Santi Villamayor CCP Zaragoza
A Ernest Lluch lo asesinaron por dialogar. La “nueva nuevamente” ley de educación nace sin consenso tras un dialogo infructuoso o imposible. La polarización es excesiva y artificial, prima la supeditación al elector espectador. Pero todo llegará, sobre todo cuando la religión se desvanezca en espiritualidad, pierda doctrina y dogmatismo y el humanismo laico no tenga apuro en implementar con densos símbolos la común lectura científica de la realidad.
Ha habido en España, queda algo, una generación privilegiada que pudo beneficiarse, cuando la segregación de la posguerra, de una buena educación en colegios religiosos. Generación heredera de una religiosidad sincera en el erróneo y nocivo nacionalcatolicismo, que se cambió de orilla y se comprometió con la izquierda, que en la transición política se lanzó a la calle y terminó en la cárcel. Una generación rompedora de la escolástica manera católica de comprender el mundo, contestataria del dogmatismo de la Palabra de Dios y que no aceptó la sumisión de la razón o de la ciencia a la fe. Que devolvió el Evangelio a la izquierda moral en donde nació, el pueblo y no sus dirigentes. Esa misma generación alumbró con otros los movimientos sociales que hoy defienden desde una mentalidad laica las políticas solidarias y el cuidado de los vulnerables.
Una lucha contra el dogmatismo
Esta generación probó todo, lucho contra todas las polarizaciones en los últimos 60 años contaminándose a veces por ellas y sus logros todavía están enterrados esperando florecer. Polarizaciones entre la reforma y la ruptura, el realismo y el utopismo, el inconformismo y la instalación, la lucha de clases y la reconciliación, la técnica y la cordialidad, el nacionalismo y el estatalismo, los vestigios rurales y las novedades urbanas, el mundo real y las nubes virtuales. Y podríamos seguir
La pluralidad de yoes, el cúmulo de vivencias de signo contrario que esta generación lleva dentro le otorga un lugar privilegiada para servir de encuentro. Y en ello llevamos años sin ser apenas escuchados. Ofrece una llamada a desenmascarar los componentes clasistas que se esconden en la exigencia de libertad y a crecer en calidad desde la igualdad. Pero ha ganado el dogmatismo, el recurso a la seguridad en tiempos de especial incertidumbre, la defensa de privilegios y el oportunismo político. Ha ganado el demonio de la obstinación, de la posesión de la verdad y de la segregación.
Una vez más, la educación
El problema de la educación no es la disyuntiva de escuela pública o concertada, la libertad de elección o la enseñanza de la religión, sino la apertura de la mente, la calidad y la superación del clasismo. Hay colegios concertados volcados en una generosa labor de mestizaje y de admirable innovación pedagógica. Y hay centros públicos deteriorados por la marginación donde se bloquea la igualdad de oportunidades porque concentra a la población marginada. No está allí el hijo del empresario cuyos amigos me pueden colocar al hijo o el del investigador afamado cuya biblioteca está llena de tentaciones de sabiduría.
Religión en la escuela
Necesitamos una actitud publicana, menos farisaica. Desplegar la tolerancia y civilidad que elevan los desencuentros ideológicos a un nivel superior compartido, centrándonos todos en los valores de un eco-humanismo profundo, laico o religioso. Una religión o ideología concreta no puede ser directora de la educación de todos, ni una excusa para la segregación. Los derechos humanos, los objetivos del milenio, la constitución sí son universales.
Desde el marco de este blog deseo que la tradición católica, en función de su misma fe, no proyecte de nuevo la vieja mentalidad doctrinal, tan contraria al libre pensamiento de todos, a la libertad educativa en fraternidad, a la sinceridad y a la preferencia por los excluidos. Aquellos colegios que dicen inspirarse en el humanismo cristiano podrían ser los primeros defensores del diálogo y de la cohesión social. Algunos han iniciado el camino.
Otra llamada al diálogo
Y también en el ámbito del laicismo los defensores de la universalidad tendríamos que reconocer que esta universalidad es más un resultado progresivo del diálogo y del acuerdo que de su pura defensa. La mitad de la ciudadanía piensa a derechas y reza a un Dios siempre falso y la otra mitad acampa a la izquierda y lucha contra demonios siempre irreductibles.
Aunemos fuerzas.