EXPERIENCIA DE TRABAJO EN VIVIENDAS TUTELADAS PARA MUJERES
Maika Olivares Asociació Fent Camí
Por el año 93, cuatro mujeres se pusieron a trabajar en un barrio de acción preferente (una forma bonita de definir a los barrios marginales), gestionando unas viviendas para mujeres en riesgo de exclusión social. A la asociación que crearon (junto a otras) con este fin la llamaron Fent Camí, que significa haciendo camino. Creo que este nombre ya nos da pistas del estilo de trabajo que se ha ido implantando. Se trata de un camino que inicia la mujer al decidir voluntariamente entrar en las viviendas y que no acaba cuando sale de ellas. Se trata de ir sentando las bases, para sembrar, desde el acompañamiento y el cuestionamiento, semillas para el cambio, donde la persona pueda entrar en un proceso de discernimiento sobre las causas de su situación actual y desde el análisis de la propia historia, con el objetivo de poder configurar un plan de vida (que en muchos casos o no existe u otras personas han decidido por ellas). Para que esto se dé hay que empezar por las cosas más sencillas, que faciliten a la persona ir entrando en una dinámica de crecimiento personal, experimentando la propia valía, ese “Yo Puedo”, que de manera intuitiva Fent Camí estableció como un paso esencial y que hoy conocemos como “empoderamiento”.
La cuestión fundamental para que esta labor lleve desarrollándose todo este tiempo ha sido la configuración de un equipo de trabajo donde, además del reparto de funciones según las capacidades de cada una, se comparte toda la información y las decisiones. La coordinación ha resultado necesaria para ir poniendo en común distintas visiones y criterios e ir caminando en una misma línea, desde la escucha, el cuestionamiento y la confianza. Esta forma de trabajar tiene sus raíces en la experiencia y formación de las fundadoras, pertenecientes a movimientos creyentes, sociales, feministas y obreros, que les han marcado un estilo de trabajo comunitario, constante y cargado de valores.
A grandes rasgos, ¿cuáles serían las líneas de trabajo?
Por un lado un trabajo personal. A nivel individual, tratamos que sea protagonista en todo momento de su historia, ya que en muchos casos nunca han tomado decisiones importantes. Para ello desde el primer momento debe responsabilizarse de su vida y la de los o las menores que la acompañan. La entrada en la vivienda es voluntaria así que, una vez conocido el funcionamiento, expondrá sus necesidades y si cree que le puede ayudar su estancia para conseguirlas. De esta forma decide si quiere ingresar y trabajarse para mejorar sus condiciones de vida. Desde el principio trataremos de empoderarla, desechando actitudes maternalistas, victimistas y castigadoras. Experimentar el Yo Puedo es un objetivo fundamental para que la persona empiece a creer en ella misma y se motive a continuar. Es importante que aumenten su capacitación (a través de la realización de cursos específicos), que encuentren un empleo, que sientan que pueden organizarse, ahorrar, empezar a llevar el control de su vida y de sus hijos e hijas. Las mujeres sufrimos una discriminación también en lo económico: aunque cada vez menos, en la mayoría de los casos es la mujer quien se hace cargo de la familia (hijos/as, padre/madre…), lo que dificulta la formación y el acceso al empleo. En este sentido se intenta que cada una vaya ampliando su red de apoyo o creando una si carecen de ella. Hoy en día es más importante que existan estas redes, por lo que tratamos de fomentar las iniciativas de mujeres que deciden salir a vivir juntas, para poder compartir la responsabilidad de los y las menores a cargo, así como a afrontar los gastos.
Por otro lado, un trabajo grupal. Desde el inicio del proyecto, se ha potenciado una convivencia respetuosa, donde el diálogo sea la herramienta de resolución de conflictos. Tratamos de desechar aprendizajes comunicacionales que originen hostilidades (rumores, agresiones verbales o físicas) para resolver los problemas. Para impulsar una convivencia adecuada se organizan reuniones de piso que favorezcan la autogestión y la resolución de aquellas cuestiones que molestan a unas de otras, con el objetivo de llegar a acuerdos que beneficien a todas. También se fomenta el trabajo asambleario, donde puedan exponer sus opiniones, necesidades, temas o actividades que interesen, resolver conflictos generales, etc. Con esta forma de funcionar, se va aprendiendo a vivir en comunidad, a escuchar a las otras personas, para poder ir corrigiendo nuestro propio comportamiento. De manera trasversal también se da importancia al desarrollo o fomento de la conciencia social. Tratamos de hacerle sentir la pertenencia a un grupo y la importancia que tiene su participación activa en la vida comunitaria para ir transformando la sociedad. De manera específica se tratan temáticas de género: alrededor del 25 de noviembre o del 8 de marzo, se realizan talleres junto a otras personas del barrio y se anima la asistencia a las manifestaciones que se convocan, para que vayan descubriendo y vivan la experiencia de reivindicar, junto con otras personas, un mundo más justo e igualitario.
En este tiempo de crisis tenemos serias dificultades para poder desarrollar un proyecto integral debido a la complicación para acceder a un puesto de trabajo y por tanto a poder planificar su futuro a medio plazo. Al carecer de formación y recursos como carnet de conducir y vehículo, tener cargas familiares y no contar con apoyos (además de la amplia competencia que hay en el mercado laboral), hace que muchas puedan llegar a plantearse acogimientos de los o las menores, para trabajar como internas en condiciones de semiesclavitud, regresar a sus países, volver a la casa familiar aunque eso suponga volver a la situación de conflicto, etc. Resulta llamativo cómo ha crecido el número de ofertas de prostitución directa o encubierta en internet (donde puedes encontrar hombres que ofrecen puestos de trabajo para internas a mujeres jóvenes y “liberales”, o de secretarias particulares a chicas jóvenes que estén dispuestas a ser “cariñosas con su jefe”). Para evitar situaciones de desamparo que aboquen a la mujer a tomar decisiones denigrantes, tratamos de trabajar en red y de impulsar el apoyo mutuo, puesto que la discriminación económica en este tiempo de crisis se acentúa todavía más para estas personas que se encuentran en el umbral de la pobreza. Incluso aquellas que en su día salieron con trabajo y con una vida más o menos encauzada, hoy se tambalean.
¿Quién es mi prójima? Mi prójima son todas estas mujeres, que por el hecho de haber nacido en condiciones de pobreza, de haber vivido situaciones de abuso, de no haber experimentado el amor de una familia, de haber sufrido maltrato durante años… metafórica y físicamente apaleadas y asaltadas en el camino de sus vidas, hoy se encuentran desestructuradas y desorientadas, con mucha rabia contenida, sintiéndose culpables al no poder ofrecer cariño a los o las hijas en muchos casos, sintiéndose culpables por no poder salir adelante, sin valorarse, sin quererse y sin sentir que merecen respeto. Nuestras prójimas son ellas; desde la profesionalidad que separa la frontera entre la amistad y la educación social, sin que esto impida hacerles explícita la preocupación que sentimos por su vida y mostrarnos cercanas desde el cariño y el reconocimiento de la valía personal de cada una, tratamos que puedan sentir y vivir una experiencia liberadora; tratamos conjuntamente de ir haciendo camino.