Editorial: Solidaridad desde la Base

Editorial: Solidaridad desde la base.

Los distintos gobiernos del mundo, los sindicatos, los banqueros, los del Norte y los del Sur, los dirigentes y los dirigidos, los ricos y los pobres, los instruidos y los que no lo son: jóvenes y mayores, hombres y mujeres, creyentes y no creyentes…, en el tiempo que vivimos, con frecuencia, TODOS HABLAMOS Y OIMOS HABLAR DE SOLIDARIDAD. Los pobres de la tierra piden solidaridad; el F.M.I.. en la coyuntura económica actual pide solidaridad: Maastricht parece que requiere solidaridad: Felipe González y nuestros partidos políticos piden solidaridad ante el empleo, el terrorismo, la situación económica…: la situación del pueblo Kurdo o Palestino exige solidaridad: en el mundo desarrollado, en los últimos 10 ó 20 años hay muchos movimientos de solidaridad con…; solidaridad aparece incluso como nombre de un movimiento sindical que todos conocemos en el Este Europeo: también dentro y desde la Iglesia se habla y se busca la solidaridad; pero… no todas estas maneras de hablar y entender la solidaridad den, evidentemente, meterse en el mismo saco de una historia de justicia y dignidad que pertenece sin ningún género de dudas a los excluidos del mundo de hoy en primer lugar.

Huyendo de los grandes discursos teóricos sobre la solidaridad, no queriendo caer en la tentación de ofrecer unos artículos de palabras bellas, pero vacías, dedicamos desde UTOPIA, este tercer  número de nuestra revista, para comunicar la experiencia viva y concreta de la solidaridad que muchas personas y grupos tienen en su quehacer diario. Queremos, en definitiva, decir con la pequeñez y sencillez de nuestra vida y nuestra reflexión, cuál es el sentido que tiene entre nosotros y queremos que tenga en el mundo de hoy. La solidaridad. Ya desde esta primera página de la revista queremos dejar claras algunas cosas que en las distintas aportaciones y artículos aparecen con toda claridad. No podemos creer, y antes al contrario denunciamos, la falsa solidaridad de la que hablan y piden de la sociedad, los grandes poderes económicos mundiales; ni podemos creer en la solidaridad que pide el Mercado Multinacional y sus fieles políticas nacionales: ni podemos hacernos oídos de la solidaridad que nos piden desde la ceguera del sistema capitalista sus máximos ejecutores que son los políticos y jefes poderosos de las llamadas democracias actuales. Y no podemos creer en su “solidaridad” por el espectáculo vergonzoso que supone contemplar las consecuencias de su estilo de hacer y de vivir en el mundo del 92.

Por el contrario SÍ CREEMOS y queremos potenciar nuestro compromiso en la solidaridad que se desarrolla desde la base. En la solidaridad efectiva que hace posible que jornaleros andaluces o pequeños campesinos castellanos, extremeños o aragoneses, se empeñen en alternativas a este sistema inhumano o conformista. En la solidaridad ejercida y vivida entre encarcelados, o drogadictos o desempleados, como recurso social para exigir cambios sociales profundos en las estructuras que conforman el escenario de la sociedad de hoy. En la solidaridad entre y con los inmigrantes extranjeros que se ven envueltos en la injusta privación de un derecho humano fundamental. En la solidaridad con el tercer mundo, entre los pobres de la tierra, para ir abriendo nuevas brechas y caminos para un mundo y sociedad radicalmente nuevos. En la solidaridad de miles de Comunidades Eclesiales de Base que están sabiendo vivir: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis en vuestras casas, anduve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y fuisteis a visitarme, estuve en la cárcel y fuisteis a verme”. (Mi 25.35-36). En la solidaridad cristiana de todas aquellas vidas comprometidas en la Buena Noticia para la credibilidad a la Iglesia. En la solidaridad cristiana tal como recoge Jon Sobrino: “Solidaridad con las víctimas de la injusticia humana socio-histórica: porque así está testimoniado como escandalosa buena noticia en la palabra y la acción de Jesús de Nazaret Porque la propia solidaridad entre los hombres, si no incluye en primer lugar a las víctimas, se pervierte a sí misma en pacto o intercambio interesado de los verdugos entre sí”. En la solidaridad…

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