Jokin Revilla
Me siento raro. Todo lo que me resultaba importante, básico, se va evaporando. Van cambiando los valores y en este mundo globalizado de mercado único sólo cuenta la ganancia y las personas somos tratadas como mercancía de usar y tirar. El modelo impuesto por Estados Unidos se va extendiendo a todo el mundo.
Modelo donde la dualidad riqueza-pobreza se acentúa día a día, donde la desregulación laboral es total, donde al espacio público se le va arrinconando y haciendo desaparecer, como si de un proceso natural se tratara, cuando detrás se ocultan intereses privados que sólo buscan beneficios en todo lo que ven. Así, contratos laborales basura, sin derechos, se van extendiendo y convirtiendo en la norma, las pensiones públicas totalmente amenazadas, igual que la sanidad pública. Si consigues un empleo, cobras y te apañas, asegurándote tu pensión y tu sanidad por tu cuenta, y si no trabajas…
¡ Vaya modelo! que va cubriendo todo lo que se cruza a su paso. Basta mirar los últimos años y hacia allí nos llevan a pasos agigantados. Reforma tras reforma, precariedad en aumento, fondos individuales de pensiones, entidades de previsión social voluntaria con capitalización individual, seguros médicos individuales, todo sustentado en el falso argumento de que lo público es inviable, sin tener en cuenta que lo público bien gestionado es mucho más fiable que lo privado.
Todo dentro de esa filosofía imperante de «tú durante toda tu vida sólo tienes que preocuparte de ti y asegurar lo tuyo». En una palabra, tanto dinero tienes o aseguras, tanto vales.
Esta corriente de pensamiento es muy fuerte y cuando peinas canas las presiones son mayores y se ve como lógico que te sumes y asegures tu vejez. Si no te han envuelto antes y te han tenido durante toda la vida amarrado y dándoles dinero, quieren que lo hagas los últimos años. Para ellos, mejor es esto que nada.
La Seguridad Social con sus pensiones y la Sanidad Pública no son algo a defender sólo en teoría, mientras en la práctica se potencia que quien pueda potencie lo privado y, a la vez, se beneficie de lo público. Este doble juego es nocivo para el espacio público. La salud y las pensiones dignas son derechos básicos irrenunciables que debemos defender.
Es curioso que bancos, cajas, compañías de seguros y hasta sindicatos compitan en convencernos para que «aseguremos nuestro futuro», ya que la Seguridad Social no se va a poder mantener como sistema solidario. ¡Esto es muy fuerte! Y en vez de ponernos manos a la obra y defenderla con uñas y dientes, nos venden el producto curalotodo del individualismo. Su lema: «déjate de soñar, que la realidad empieza y acaba en uno mismo». Esto es inaceptable; cualquier persona que se tenga por buena gente no puede digerir esto y que las personas paradas, imposibilitadas, inmigrantes y excluidas queden abandonadas a su suerte sin sanidad ni pensiones, sin nada. Esta es la doctrina de los gendarmes del mundo: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio, G-7. De todos modos, no todo es conformismo con el sistema impuesto, hay lugar para la esperanza, ya que cada vez más personas se dan cuenta de la brutalidad de sus directrices y hay más contestación.
Cada persona desde su lugar, desde su existencia diaria, se posiciona a favor o en contra de esta doctrina individualista y alienante. Por eso, si me piden renunciar a lo público, a lo comunitario, a la solidaridad intergeneracional para asegurar mi porvenir les digo con la práctica, una y mil veces, que no. Sé lo que muchos piensan: «total lo que uno haga no influye para nada en la marcha del mundo». Pura justificación, ya que la marcha del mundo está compuesta por muchos unos que se suman a la corriente imperante y cuantos menos sean mejor.
Creo y sigo creyendo que la solidaridad es un valor a defender en todas las facetas de nuestra vida y una de ellas es la defensa de lo público para convertirlo realmente en lo comunitario; defensa de los derechos básicos que deberían ser iguales para todas las personas.
Sin una cierta dosis de utopía este mundo no tiene solución, y quiero creer que la tiene y que entre todos y todas podemos conseguir una sociedad más justa, más integradora y más solidaria. Este es un objetivo irrenunciable por el que merece la pena luchar.