Por un barrio más limpio y de colores.

Por un barrio más limpio y de colores.

Luis Pernía.

Así rezaba la pancarta de uno de tantos pasacalles por las calles del Molinillo y Segalerva, en Málaga, un barrio con muchas carencias, donde, por comenzar por algo, se ideó hacer que la gente se fuera concienciando de esas carencias desde el cuidado de la limpieza en dos aspectos puntuales, como eran recoger los excrementos de sus mascotas y arrojar la basura dentro del contenedor.

Todo comenzó porque había muchas paredes ensuciadas, mucha basura fuera de los contenedores y muchos excrementos de perro por las aceras. Así que había que hacer algo y, con el apoyo de una campaña municipal “Málaga cómo te quiero”, que buscaba lo mismo, un grupo de personas voluntarias comenzó la larga travesía de intentar aunar voluntades para cuidar un poco más el barrio. Desde la ong. ASPA (Asociación andaluza por la solidaridad y la paz), particularmente, se comenzó a conectar con comercios, centros educativos, asociaciones y otras entidades con el fin de ir buscando complicidades para que esa propuesta de un barrio más limpio no cayera en vacío.

El barrio Molinillo-Segalerva es un barrio situado extramuros, que apareció tras la conquista cristiana de la ciudad, alrededor de un convento de franciscanos capuchinos erigido en una extensa colina de la zona oeste de la ciudad. El convento posteriormente fue lugar de acogida de enfermos, cuartel de tropa y desde el año 1990 Centro de Internamiento de Extranjeros, hasta su clausura hace tres años. En el entorno de este edificio, durante los siglos, se fue construyendo el barrio mezclado con vaquerías, huertas, tahonas, alfarerías, curtidurías y otras industrias artesanas. Hoy es un barrio desestructurado, un barrio de paso y, prácticamente, “sin vida”.

Al cabo de los meses y después de pequeñas actividades en el colegio público de la zona, con la pegada de pegatinas en los contenedores para que se echase la basura dentro, con pinturas en los muros autorizados para recrear las propuestas de un barrio limpio, se han dado pequeños pasos. En primer lugar, se vislumbra una mínima identidad, pues la falta de identidad es una cruda realidad y los vecinos no pueden ser más claros: “el barrio de El Molinillo y Segalerva está muerto”. La ausencia de inversiones que incrementen la actividad en la zona y la “huída” de muchos comerciantes han hecho que se haya convertido en una barriada sin aliciente. “Era un barrio muy alegre, muy comercial y hoy es un barrio muerto”, lamentaba otro vecino. Una identidad que costará aún mucho consolidar, pues el grueso de sus habitantes está formado de personas mayores, de muchos trabajadores y trabajadoras en paro, y de buen número de personas foráneas, particularmente de Marruecos y Nigeria.

Un paso también en el objetivo concreto de mayor limpieza. Algo se ha ido notando desde que se comenzó a trabajar, aunque este asunto será un largo desierto que habrá que atravesar, porque si algo está limpio y pulcro, da reparo estropearlo, pero si, en cambio, está hecho una inmundicia, con cáscaras de pipas, colillas, excrementos de animales y otros residuos, también cuesta mejorarlo. La basura atrae basura. La labor de concienciación será lenta. Se seguirá sembrando, que algo nacerá. De hecho en el colegio público del barrio los niños ya han dado el primer paso compartiendo la idea de un barrio más limpio con sus maestros y maestras, y lo han refrendado con una exposición de pintura, de gran espontaneidad y plasticidad.

Un pasito más es la necesidad que ha surgido de tirar del hilo que genere actividades, que den vida al barrio. Saben que no les van a regalar nada. Y que no hay otro camino que organizarse y moverse. En este empeño está pedir la implantación de una biblioteca pública en el Centro de Capuchinos, propuestas de jardines y lugares de esparcimiento, la petición de inversiones que incrementen la actividad en la zona y hasta clases de yoga.

Mientras estos pasitos se consolidan, seguirán los pasacalles con los sones del tambor, los disfraces del Pipa y del Colina, de los rojos corazones, de las grandes bolsas de basura y del repetitivo mantra: “barrio limpio, corazón contento”.

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