Los que mueren no son nuestros.
Esteban Tabares. Fundación Sevilla Acoge.
Los naufragios de embarcaciones repletas de personas inmigrantes se han convertido en una imagen habitual, indolora e indiferente para la gran mayoría de ciudadanos europeos, pues tales tragedias diarias no levantan olas de protesta e indignación para gritar con solidaridad hacia las víctimas: ¡Basta Ya!… Pero eso se hace ocasional y muy débilmente sólo por algunas minorías. Porque no nos duelen, porque esos muertos no son de los nuestros y no hacemos nada efectivo ni ciudadanía ni Gobiernos para que cesen tales tragedias.
El pasado año 2014, unas 219.000 personas cruzaron el Mediterráneo y 3.500 de ellas perdieron la vida en sus aguas. En este año serán muchos más, lo estamos viendo. El viejo Mare Nostrum es a la vez foso y fosa. Muchos que viven confortablemente en la orilla norte quieren que este mar siga siendo foso que nos separa y defiende de “las avalanchas de esos bárbaros del sur”. En cambio, para miles de habitantes de la orilla sur las aguas terminan en fosa colectiva que se traga sus vidas y sueños.
Por miles seguirán viniendo y muriendo si la UE no actúa y si los ciudadanos no nos alzamos exigiendo más humanidad y más justicia ante esta vergüenza. Europa no puede cerrar los ojos y debe adoptar eficaces medidas de rescate y de acogida de quienes huyen de conflictos, persecución y hambre en África y en otros lugares. Sin embargo, eso no lo harán.
En las reuniones europeas y en las cumbres de Jefes de Estado toda la preocupación se centra en culpar y perseguir a quienes trafican con personas. Aunque proclaman la defensa de los derechos humanos, sin embargo nuestros líderes demuestran con sus disposiciones que no valoran como prioritario el derecho a la vida, sobre todo cuando se trata de la vida de los otros, los que no son de los nuestros. Lo que les preocupa es cómo vigilar y castigar para defendernos de la avalancha que amenaza nuestra seguridad europea con la llegada de miles de fugitivos. Su prioridad es apuntalar y fortalecer la Agencia FRONTEX y por eso han triplicado el presupuesto de la misma para vigilancia y control del mar y las costas del Mediterráneo.
Los principales dirigentes políticos de la UE hacen públicas e hipócritas declaraciones de pesar, al mismo tiempo que sus respectivos Gobiernos incrementan y fortalecen el control policial de las fronteras; endurecen sus leyes de inmigración; miran impasibles el ascenso de grupos y partidos racistas-xenófobos; no afianzan efectivos y humanitarios dispositivos de acogida y asistencia; casi han desmantelado o eliminado sus presupuestos de cooperación al desarrollo; promueven o consienten conflictos armados en los países del Sur o se benefician de los mismos (en Libia, Siria, Somalia, Eritrea, Sudán y otros); sostienen o colaboran con gobiernos dictatoriales y corruptos; sus políticas comerciales neo-colonialistas y las medidas del FMI expolian gran parte de sus recursos económicos, materiales y humanos, etc.
Estas son las grandes causas de la emigración y no la existencia de mafias a las que se quiere culpar exclusivamente de las muertes en el mar. Si no hay cambios de fondo en las políticas de inmigración y en la economía mundial, seguiremos lamentando más y más muertes de tantas personas que sólo buscan y merecen un lugar digno y en paz para vivir. Y seguirá creciendo “la globalización de la indiferencia” (Papa Francisco).
“Decía Hobbes en Leviathan que la única razón que podía justificar la desobediencia al Estado era que éste no garantizara la vida. Desde entonces hemos aprendido que la obligación primaria del Estado no es sólo garantizar la vida como primer derecho de sus ciudadanos, sino la vida de todos aquellos que se encuentran al alcance de su soberanía. La UE viola grosera, masiva, gravemente esta obligación primaria cuando se trata de inmigrantes y refugiados. Y con ello pierde la legitimidad y la razón básica de obediencia” (Javier de Lucas).