Experiencia democrática al final de la dictadura.

CASTRO-URDIALES:   1977 – 1988.

Experiencia democrática al final de la dictadura.

Gregorio Ubierna Güemes.

   Establecemos contacto con dos personajes históricos: Joaquín, ilustre cirujano de traumatología, y Alfredo, experimentado ingeniero industrial. Ambos vecinos de Castro- Urdiales, donde protagonizaron una militancia democrática y popular desde la base. El origen hay que situarlo en un grupo sin estructura organizativa, pero muy sensibilizado ante los abusos urbanísticos y la agresión al medio ambiente.

   Surge desde el poder autoritario de la derecha el proyecto faraónico de Castro-Novo, que pretendía construir viviendas para 25.000 personas, cuando los habitantes reales de Castro-Urdiales por aquellas fechas rondarían los 12.000 (es decir, pretendía triplicar la población). Para atajar semejante invasión especulativa y poblacional, personas de diferentes sensibilidades se constituyen en asamblea popular y ésta da lugar a la plataforma Izquierda Castreña Unida (I. C. U. ) para concurrir a las elecciones municipales. La derecha saca once concejales, 2 independientes y 4 I.C.U. Pero el objetivo de I.C.U. no es alcanzar poder, sino más bien incidir en la vida ciudadana, evitar abusos de poder y construir la democracia desde la base y llevarla hasta las instituciones. Quien tiene poder (la derecha) les margina totalmente, asignándoles cuatro concejalías secundarias, sin ninguna partida económica. Pero la Plataforma de Izquierda Castreña Unida no mendiga poder en la Institución, porque a lo que ellos aspiran es a tener poder en el pueblo, en la base.

   La clave está en la Asamblea, que se reúne todos los sábados durante tres y a veces hasta cuatro horas. Allí se ejerce la democracia directa, se debate y adoptan acuerdos y también se controla a los electos, a los concejales. Se decide que cada año pase al Ayuntamiento de concejal una persona nueva, potenciando sobre todo la igualdad de la mujer, con lo cual hay fechas en las que coinciden cuatro mujeres de concejalas, hecho novedoso en las instituciones de entonces.

   La lucha se lleva a cabo en la calle mediante la acción directa. Se comunica al Ayuntamiento una deficiencia o una necesidad y, si éste no responde adecuadamente, lo asume la Asamblea. Se instauran los “domingos rojos”, para la realización de trabajos comunitarios, reparación de caminos, calles, mobiliario urbano. Si una pared molestaba se armaban de porras y la derribaban. Si los coches aparcaban encima de las aceras, un grupo se encargaba de bajarlos a empujones. Se funcionaba por Comisiones. Alguien hacía una propuesta, la Asamblea la aprobaba, y el que proponía encabezaba la Comisión. Nada de proponer para que otros hagan. Llevaron a cabo una fuerte campaña a favor del Hogar del Jubilado, lo que provocó la intervención de la Banca para frenar la acción popular. La respuesta de acción directa fue contundente: el sábado todos los integrantes de la Asamblea acudieron a retirar sus ahorros (hasta nueve millones), lo que provocó un colapso en los bancos.

   Las fuentes de financiación de la Asamblea provenían de tres actividades: la primera, una rifa de boletos (el 50% de la recaudación se repartía en premios); la segunda los beneficios conseguidos en un bar popular los viernes, sábados y domingos, donde trabajaban entre seis y ocho personas, preparando pinchos, tapas, raciones y bebidas (este bar fue muy famoso y aparecía en la guía de trotamundos); en este bar no faltaban símbolos de solidaridad internacional; la tercera fuente de financiación era el cine club, donde tenían lugar las Asambleas, pero muchos días se convertía en el Ágora, donde tenían lugar actos culturales, musicales, socio-políticos, con presencia de destacadas personalidades.

   La Asamblea aprobaba el destino de los fondos conseguidos para la solidaridad internacional: se enviaba ayuda a Hispano-América (El Salvador, Nicaragua,…), a los mineros asturianos, a los braceros de El Coronil (Marinaleda), a las luchas que se llevaban a cabo en Euskal Herria. También los vascos ayudaron solidariamente a los castreños, sobre todo en 1980, con las luchas por el Hogar del Jubilado (no olvidemos que Castro perteneció al Señorío de Bizkaia y ha quedado mucha relación económica y cultural; de hecho, en las lápidas fúnebres pueden leerse muchos apellidos vascos).

   Editaban una revista que en principio fue semanal y posteriormente quincenal, durante diez años, llegando hasta el número 198. Tenía veinticuatro páginas, e imprimían alrededor de 500 ejemplares de cada número. Se llamaba PROEL, para ensalzar a los remeros castreños, pues proel es el remero de proa de la trainera.

   Como recuerda Alfredo, la Asamblea, además de ser una herramienta organizativa y de toma de decisiones, y a su vez construir una democracia real y directa, era también una fuente de contrastes, debates y enriquecimiento: “Yo aprendí mucho de la Asamblea. Cuando salíamos seguíamos dialogando de ecología, igualdad de la mujer, solidaridad o cualquier otro tema…”.

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