Juntas, buscando el ver con mayor claridad.

Juntas, buscando el ver con mayor claridad.

Adela Jiménez y Charo Rubio. CP Antequera.

Al pedirnos que escribiéramos un artículo sobre “Vivir de otra manera” y, siendo el tema sobre el que va este nº de UTOPÍA, “La soberanía reside en el pueblo”,  nuestra primera reacción fue echarnos para atrás: ¿acaso vivimos nostras de otra manera? ¿Cómo vamos a escribir sobre “vivir de otra manera” cuando nos parece que nos queda mucho por caminar? Nos resultaba muy difícil, pero,  después,  pensamos que en nuestras comunidades de Antequera la mayoría de las personas que la formamos sí creemos que viven de otra manera y nos animamos a contaros un poco nuestra manera de ir haciendo “camino al andar”.

Es cierto que, en nuestra comunidad de Antequera, hay distintas trayectorias, que no todas las personas que la formamos caminamos al mismo paso pero lo que sí es una realidad es que la mayoría vive o intenta vivir de otra manera.

Tuvimos la suerte algunas de estar en el nacimiento de las comunidades de Antequera y otras el habernos podido incorporar viniendo de otras comunidades. El camino fue doble y simultáneo había que ir desbrozando, derribando mucho de lo aprendido en la Iglesia más tradicional y al mismo tiempo  ir descubriendo el mensaje de Jesús. Esto no fue de golpe, ocurrió como en la curación del ciego del camino, que primero veía sombras y después, como él, creemos que hemos llegado a tener una visión clara de lo que exige el querer formar parte de la Humanidad Nueva de la que nos habló Jesús.

 Lo importante es que ahí estamos e intentamos caminar juntas. La verdad es que hacer este recorrido, aunque difícil, no nos ha resultado arduo porque cuando se camina, aunque sea a diferente paso, junto a las hermanas y hermanos que tienen la misma meta, “La Nueva Humanidad”, resulta más fácil ir superando los obstáculos y vivir la Buena Noticia con mucha alegría.

 Hemos de confesar que las personas que nos ayudaron, en un principio a ir dando pasos a esa Nueva Humanidad fueron personas que, dentro de la Iglesia, empezaron a abrir caminos de liberación. Fue un camino difícil porque, en cuanto a lo que a mí respecta (Charo), tuve que comprender, lo primero, que ni siquiera me había dado cuenta que estaba ciega, por seguir con el simil del “ciego de nacimiento” porque cuando la persona piensa que ve no siente la necesidad de que la iluminen. Una vez superado ese obstáculo de estar ciega sin reconocerlo, fue algo más fácil “buscar el ver con la mayor claridad posible” y ahí podemos decir que comenzó el gran trabajo de ir desbrozando todo para intentar conocer el mensaje de Jesús, el vivir de otra manera. 

En cuanto a mí (Adela), tuve la inmensa suerte de conocer a Monseñor Proaño, y las Comunidades Eclesiales de Base, que me  abrieron los ojos, pero sobre todo me transmitieron la fuerza de lo que significa la comunidad. Lo que significaba la lucha por la liberación de los más oprimidos, en Riobamba, los indígenas. Y cómo en esta lucha llegaban incluso a padecer persecución y cárcel. Más adelante, ya en Madrid, me incorporé a otra comunidad en el barrio de Vallecas, en la que, durante más de veinte años, hemos ido, como dice Charo, desbrozando todo para intentar conocer el mensaje de Jesús. Viviendo las luchas y las dificultades que se nos presentaban en cada momento. El incorporarme a la comunidad de Antequera, ha sido para mí, seguir profundizando en lo que significa el mensaje de Jesús.

Naturalmente este pasar de ver “a los hombres como árboles que andan” a “comenzar a ver hasta lo más lejano” requiere y sigue requiriendo, como hemos dicho, el profundizar en el mensaje junto a las hermanas y hermanos  de la comunidad.

Junto a este “ir viendo” había que ir actuando y, una vez comprendido que ese mensaje era de igualdad había que “ponerse las pilas” y llevarlo a la vida tanto en la comunidad cristiana en la que estamos integradas como en la comunidad humana en la que nos desenvolvemos. Casi todos los miembros de la comunidad, de alguna manera colaboran en alguna asociación que busca y trata de conseguir ese “otro mundo posible”.

         En cuanto a nuestro actuar en la comunidad cristiana, en seguida comprendimos  que de ninguna manera Jesús habría querido que la mujer tuviera tareas distintas en la comunidad y nos pusimos a llevarlo a la práctica tanto en la profundización del Evangelio como  en nuestras celebraciones de la vida; no hay papeles distintos, sí hay distintos carismas y cada persona pone a disposición de la comunidad sus habilidades. No hay personas “ordenadas”,  hay  personas que prestan el servicio de presidir o moderar como hacían al principio la anfitriona o el anfitrión de la casa donde se reunían.

En cuanto a la comunidad humana de la que formamos parte también fue cambiando nuestro modo de concebir nuestra integración en ella. No éramos especiales, no teníamos que llevar distintivos de ninguna clase, teníamos que trabajar codo con codo con todas aquellas personas que luchan por la justicia, por la igualdad, que están contribuyendo a forjar una Humanidad Nueva”, que saben prescindir de bienes engañosos y que tienen claro que hay que decrecer para que otras personas puedan vivir. Bueno, aquello de que “todo monte o colina se abaje y que todo valle se rellene” y por eso estamos en asociaciones que trabajan para que todas las personas sean consideradas como ciudadanas con iguales derechos, que denuncian las injusticias y que no se callan, que nos ayudan a perder los miedos que el sistema nos produce, como “Málaga Acoge” y “Ahimsa” y por eso hemos estado formando parte de las Marchas de la Dignidad, del 22M, porque queremos junto a esas personas ser levadura en la masa para que se cumpla aquello de nuestro querido Labordeta “…que al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad”  o las de Isaías que Jesús hizo suyas dándolas un toque especial o mejor dicho cortando el último párrafo para cambiar “venganza” por “gracia”

     “El espíritu del Señor descansa sobre mí,

                      porque me ha ungido

             para que dé  la buena noticia a los pobres…

                    me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos

   y la vista a los ciegos,

  para poner en libertad a los oprimidos,

                   para proclamar el año de gracia del Señor…”

y que le acarrearon, con las autoridades de su tiempo tanto políticas como religiosas, tantísimos problemas, tantísimas persecuciones y hasta la muerte más ignominiosa, en cruz.

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