Reflexión: Caos creativo.

Caos creativo.

Luis Pernía. (CCP- Antequera).

       Es la permanentemente  búsqueda de pretextos para organizar guerras y la creación de una confusión continua que se haga incluso  atractiva, donde los señores del mercado y de la guerra pretenden capitalizar «la ira».  Hay diversos lugares en África o América Latina donde este tipo de violencia se hace patente, pero en estos momentos destaca con luz propia la región árabe.

     La historia de esta doctrina enfermiza data de al menos tres décadas, con el ascenso al poder de la dama de hierro Margaret Thatcher en Londres, y del actor hollywoodiano Ronald Reagan en Washington. Con ellos, el bloque occidental arrastrando al resto del planeta dio el salto a la fase del neoliberalismo, de la mano de los conservadores y bajo la batuta de los señores del mercado y  de la guerra. El colapso del bloque soviético dio un fuerte impulso a ese proceso. En Oriente Próximo, en concreto, los primeros y contundentes rasgos de la doctrina del “caos creativo” no tardaron en perfilarse. Primero, fue la trampa kuwaití, en la que cayó Irak y que sirvió a Londres y Washington para proclamarse supremos salvadores de la democracia, la libertad, los derechos humanos. Poco después, llegaron los ataques del 11 de septiembre, que Bush aprovecharía para construir un discurso de “cruzada”, con todo lo que este término conlleva. Y, así, el neoliberalismo, los neoconservadores y los señores del mercado y de la guerra invadieron Afganistán e Irak, destruyeron Pakistán y alzaron al mundo entero contra Irán. Luego han querido la desmembración de Líbano. Al mismo tiempo, Sudán es mutilado en un drama que facilita la realización de viejos planes de crear un bloque, todo suyo, en el este de África. Y Egipto será llevado a una sed y un hambre controlados por los grifos del Nilo, y segregado, también geográficamente, del resto del mal llamado “mundo árabe”. Es como si el  neoliberalismo intenta fragmentar el mundo árabe en pequeños estados definitivamente sumisos.

     En ese “caos creativo” se pueden inscribir incluso las rebeliones populares de Túnez y Egipto, con sus reivindicaciones legítimas, que el neoliberalismo ya está trabajando para capitalizar a su favor con declaraciones en defensa de los derechos del pueblo tunecino y de apoyo a “la ira” de los egipcios. Otros países árabes  están ahora en la palma de la mano del “caos creativo”: Mauritania con su inestabilidad; Túnez con su revolución; Egipto con su sacudida; Jordania con su grave malestar; Líbano con su riesgo de fragmentación y guerra; Irak con su violencia; Yemen con su partición; Somalia con su hemorragia; Sudán con su desmembramiento; la autoridad palestina con sus escándalos y Siria crucificada.

    Abundando en este tipo de violencia, compleja, diversa y sutil es difícil seguir el hilo conductor. Siguiendo el de los yihadistas y del EI, tan de moda en los tiempos que corren, nos encontramos que   todo empezó  en 1985 cuando el mulá Omar y su equipo Yihadista-Taliban-Al qaedista fueron invitados por Ronald Reagan a la Casa Blanca para tomar té y negociar la construcción del gaseoducto transafgano (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India,“TAPI”) sobre las ruinas del espacio soviético. Después del 11 de septiembre, y para no herir sensibilidades, esos encuentros con la ultraderecha  islamista, financiada por la CIA,  se trasladaron a las bases del Pentágono en el Golfo Pérsico: de allí es de donde salen los “rebeldes”  afganos, chechenos, libios, yemeníes, sirios, iraquíes, chinos, entre otros, con la misión de cortar cabezas y provocar ese “caos creativo” —o lo que es lo mismo, guerras—, en los países rivales y/o productores de hidrocarburo. El grupo que hoy lleva el nombre del Estado Islámico (EI) es el monstruo creado en los laboratorios del Pentágono allá por 1978 en Afganistán para derrocar al gobierno marxista del Doctor Nayibulah  y para acosar a la Unión Soviética desde sus fronteras del sur. El uso del fundamentalismo religioso (católico e islámico) fue verdaderamente rentable: nada menos que la desintegración de la URSS producida sobre los errores y las traiciones cometidas por los líderes soviéticos. Desde entonces, EEUU no lo ha vuelto a soltar. John Kerry ha llegado a confesar que “los talibanes no son sus enemigos”, y se refería a los acusados de volar las Torres Gemelas. Las últimas redes  stay-behind de Washington (los grupos que ha utilizado y controlado en su beneficio) como comenta la periodista iraní Nazanín Armanian han sido: el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), el grupo alqadista, respaldado por la Fuerza de Estabilización de Bosnia de la OTAN, para derrocar a Milosevic y desintegrar Yugoslavia, es el primer ensayo de EEUU en la “guerra humanitaria“. Tras la invasión de la OTAN, aquel país ha sido uno de las principales bases del yihadismo wahabita en Europa. Abdelmajid Bouchar, implicado en  el atentado del 11-M de España, fue detenido en Belgrado en 2005. Otro grupo es Ansar al-Sharia y los rebeldes de Liberación Libia: fueron financiados para derrocar a Gadafi, llevando al país al borde de la guerra civil y  no a su democratización prometida. Finalmente el grupo   “Ejército de Liberación” contra el régimen de Asad: incluye también “rebeldes” islamistas, entre ellos el EI, y  sigue siendo financiado por Washington y sus aliados para destruir el Estado de Siria.

       Al día de hoy y siguiendo el hilo conductor del EI, nos preguntamos ¿Por qué la ONU y EEUU no actúan contra estos patrocinadores del terrorismo? Y más sabiendo que es el grupo terrorista mejor financiado de la historia, que es la nueva amenaza para la paz mundial; que Qatar es, según el ministro alemán de Desarrollo, Gerd Mueller, el cajero automático del EI; y Arabia saudí es, como revela Hillary Clinton, el pagador del terrorismo yihadista global. La respuesta es obvia: porque supondría morder la mano que te da de comer. EEUU ha firmado un acuerdo de venta de armas con Arabia Saudí por valor de 640 millones. Y Riad ha utilizado estas armas made in USA para aplastar las protestas democráticas de Bahréin y de Yemen, dos bases militares de EEUU en la zona. Y todo ello sin la autorización de la ONU.

     ¿Cómo puede EEUU vigilar al milímetro la aplicación de las sanciones impuestas sobre el gas y el petróleo de Irán y Rusia, y no lo hace con el contrabando de petróleo de los “petro-terroristas” en Irak, donde cuenta con los ojos de los 55.000 efectivos que tiene desplegados en el país?

      ¿Cómo es posible que las armas más mortíferas y avanzadas del mundo, en manos de EEUU y sus socios, no puedan ni hacer un rasguño a unos miles de individuos armados con palos y dagas? Desde el pasado 20 de septiembre, EEUU ha lanzado 150 bombardeos contra zonas controladas por el EI. En 1991, hubo hasta 110.000 ataques aéreos durante 42 días, que lanzaron unas 90.000 toneladas de explosivos sobre Irak, que mataron a unas 300.000 personas, provocaron la huida de seis millones de personas de sus hogares y dejaron al país sin piedra sobre piedra.

        ¿Cómo explicar que los rebeldes yihadistas y otros, con su  “caos creativo”, hayan conseguido destrozar el eje chií entre Irán-Siria-Irak-Hizbolá?  ¿Cómo entender el asombroso salto de los jeques saudíes al escenario internacional: han extendido su influencia desde Qatar (tras el golpe de Estado de Al Thani, el hijo contra el padre), a Yemen, Egipto,  Libia, Sudan, Somalia, e, incluso varios países europeos? Y su última jugada en el Consejo de Seguridad: impidieron que Turquía se hiciera con el sillón disputado con España, ofreciendo una mega cena (¿y algo más?) a los votantes, quienes en otro banquete organizado por Ankara les habían prometido a los turcos sus votos. En la región reina la “realpolitik”, y cualquier intento de explicar este conflicto con argumentos étnico-religiosos sólo hará que los árboles impidan aún más ver el bosque. Es el caos creativo.

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