Mi experiencia y mis expectativas ante el reto de la nueva política.

Mi experiencia y mis expectativas ante el reto de la nueva política.

Mª Ángeles García Navarro.

Miembro de las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia.

Miembro de “Podemos” y Parlamentaria en la Asamblea Regional de Murcia.

“No nací para obedecer. Nací para ejercer mi libertad de conciencia. No puedo aceptar la idea de que entre las personas o entre los países haya conductores o conducidos” (Eduardo Galeano).

Y así ha sido; desde siempre entendí que la sociedad no nos viene dada, sino que es construida por todos nosotros y nosotras, y de nuestra conciencia depende que esta sociedad se libere de los que quieren la dominación, el poder, el sometimiento de una gran mayoría para el beneficio de una minoría. Nunca he podido conformarme con lo que se me proponía para mi bienestar si no era un bienestar compartido, colectivo y solidario. Y esto me llevó al activismo y la militancia en el sindicalismo, a la participación activa en la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Sirvió este espacio para mi empoderamiento, para saber escuchar con atención, para ir renovando las viejas formas de dirigir, gestionar y organizar las estructuras, para aprender y comprender las nuevas complejidades que me rodeaban. Aprendí nuevas formas de gestión y dirección.

Y la exploración me llevó a la búsqueda de nuevos territorios y aprendí a ver con nuevos ojos la realidad presente. El 15M nos había mostrado la indignación social y era el momento de llevar esa indignación a las instituciones. Se había abierto una brecha entre la política alejada de la ciudadanía, hecha por políticos que no nos representaban, y era el momento de que apareciera una ciudadanía movilizada dispuesta a llegar a las instituciones, que mostrara acción, coraje, que generara confianza entre la sociedad indignada, con un espíritu de servicio, empática, con capacidad de escucha, humilde, honesta y comprometida. Y llegó la herramienta Podemos. Encontré, encontramos, la ilusión y la emoción.

Siempre me había movido entre lo teológico y lo político. Una teología entendida como liberadora de las situaciones de pobreza, de precariedad, de la situación de hambre, de miseria, de sufrimiento y de explotación que encontramos a nuestro alrededor. Una teología asumida como compromiso práctico con el mundo. Una teología que me ha llevado a la continua reflexión sobre nuestra realidad, una reflexión abierta a la esperanza y al entusiasmo, una reflexión emancipadora que ha hecho que no me encorsete en los dictados de una sociedad que propugnaba unos valores distintos a los que descubrí en Jesús y en un tiempo en que el pensamiento es débil y se arrasa con cualquier pensamiento que encierre una dimensión crítica.

Mis deseos han sido los de transmitir esperanza y utopía para repensar nuestra condición humana y nuestra situación socio-política con el fin de encaminarlas hacia nuevas metas. Y de ahí, a la práctica política en el día a día.

El Papa Francisco se hace una pregunta que parece una llamada a la revolución: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?”. Cambiémoslo, transformémoslo.

Desde hace algo más de un año puse mi esfuerzo al servicio del cambio social en Podemos. Me acerqué a este movimiento político por entender que era el momento, un momento único que se nos presentaba en nuestra historia democrática para cambiar nuestra realidad. Estoy dentro de la organización del partido y recientemente he sido elegida parlamentaria en la Asamblea de la Región de Murcia, el 24M, ese día en que la revolución plebeya entró en las instituciones. Dedico mis días a encontrar la manera en la que espero que todas la personas vivamos mejor, sobre todo quién más lo necesita, y a contribuir al cambio cultural e ideológico. Ha sido un año vertiginoso y envolvente en el que he aprendido y he cambiado mucho.

En esta nueva forma de hacer política no se trata tanto de la participación de la militancia activa, se trata de una mayoría social que no sabe qué es una asamblea, que no le preocupa cómo se hace una campaña, que no es activista, que no está tan informada…. Esta nueva política es para los excluidos, para los que no tienen un futuro o, si lo tienen, es muy incierto, para los que no llegan a fin de mes, los que no pueden pagar su vivienda y no tienen acceso a los servicios básicos necesarios para considerar una vivienda digna y, por lo tanto, una vida digna; para los que han de salir fuera y no porque lo han elegido, ya que no han tenido esa oportunidad libre de elegir, sino porque se han visto forzados a salir, porque esta tierra, su tierra, no les ofrece una posibilidad de futuro. 

Y es una nueva política que la hacemos no profesionales de la política; es una política que pensamos y llevamos a la práctica gente común, gente decente que no somos los privilegiados de nuestra sociedad. Somos la gente decente y común el nuevo sujeto que podemos hacernos cargo de nuestra sociedad, rompiendo inercias culturales y mentales que están implantadas en nuestra conciencia. Después de buscar durante mucho tiempo al sujeto revolucionario capaz de poner en marcha la revolución (la clase, el partido, los consejos…, la multitud) nos hemos encontrado la gente; así, sin más. El nuevo paradigma de comprensión de lo político es sencillo: por un lado, la gente; por otro, los privilegiados. 

Nos encontramos en un momento en el que por primera vez se da la posibilidad de construir una voluntad popular nueva que, en un equilibrio de poderes incierto, dé lugar a una apertura plebeya.

Hasta ahora, la ciudadanía se había dejado llevar cómodamente en la apariencia de tener todas sus necesidades cubiertas. Sólo se preocupaba por aumentar su sensación de bienestar y rentabilizar las ganancias de su trabajo. La ciudadanía se dejó llevar y dejó de hacer política y de preocuparse por la política. 

Los políticos, con el empeño de asegurar que su actividad era necesaria, empezaron a responder a las necesidades de la sociedad con medidas cortoplacistas que no aportaban soluciones. Y a esto habría que añadir el trato por parte de los políticos a los ciudadanos como menores de edad o como sujetos desprovistos de información y, por lo tanto, sin capacidad de discernimiento.

La situación era responsabilidad de las dos partes: una, la ciudadanía, por acomodarse a su espacio de confort, no responsabilizándose de la vida pública; y otra, de los políticos, por acomodarse a la falta de control de la sociedad. La separación era cada vez mayor.

En este momento estamos ante la oportunidad de restablecer la situación. La situación actual nos permite apreciar que la necesidad del cambio es mayor que nunca y que no debemos dejar pasar más tiempo sin ejecutarla.

Estamos en un momento de construcción de una nueva democracia, “si no haces política te la hacen”, en un momento en el que una mayoría social ya no se siente representada por los políticos y por la política que se ha hecho hasta el momento. Una mayoría que en estos años de crisis ha alzado su voz, que se ha unido a las personas que llevaban tiempo movilizándose, que ha entendido que, además de la lucha en la calle, hay que luchar en las instituciones. 

Se trata de una mayoría social dispuesta a ponerse en marcha hacia lo nuevo, dispuesta  para lo nuevo. Se trata también de una ruptura y una disposición para soportar la dura y costosa tarea de desprendernos de lo conocido para avanzar hacia un nuevo camino de esperanza…

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