Entrevista a Yayo Herrero

Evaristo Villar

YAYO HERRERO

YAYO HERRERO, actual directora de FUHEM, centra su trabajo en temas relacionados con la ecología social y el feminismo. Yayo es Licenciada en Antropología Social y Cultural, Educadora Social e Ingeniera Técnico Agrícola. Mantiene una fuerte vinculación con los Movimientos Sociales, principalmente con Ecologistas en Acción. Es profesora-colaboradora del máster de Educación y Sistemas Complejos de la UNED.

Advierte Michael  Löwy que “la civilización capitalista industrial moderna es un tren suicida que avanza, con una rapidez creciente, hacia un abismo”. ¿Qué se está haciendo para cuidar la vida en el planeta ante esta lógica expansiva y destructora del sistema capitalista?

Desgraciadamente, los poderes económico y político están haciendo poquito y, en muchos casos, se apuesta por falsas soluciones, como son la escapada tecnológica o la apuesta por un imposible capitalismo verde que agravan la crisis ecocida.

Lo triste es que, incluso en algunos de los movimientos políticos que se proponen como alternativos, los análisis tampoco van mucho más allá, y no terminan de encarar la oposición irresoluble entre la dinámica expansiva del capitalismo y los límites físicos, ya sobrepasados, de la Tierra.

En una situación de crisis como la que atravesamos, donde las condiciones de vida de la sociedad están siendo tan fuertemente amenazadas, dice Noam Chomsky que es más importante la crisis ecológica que la económica. A ti, ¿qué te parece?

Yo creo que ambas crisis se encuentran interconectadas. Más bien, creo que lo que no es posible es superar la crisis económica, entendiendo por superación la posibilidad de que las mayorías sociales puedan cubrir sus necesidades básicas, sin afrontar el conflicto ecológico.

Con la elevación de la temperatura, la desertificación de las tierras, la desaparición del agua potable y de la mayoría de las especies vivas, la multiplicación de los huracanes y la elevación del nivel del mar… ¿nos encontramos ya en la antesala de la extinción masiva de la vida en la Tierra? ¿Está en peligro la extinción de la especie humana?

Esto es lo que nos dice la mejor información científica disponible. De no afrontar de raíz el problema, una gran parte de la población tendrá dificultades para la mera supervivencia, por no hablar del resto del mundo vivo…

“Socialismo o barbarie”, advertía Rosa Luxemburgo hace más de un siglo. ¿Está triunfando la barbarie? ¿Será aún posible la vida humana en el planeta si el calentamiento global llega a superar los 2° centígrados?

No es posible decir si será o no posible ninguna forma de vida humana, lo que sí que parece estar claro es que una buena parte de la población sufrirá carencias materiales, hambrunas, eventos climáticos extremos, sed y pérdida de sus hábitats. Merece la pena intentar evitarlo, ¿no?

¿Se puede hacer el cambio  de las fuentes de energía fósiles (carbón, petróleo) a las renovables (agua, viento, sol) en las relaciones de producción, sin cambiar a la vez los hábitos sociales de consumo?

No. Es posible, necesaria e imprescindible una transición energética a las renovables, pero las renovables no proporcionarán lo que ha permitido sostener la civilización “fosilista”: consumo sin límites, hipermovilidad, velocidad como tótem…

Se puede y se tiene que vivir con renovables, pero con unos niveles de consumo material mucho menores. Estamos hablando, obviamente, de aplicar criterios de justicia, porque podría ser que algunas pocas personas sigan manteniendo consumos irracionales a costa de que muchas otras sean expulsadas o marginadas.

¿Qué opinión te merece la ecología que se adapta al mercado y pretende desarrollar un “capitalismo verde”?

Que no servirá para sostener las necesidades de todas las personas. Puede que haga crecer el PIB, pero ya sabemos que crecimiento económico no tiene por qué ir acompañado de vida buena para todas las personas.

Algunas de las propuestas del capitalismo verde no son escalables a toda la población. Es físicamente imposible electrificar todo el parque de vehículos existente (sabiendo que la posesión de coche privado no es algo, ni mucho menos, extendido a la población mundial). Si los minerales que se necesitan para la electrificación del coche también hacen falta para la construcción de placas solares y aerogeneradores, así como para la fabricación de dispositivos microelectrónicos utilizados en las nuevas tecnologías de la comunicación, encontrándose ya muchos de ellos ante sus picos de extracción, es obvio que las promesas de crecimiento sin fin del capitalismo verde son una falacia y, en el mejor de los casos, llegarán sólo a unos pocos.

Ante el pesimismo de la razón,  Gramsci propugnaba el “optimismo de la voluntad”. ¿Encuentras en las organizaciones de izquierda capacidad para integrar en sus programas el colapso de civilización y la extinción de la vida en la Tierra como una posibilidad real?

Capacidad hay, sin duda. Otra cosa es que, de momento, no sea la prioridad, al menos en los discursos de las cabezas más visibles. Por otra parte, en muchas de sus bases la preocupación y conciencia es creciente y esperanzadora.

¿Ves en las actuales víctimas del sistema capitalista neoliberal una base social capaz de jugar en la transformación del sistema un papel similar al asignado a la clase obrera en la ortodoxia marxista?

Veo la potencialidad de que exista. El movimiento ecologista no ha sabido, no hemos sabido, conectar bien la crisis ecológica con las dinámicas de empobrecimiento y precariedad vital. Es muy importante hacerlo y volcarnos en tejer comunidad que sirva para reducir las carencias, paliar el miedo y la incertidumbre. De no hacerlo, dejamos el camino libre a iniciativas de corte neofascista, que se postulan como las que se preocupan de la gente, señalando a otros seres humanos pobres como culpables de la crisis.

Las soluciones a la crisis del sistema actual, ¿podemos hacerlas desde dentro o tenemos alguna posibilidad de esperar a que nos lleguen desde fuera?

Yo no esperaría, por si acaso… El tiempo, sobre todo en lo ecológico, apremia. Yo creo que se pueden construir desde dentro y, a la vez, estar atentas y receptivas a las necesarias alianzas con otras personas que están en la misma lucha.

Ignacio Ellacuría, mártir de la liberación, pensaba que la actual civilización de la riqueza hace del capital el motor de la historia, y proponía superarla con la “Civilización de la Pobreza”, donde el motor sea el trabajo, la satisfacción de las necesidades básicas y la solidaridad. ¿Qué piensas de esta propuesta?

Creo que es preciso luchar contra la excesiva riqueza, que impide que muchas personas accedan a los mínimos vitales. Y, sí, la apuesta por la suficiencia y por una austeridad material parece un camino ineludible en un planeta con sus límites ya sobrepasados. Un amigo, Emilio Santiago Muiño, suele reivindicar la pobreza en el consumo de materiales y energía, y una enorme riqueza relacional. La llama la “lujosa pobreza”.

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