospecha de los jóvenes, de su rebeldía, del cuestionamiento del mismo poder, del sistema económico y de la organización social y laboral. Un poder que pretende ser absoluto, policial, violento y que pone la etiqueta de terrorista a todo aquel que le cuestiona.

En mi barrio de Rekalde (en Bilbao) un grupo de jóvenes ocupó hace más de doce años una nave industrial abandonada (venían de otro desalojo). Les costó mucho tiempo y trabajo vaciar, adecentar y limpiar los miles de metros cuadrados de las cuatro plantas de la nave. Bautizaron el proyecto con el nombre de KUKUTZA. Con gran ilusión fueron realizando actividades y creando espacios para otros grupos: locales de ensayo, rocódromo, escuela de malabarismo, de teatro, comedor ecológico, biblioteca (yo les regalé dos cajas de libros), bar, realizaron conciertos y representaciones, etc. En general, cualquier grupo alternativo podía reunirse y desarrollarse allí.

El poder y su policía veía con muy malos ojos tanto movimiento juvenil y actividades autónomas que no controlaba, así que hará cuatro años entró con su fuerza y desalojó violentamente a los jóvenes okupas y precintó el local. Pero los jóvenes volvieron a ocupar la nave industrial y siguieron creando actividades. A partir de entonces fueron admirados y apoyados por los vecinos del barrio. Dedicaron un local para juegos infantiles (una especie de guardería). Pero el poder autocrático-democrático ha terminado haciendo lo que hace con todo aquello que no puede controlar: destruirlo.

Hace unos días entró la policía y expulsó a palos y a tiros a los jóvenes okupas. El barrio reaccionó indignado con una manifestación de ocho mil personas y cuando se concentraron ante KUKUTZA también fueron apaleados. Más de treinta personas fueron detenidas y muchas heridas. Fueron quemados contenedores (algunos por policías de paisano) y le faltó tiempo al poder y a los medios de comunicación para acusar de terroristas y colaboradores de ETA a los jóvenes y a los vecinos del barrio. Describían los hechos como una confrontación o batalla campal, dando a entender que la violencia fue ejercida por ambas partes (manifestantes y policía), pero la realidad es que los únicos que ejercieron violencia, brutal e indiscriminada, fueron los policías (mandados por sus amos) y los jóvenes y vecinos la padecieron, así como las detenciones.

El barrio y algunos grupos municipales pedían al Ayuntamiento que buscara alguna solución o que amortizara el edificio, porque KUKUTZA prestaba un importante servicio al barrio y a los jóvenes. Su respuesta fue aterradora.

Lo que fue un edificio emblemático (pintado artísticamente por los jóvenes), es hoy un solar desolador ante el que muchos no pueden evitar llorar.

El apaleamiento y ensañamiento con los jóvenes se repite, como pasó en Barcelona con el 15-M y también en Madrid o Nueva York y otros lugares, a pesar de que los jóvenes renuncian a la violencia (ni siquiera como respuesta) y se quedan sentados en el suelo.


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