Para leer: Manual de Izquierdas para los que vivimos bien (*)

Por su extensión resumimos la recensión del libro realizada por  Carlos Díaz, profesor universitario de Filosofía e Historia de las religiones.

Antonio Zugasti, tío de mi amigo Paco Zugasti, fue cura obrero, luego sólo obrero, «trabajando siempre por el mundo de libertad, justicia y fraternidad a que nos llama Jesús de Nazaret». En este libro dice con sencillez y profundidad lo que yo he estado deseando escuchar desde hace muchos años.

Antonio Zugasti

Y de paso, reverdece mi necesidad de escuchar algún otro testimonio que vaya en la misma línea autocrítica por parte de los universitarios burgueses de ayer, y hoy amigos del silencio de los corderos. Soy un poco más joven que Antonio Zugasti, y también he militado como él en la misma búsqueda de la justicia. Nunca he sido obrero, aunque como profesor he ganado poco más que un obrero cualificado, e incluso menos. Soy seguidor de Jesús de Nazareth también.

Carlos Díaz

Y todo mi afán ha sido matarme para que la clase obrera creciese culturalmente en la línea en que lo echa de menos Antonio Zugasti sin acritud, pero con elegancia y firmeza. Y me alegro de que siga en la brecha, a pesar de todo lo que ha caído, pues quien no conoce esa historia, origen de la actual, conoce la actual y puede elevar a la altura del ser humano propuestas de mejora.

Bueno, los que pensamos en buscar una salida sin estallar el cerebro contra el muro tenemos un problema, y es que pensamos con el estómago bastante lleno. Recuerdo las asambleas que hace cuarenta años celebrábamos los trabajadores de Iberia afiliados al Partido Comunista. Allá por los finales de los setenta, con la transición recién estrenada y las ilusiones sin el chaparrón del desencanto. Y también con la sociedad de consumo asomando por nuestros escaparates, nuestros televisores y nuestras carreteras.

Veíamos la democracia incipiente y las recobradas libertades como el primer paso hacia la gran transformación socialista de la sociedad. Después de discutir acaloradamente sobre la mejor forma de dar este paso que nos liberaría definitivamente a los trabajadores de la explotación capitalista, terminábamos cantando con todo entusiasmo la Internacional, incluido eso de arriba parias de la tierra, en pie famélica legión.

A continuación, muchos parias de la tierra cogíamos nuestros coches para irnos a cenar tranquilamente, y luego un ratito sentados cómodamente en el sofá frente al televisor. A no ser que alguno prefiriera pasar por el bar a tomarse unas cañitas antes de ir a casa.

Revista 15-15-15

Aquí empezaba a parecerme que algo no encajaba bien. Que, por lo menos algunos ratos, entre asamblea, mitin y huelga, habría que dedicarse a repensar despacio algunas cosas. Lo que pasa es que eso de ponerse a pensar seriamente qué estamos haciendo, para qué y cómo es trabajoso y además no está en el ambiente. Por supuesto no está en el ambiente de El pensamiento único. Pero tampoco estaba en el ambiente de una izquierda tradicional, que ya tenía las respuestas perfectamente elaboradas gracias al socialismo científico.

Además, se da entre nosotros una oculta satisfacción de nuevos ricos. Muchos mayores recuerdan los días de su infancia cuando los famosos años del hambre, en la década de los cuarenta del siglo pasado. Eso les hace sentirse todavía más a gusto en un viaje del IMSERSO, o sentaditos en el sofá frente a la tele, o con una cervecita y unas gambas… si el colesterol y las transaminasas se lo permiten». El resultado es que «con estos valores tendríamos unas personas postcapitalistas, elemento esencial y básico para construir la sociedad postcapitalista».

(*) Zugasti, A: Manual de izquierdas para los que vivimos bien. Editorial Sonora, Madrid, 2020 Ver en Agapea.

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