Excluidos y Expulsados
Los excluidos sobre los que esta vez se llama la atención son los inmigrantes. Llegan fundamentalmente desde los países empobrecidos del Sur hasta los países desarrollados, al mundo rico, buscando ganar el pan de cada día para ellos y sus familias o un futuro algo mejor del que en sus países de origen les cabe esperar.
El fenómeno del ir y venir de la población en busca de mejores condiciones de vida es tan antiguo como la misma humanidad. Si ahora ha cobrado relevancia, hasta convertirse incluso en un problema, es por un doble motivo. Primero, porque cada vez es mayor el número de personas que llegan huyendo del hambre y de la desesperación, dado el deterioro económico o la situación creciente de pobreza que se vive en sus países de origen. Y, segundo, porque llegan a un supuesto paraíso, que ya no lo es tanto, el mundo rico, pues a estos países les corroe también la crisis económica, que se manifiesta en la saturación del mercado de trabajo y en la proliferación de sectores marginados y excluidos dentro del propio mundo rico, los inmigrantes se enfrentan a una realidad hostil que contrasta con la promesa de un paraíso. Si bien su presencia alguna vez fue tolerada como mano de obra barata en un mercado laboral abundante, la situación ha cambiado drásticamente. Ahora, su existencia genera rechazo, evidenciado por el creciente fenómeno de xenofobia y racismo. Es imperativo que los creyentes reflexionen seriamente sobre este problema y se comprometan a abordarlo de manera humana. Este número de UTOPIA invita a la acción, instando a adoptar compromisos y formas de intervención para enfrentar la exclusión y marginación que afecta a estos individuos en el seno de la sociedad próspera. La urgencia se hace aún más evidente al considerar las exclusiones que se manifiestan dentro de la Iglesia misma. En este contexto, el caso reciente de la expulsión de personas de la Congregación Claretiana destaca la falta de diálogo, misericordia y el autoritarismo reflejado en la actuación del Vaticano. Desde UTOPIA, expresamos solidaridad con este grupo y denunciamos el trato injusto y poco evangélico hacia aquellos que han dedicado décadas a una institución religiosa, mostrando que discrepancias y opiniones divergentes son castigadas en lugar de ser acogidas con comprensión y diálogo.