En memoria agradecida a un extraordinario compañero

 

El pasado 21 de abril falleció en la residencia SAN FRANCISCO DE PAULA, Madrid, Rufino Velasco Martínez. En el pasado mes de marzo cumplió 90 años. Debido a la repetición de varios ictus, en sus últimos años ha estado físicamente muy limitado. Pero esta limitación física ha dejado aparecer en él la gran riqueza humana y espiritual que llevaba acumulada.

Con la ausencia de Rufino, la Iglesia del Vaticano II pierde a uno de sus mejores especialistas y testigos. Habrá que leer nuevamente sus impresionantes obras La Iglesia de Jesús y La Iglesia ante el tercer milenio para situarnos en el ámbito de una Iglesia “soñada” y “vivida” desde la alternativa del Evangelio. Como él mismo dice “El Evangelio de Jesús produce siempre una conmoción profunda en lo más sensible de la conciencia cristiana cuando nos recuerda la preferencia por los pobres como la llamada más urgente para los cristianos de cualquier época de la Iglesia”. Rufino, junto a Julio Lois y algunos otros, ha sido teólogo y militante decidido de las Comunidades Cristianas Populares y de la Iglesia de Base de Madrid.

Con la desaparición de Rufino la poesía cristiana pierde a uno de sus mejores representantes. No solo como director de Uriel donde, en los años 50, aparecen todos los grandes poetas de la mitad del pasado siglo. Queremos citar, entre otros, un librito titulado Poesía entre amigos, que recoge poemas de Emiliano Alvarado, Jesús Tomé y Rufino Velasco con prólogo del teólogo Marciano Villanueva donde se afirma que se trata de “poemas que pueden figurar sin desdoro junto a los mejores testimonios de la producción poética contemporánea”. De este libro es este bello poema titulado Al fondo de tus ojos: “He mirado tus ojos lentamente/ dos hemisferios negros. / Líquidos, transparentes, / como dos lagos quietos. / Dos lagos en la noche, abarrotados/ de estrellas y de sueños. / He mirado tus ojos. Y, mirándolos/ como hurgando en secreto, /he sentido, de pronto, que es la muerte/ lo más absurdo y cierto”.

Con la muerte de Rufino los amigos perdemos la nobleza, siempre agradecida, de un gran amigo. Un ser con quien te encontrabas siempre bien, a gusto. Nunca se jactó de tener sus amigos en las alturas. Sus verdaderos amigos, con los que verdaderamente disfrutaba se encuentran en los barrios populares de Madrid, parroquia de San Ambrosio o en el Barrio de Buenos Aires en el extrarradio de la ciudad de Salamanca.  Dos personas en estos lugares empobrecidos fueron para él dos referentes y hermanos del alma: Paco Velasco (en Vallecas) y Emiliano de Tapia (en Salamanca). Probablemente pensando también en ellos escribió este poema: “Yo quisiera decirte lo que te quiero. / Que en un rincón secreto de mi vida/ donde no ha entrado nadie, hay una herida/ que abre hacia ti mi corazón entero. / Decirte que he encontrado el manadero/de una fuente callada y escondida/en que, al mirarme, he visto sumergida/ la forma de tu rostro verdadero” /. 

Con la muerte de Rufino, quienes hemos tratado de hacer de la fe cristiana una experiencia de Comunidad, perdemos un gran hermano y un gran utópico. Nuestras raíces vienen de lejos. Ya desde los orígenes de la revista Misión Abierta y se han continuado posteriormente con las revistas Éxodo y Utopía.  Son muchos los años que llevamos, codo a codo, luchando por las grandes causas del Reino y tratando de acercar un poquito el momento y el mundo en que vivimos, también la Iglesia, a los grandes valores humanos del Evangelio.  En este empeño siempre hemos tenido al lado y considerado como hermano mayor, al obispo Pedro Casaldáliga. Esta comunidad de Fernández de los Ríos desde sus orígenes ha sido considerada por el obispo Pedro “su enclave” en Madrid. Él nos ha acogido cuando hemos pasado por momentos difíciles y nos ha prestado siempre su aliento y apoyo. Con la desaparición de Rufino, vamos a sentir un vacío grande. Entre otras muchas cosas, porque Rufino ha sido para nosotros un compañero noble, un hermano cariñoso, un cómplice en nuestras luchas en defensa de la verdad y la justicia y, siempre, un suplemento de espíritu en momentos de gran turbación.  Que Dios Padre/Madre lo haga feliz en sus moradas.

Desde Fernández de los Ríos: José Luis Sierra, Benjamín Forcano, Secundino Movilla y Evaristo Villar

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