Despedida a un teólogo de barrio
P odíamos llamar a esto un escrito “in memoriam”. Pero eso de “in memoriam” la gente del barrio no lo entendería bien, y para Julio lo primero era que la gente entendiera. Por eso en su última lección como profesor del Instituto de Pastoral habló de una Teología significativa. Según sus propias palabras, recogidas en un vídeo del Ecoe, “una teología significativa sería la que intentara incorporar las preguntas de la gente y sus anhelos y sus dudas y sus vacilaciones y sus interrogantes… es decir, una teología que tuviera como punto de partida, y también como punto de referencia constante, las personas a las que se dirige, teniendo muy en cuenta el contexto cultural y socioeconómico, y hasta jurídico-político… una teología significativa tiene que ser una teología que entra en diálogo con los interlocutores, y yo diría que en un barrio como este, tiene que ser una teología que se haga desde ese lugar social que proporciona la solidaridad real con la gente, con la gente más débil, y por consiguiente la solidaridad real con la causa de los más pobres, los más humillados, de los más excluidos… hacerse en diálogo con la realidad, incorporar la realidad. ¿Y cómo se dialoga con la realidad, y cómo se incorpora lo real? Hombre, pues tener ojos para ver y oídos para escuchar; es dejar que la vida te interrumpa cuando alguien te plantea una serie de cosas; es no vivir ajeno a las preguntas y a los interrogantes, y las dudas y las sospechas. Y eso lo captas, lo captas hablando con la gente”.
Fiel a su pensamiento, Julio tuvo ojos para ver y oídos para escuchar allá donde estuvo, en Bolivia, en el Instituto de Pastoral o en Vallecas, y sobre eso fue reconstruyendo su teología. Pero una teología dialogante no quiere decir una teología complaciente. En un sitio y en otro Julio supo plantear la radicalidad evangélica, la exigencia total que supone el seguimiento de Jesús, pero, al mismo tiempo, la inmensa capacidad de acogida del Maestro que sabe hacer su yugo suave y su carga ligera.
Además, cuando se mira con fe, la mirada no se queda en las calles del barrio. En esas calles se plantan firmemente los pies, como los plantó Jesús en los caminos de Galilea. Y con los pies en la tierra levantar la vista como lo hacía Julio: “la auténtica fe nos abre a un horizonte insospechado e irreductible de esperanza. Si hay algo que está muy claro es que las promesas de Dios son promesas de realización definitiva, de la plenitud ansiada, deseada, de la búsqueda de la felicidad soñada”.
Con esa esperanza nuestra despedida a Julio no puede quedarse en un recuerdo añorante ni en un adiós entristecido. Compartiendo su apuesta por la esperanza, expresamos la plena confianza en un reencuentro en la casa del Padre con un entrañable ¡Hasta la vista, Julio!
Nota. El vídeo con toda la entrevista a Julio lo podéis ver y descargar en la página: http://asociacionecoe.org/