El teólogo J. I. González Faus habla de la izquierda barata. «La izquierda es cara y los humanos no estamos dispuestos a pagar su precio» afirma. Pero, como muchos, tampoco queremos renunciar al nombre y al gustillo de sentirnos progresistas, inventarnos la izquierda barata, sustituyendo sus obras por otras mucho más fáciles. Umbral ironizaba sobre las izquierdas que se limitan a ser «derechas con preservativo y sin misa de una». Mirando a nuestro alrededor y ¡ay! también dentro de nosotros mismos, podemos encontrar muchos y pintorescos ejemplos de izquierda barata.
Afortunadamente la Asamblea 2000 tuvo el coraje de poner como lema una bandera clave de la izquierda cara. «Vivir de Otra Manera». Esa sí que sería un paso decisivo hacia un mundo mejor. Por el contrario, todo lo que no incluya poner en cuestión nuestro modo occidental de vida, consumista y despilfarrador, no pasa de ser izquierda barata.
Hoy que está tan de moda la globalización, todo el mundo tiende a olvidar que hay algo fundamental en este sistema económico que no es globalizable. Se trata del modo de vida propio de los países occidentales.
Actualmente se calcula que el 20 por cien de la humanidad absorbemos el 80 por cien de los recursos que se consumen en el planeta. Para que el resto de la humanidad tuviera las mismas pautas de consumo sería necesario emplear cuatro veces más recursos. Según los conocimientos científicos actuales, con toda probabilidad eso produciría en muy breve plazo un colapso ecológico de consecuencias impredecibles. Vamos, que seguir ese camino es arrojarse desde el pináculo del templo esperando que los ángeles nos cojan en el aire.
Nuestro modo de vida sólo se podrá mantener a duras penas unas cuantas décadas más a base de que la mayor parte de la humanidad consuma cada vez menos. Lamentarse por los pueblos empobrecidos, incluso enviarles una ayuda, pero no estar dispuestos a tocar de una manera sustancial nuestro estilo de vida, no pasa de ser un brindis al sol, paños calientes y caridad de señora marquesa.
La solución cara, pero buena, es cambiar, convertirnos, vivir de otra manera. También bueno para nosotros mismos, que nos haríamos más humanos y nos liberaríamos de muchas esclavitudes tontas. Jesús comenzó el anuncio de la Buena Noticia con una llamada a la conversión. Hoy aparece con toda nitidez cuál es el sentido de esa conversión: de los valores del dinero y el triunfo a los valores evangélicos de la austeridad, la solidaridad y el amor. «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Si les amamos como a nosotros mismos, tenemos que procurar que vivan como nosotros mismos. Y si no es posible que ellos lleguen a la sociedad del «usar y tirar», a la sociedad de las necesidades inventadas y fomentadas en que vivimos nosotros, tendremos que buscar un nivel de consumo que sea asequible para todos. Pablo escribía a los cristianos de Corinto con motivo de la colecta para la Iglesia de Jerusalén: «No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad.» Para que haya una igualdad fraternal y otros no pasen apuros es necesario que moderemos nuestra abundancia.
El problema es que esto es más fácil de decir que de hacer, incluso aunque se tenga una buena voluntad para llevarlo adelante, pues vivimos en la sociedad del consumo enloquecedor, sumergidos en una publicidad avasalladora que nos mete en un mundo de deseos infinitos y nos crea continuamente nuevas necesidades.
Tampoco se trata de irnos a vivir debajo de un puente, sino salirnos de la vorágine del consumo para conseguir una vida austera en lo económico y rica en lo humano. Muy difícil si lo pretendemos hacer solos. Tenemos que ayudarnos unos a otros para crear espacios de pensamiento y vida alternativos. Con este fin comenzamos en UTOPÍA una nueva sección: «Vivir de Otra Manera», que pretende ser un lugar de comunicación e intercambio de experiencias, ideas e iniciativas orientadas por este propósito de cambio.
De todos nosotros depende que esto siga adelante. Que entre todos vayamos plantando y cuidando las semillas de unos hombres y mujeres nuevos y de una humanidad nueva.