Es de sobra conocido que las tradiciones religiosas de la Semana Santa tienen más de folclore, costumbrismo y mitología popular que de actos religiosos estrictos. A pesar de lo cual, tales manifestaciones pseudoreligiosas invaden de tal manera el espacio público de nuestros pueblos y ciudades que puede afirmarse con razón que durante esos días España deja de ser un país aconfesional. Retorna por toda la geografía el imaginario del nacionalcatolicismo, propio del régimen franquista.
Otro comunicado de la Comisión de Laicidad de Cristianas y cristianos de base de Madrid
Abundan los símbolos, los actos y las manifestaciones que inducen a creer que todos los españoles seguimos siendo católicos-romanos y que el Estado se rige más por un modelo teocrático que por otro democrático. Lo que lleva a concluir, una vez más, que de todas las transiciones que se han producido en España en estos 40 años, la más retrasada sigue siendo la transición religiosa.
Porque, sea cual sea la motivación profunda de las personas que participan en las procesiones y actos religiosos, muy diferente en unas y otras latitudes y siempre respetable, es evidente que en estos días abundan los ejemplos de simbiosis entre la religión católica y las instituciones civiles (políticas y militares) que colisiona con el propio orden constitucional.
Diríamos más: la Semana Santa de 2018 ha desvelado una estrategia de involución de nuestros derechos y libertades, entre ellas la aconfesionalidad de nuestro estado. Todos hemos podido comprobar que en esta Semana Santa el art, 16.3 de la Constitución, sobre la aconfesionalidad del Estado, ha quedado abiertamente suspendido!
Lo delatan multitud de hechos y elementos simbólicos:
-Hemos visto desfilar en cada procesión y ocupar lugares de honor en ceremonias religiosas a cada vez más concejales, alcaldes, presidentes autonómicos o ministros, participando, en representación de su cargo, tras las imágenes que desfilan en cada procesión. En algunos casos, como en Plasencia, se alcanzó el pleno de la representación: del ejército, la policía nacional, la guardia civil y policía municipal, el subdelegado del gobierno, la presidenta de la asamblea de Extremadura, la presidenta de la Diputación provincial de Cáceres y el alcalde con toda la corporación municipal.
-Especial protagonismo han tenido los militares del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, que han participado este año en más de 200 actos institucionales y religiosos con motivo de la Semana Santa.
-Pervive el perdón medieval por Semana Santa a algunos reos (5 este año), que se concede por el Mtº de Justicia a petición de las cofradías y otras entidades eclesiales. Es ésta una tradición propia del nacionalcatolicismo, no de un Estado de derecho, que resulta un verdadero insulto para otros muchos condenados a quienes se les niega el indulto, aunque lo tengan merecido.
-Se siguen destinando importantes recursos públicos -económicos, materiales o personales- a promocionar y sustentar las manifestaciones religiosas, cuando, dado el carácter aconfesional de nuestro Estado, los gastos derivados de estos desfiles ostentosos deberían ser costeados por sus organizadores, es decir cada cofradía.
-Hay gestos en que el poder civil y el religioso se entrelazan sin ningún pudor, cediéndose mutuas competencias. En Toro, por ej., se lleva a cabo el intercambio oficial de la insignia del abad mayor de la Asociación del Santo Sepulcro y el bastón de mando del alcalde, que lo cede a la cofradía, copatrona de la ciudad.
-Y, cómo no, hemos asistido a la hipócrita actuación del Ministerio de Defensa, que decreta banderas a media asta en todos los edificios militares en señal de luto por la muerte de Jesucristo, a la vez que promueve los valores de la guerra en las Escuelas y compromete un escandaloso gasto militar (>10.000 millones Eur. en armamento) para seguir en primera línea de la OTAN, y llevar la guerra allá donde señale el Imperio.
-De las procesiones, poco nuevo se puede decir, si no es mostrar la repugnancia por la bochornosa exhibición de los legionarios, que, armados hasta los dientes y cantando “Soy el novio de la muerte”, muestran al Crucificado (el Cristo de la Buena Muerte) como un trofeo, estimulados por cuatro ministros del gobierno nacional que cantan, enfervorizados, ese himno a la muerte, en honor de un ajusticiado que sólo buscó dar vida a cuantos les había sido arrebatada. ¡Repugnante contradicción!
-Detalles positivos? Sólo a medias. 2018 ha sido el primer año en que en algunas ciudades, a las mujeres se les ha permitido desfilar bajo la túnica de nazarenos, junto con los hombres. Pero siguen siendo infinidad las cofradías que todavía mantiene la discriminación por razones de género.
Gestos y actos que, contemplados desde la óptica de la laicidad, propia de un estado democrático, apuntan en una misma y lamentable dirección: la aconfesionalidad del Estado al Gobierno le importa un bledo”. Sigue actuando en abierta confesionalidad católica. El respeto al conjunto de la sociedad española, diversa y plural, de la que todas y todos, creyentes o no, formamos parte, les importa bien poco. Tal vez porque el Gobierno del PP, y en general la derecha de este país, siguen considerando que el Estado y su bandera son de su propiedad.
Esta exhibición de confesionalismo, unida a las ofensivas de grupos ultracatólicos como la asociación de “abogados cristianos” y apoyada en la connivencia del poder judicial (véase la sentencia que legitima la financiación pública de centros escolares que segregan entre niños y niñas.. etc.) requiere de todos nosotros levantar la voz para combatir esa estrategia involucionista que pretende devolvernos a un oscuro pasado de neo-nacionalcatolicismo. La simbiosis entre la cruz y la espada, propia de la “cruzada franquista-nacional-católica” amenaza con volver para quedarse.
Comisión de Laicidad de CCBM. Abril 2018