Título original: La source des femmes.
Director: Radu Mihaileanu.
Guión: Radu Mihaileanu y Alain-Michel Blanc.
Intérpretes: Hiam Abbass, Hafsia Herzi, Leila Bekhti, Zinedine Soualem.
Producción: Belgo-italo-francesa.
Duración: 128 minutos.
Ubicación de la historia: Un lugar indeterminado del Magreb, en un contexto islámico, con fuerte tradición machista determinada por costumbres discriminatorias ancestrales y por una interpretación sesgada del Corán.
La fuente de las mujeres se desarrolla en un paisaje árido, desértico, donde las mujeres tienen que acudir, frecuentemente con fuertes riesgos para ellas, a buscar agua a una única fuente que hay en la montaña. El simbolismo del manantial va más allá de su función de calmar la sed física, cuyo coste a veces es la muerte; las mujeres tienen otra sed: la libertad de la esclavitud que las costumbres atribuyen a su género femenino, un estilo de vida diferente, la cultura, el aprendizaje de la lectura y la escritura que les abre el camino a poder pensar con más elementos de juicio y sin sumisión.
Esa nueva sed, aunque al principio no se dan cuenta de que la tienen, choca con la defensa de la tradición que, cuando les conviene y en lo que les conviene, realizan los varones, que, por otra parte, se manifiestan totalmente pasivos ante problemas que afectan a todos los miembros de la aldea donde viven. Choca también con la violencia brutal de algunos de sus maridos, de nuevo amparados en la tradición y en la religión. Pero, sobre todo, choca con los miedos de las propias mujeres a hacer lo que nunca se ha hecho: plantar cara al dominio machista, detrás del cual queda muy claro el miedo de los varones a que las mujeres se atrevan a pensar y actuar en contra de lo que ellos establecen.
Cuando las mujeres se atreven a unirse, a no resignarse a buscar siempre ellas el agua o a cocinar, limpiar y educar a los hijos, a no confundir el respeto a los mayores y a la familia con el dominio patriarcal, y a no aceptar el sexo como algo impuesto y con carácter sólo reproductivo, entonces crean entre ellas una complicidad, incentivada por la sabiduría y la libertad de la protagonista de mayor edad y por el empuje de la protagonista más joven, que les hace levantar la vista hacia otros horizontes y enfrentarse a los varones con una de las armas más importantes que tienen ellas: el amor.
La fuente de las mujeres es, sobre todo, un drama, pero tiene también el contrapunto de una ironía fina y de una alegría profunda en los momentos cotidianos en que las mujeres se atreven a luchar por sus derechos. Es una película de mujeres muy rica en matices, pero no es, desde luego, una película sólo para mujeres. Es un canto a la libertad y al espíritu de lucha que todo el mundo puede escuchar.
rosalía aznárez lacanal