Editorial. Los excluidos del 92.

Editorial. Los excluidos del 92.

Nos engañan. Nos engañan con grandes palabras mentirosas: Democracia, Seguridad ciudadana. Defensa nacional. Libertad de expresión, Soberanía popular. Mercado libre. Orden Internacional… Hoy nos engañan llamando UNIVERSAL a la Exposición que se ha inaugurado en Sevilla el 20 de abril. Y lo hacen con la mentira más insidiosa, que es la consciente mutilación de la verdad. Porque verdad es que en Sevilla se presentan muchísimas cosas. Medio mundo, con sus chips, sus naves espaciales y su ingeniería genética, con sus rascacielos y sus trenes de alta velocidad, va a verse reflejado en los casi cien pabellones que encierran lo más espectacular de las realizaciones humanas.

Pero, ¿es eso todo lo que existe en nuestro mundo? ¿Dónde se expondrá la miseria de media humanidad? ¿En qué pabellón podremos contemplar su hambre? ¿Dónde podremos ver a los niños que mueren deshidratados por falta de una ampolla desuero? ¿De qué fuentes brotará el agua apestosa que se ven obligados a beber millones de seres humanos?¿expondrán fotografías de los escuadrones brasileños encargados de eliminar niños mendigos? ¿Serán capaces de hacemos ver las sombras de cien mil guatemaltecos asesinados por una brutal y silenciosa represión? ¿Se oirán los gritos que los habitantes de Timor Oriental lanzan antes de ser masacrados por el ejército invasor? ¿Podremos ver cabalgar por esa Feria de Sevilla a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis que aplastan a los campesinos peruanos? No. no nos preocupemos. Podemos ir a Sevilla tranquilamente. Ninguno de esos desagradables espectáculos herirá nuestra delicada sensibilidad ni perturbará la embobada admiración con que todos sus visitantes deben contemplar la maravillosa Exposición “Universal” de 1992.espectacular de las realizaciones humanas.

 Y, si se nos ocurre preguntar a alguno de los organizadores que dónde podemos ver esos otros aspectos de nuestro universo, nos examinará con una mirada idéntica a la que dedicaría al propio don Quijote, si se presentara lanza en ristre a las puertas de la Expo. Ellos no quieren reconocer más universo que ese brillante mundo de aluminio y plástico, ordenadores y mercado libre, que desde cien orgullosos pabellones impone su inapelable dominio. Lo demás no cuenta. Desde luego no cuentan los millones de seres humanos dramáticamente zarandeados entre la imperativa norma del Vaticano: “¡Qué nazcan! ¡Qué nazcan más y más!”. Y el irritado desprecio de los expositores de Sevilla: ¿Para qué habéis nacido? No os necesitamos. ¡Sobráis!”. Son los que no tienen nada que celebrar este 1992; ninguna capital admite su cultura y ¡ojo cómo se les ocurra asomar por la Exposición Medio universal!   

Un difundido trabajo del sociólogo Franz J.Hinkelammert ha expuesto con aguda crudeza la situación en que se encuentran esos excluidos del 92. Ni siquiera pueden decir que están al servicio de los grandes señores del mundo. Estos no necesitan sus servicios. Para los parias que llenan el Tercer Mundo hasta el ser explotado es un privilegio. Su situación es aún más angustiosa. No hacen falta ni como mano de obra barata. Las máquinas lo hacen mejor. Simplemente,  sobran.

Estremece imaginar lo que un renaciente nazismo puede idear como “Solución final” para esta situación crítica de nuestro mundo. Desde luego sería algo más brutal, pero, en el fondo, tampoco demasiado distinto de lo que está ya realizando el democrático capitalismo liberal con su hipócrita defensa de los derechos humanos. Cuando a los pobres el único derecho que les dejan es el de elegir bajo qué gobierno prefieren morirse de hambre.

Pero Dios tiene unos criterios muy distintos de los del Fondo Monetario Internacional y toda su corte de charlatanes. “Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a lo sabio. Y ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir a lo fuerte. Lo plebeyo despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es. Para reducir a la nada lo que es” (I Cor. 1.27 ss).

A todos los excluidos del 92, los elegidos de Dios. Atadas esas multitudes que con su existencia están gritando la necedad de tantos sabios economistas y políticos. Inflados de democracia mercado libre. A los pueblos que están mostrando clamorosamente las mortales contradicciones encerradas en el victorioso sistema capitalista occidental. A los que lanzan al viento puñados dela arena que forma los cimientos de la deslumbrante Exposición Universal. A las grandes masas prisioneras en un mundo que hemos reducido a la tercera categoría, y también a los grupos marginados entre nosotros. A todos ellos queremos dedicar hoy el modesto esfuerzo que supone seguir adelante con nuestra UTOPIA.

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