Reflexión: Cuidar la tierra y las relaciones humanas.

Cuidar la tierra y las relaciones humanas.

Valores y objetivos feministas.

Neus Forcano Aparicio.

Alcem la veu – Barcelona / Revuelta de Mujeres / ESWTR -Europa.

Hoy día las luchas de ecologistas y movimientos populares de base conforman la agenda ecológica urgente: el frenar el calentamiento global, regular el consumo de agua y desprivatizarlo, asegurar los ecosistemas y la vida animal, evitar toxicidad y contaminación, buscar alternativas energéticas limpias, evitar el monopolio de semillas, el monocultivo transgénico y la pérdida de la biodiversidad.

Bajo el sari de las mujeres indias del Himalaya

Tengo grabado en el recuerdo la imagen de las mujeres indias campesinas, vestidas con el tradicional sari, que circundaban, cogidas de las manos o abrazadas a los troncos, los árboles de los bosques cercanos al Himalaya. Podían ser talados de un momento a otro, sin impunidad, por el interés de las multinacionales que querían madera o terreno para hacer monocultivo. Las mujeres protegían los árboles con sus propios cuerpos e impedían la tala con resistencia no violenta.

Eran los años 70 y, junto a otros líderes locales, Vandana Shiva se convertía en una voz internacional para la defensa del medio ambiente. Esta mujer mostraba sin miedos ni rabias ni poses mediáticas su determinación por evitar no solo la desertización de la zona, sino también la desaparición de los poblados campesinos; reclamaron los derechos de uso y cuidado de los bosques por parte de las comunidades locales. Se empezó a hablar de ecofeminismo porque, a pesar de que hubo hombres participando en las acciones de Chipko, fueron las mujeres quienes, mayoritariamente, lideraron un movimiento que no podía entender por separado la lucha por la propia dignidad, por la supervivencia de sus familias, por la defensa de la tierra y la silvicultura de sus pueblos ante la especulación y el negocio despiadados de los recursos que el estado y las empresas privadas entendían como lícito.

La revolución verde de Chipko

Las décadas de los 70 y los 80 del siglo XX fueron décadas de lucha y reivindicación ecológica fuertes. Los métodos y activismo de Chipko y de la revolución verde consiguieron parar en muchos países en desarrollo una explotación abusiva. Se luchó contra la deforestación y el monocultivo; se demostró que la biodiversidad mitigaba posibles hambrunas que eran devastadoras si, por el contrario, se dedicaban grandes cantidades de terreno a un solo cultivo; se cuestionó la energía nuclear; se habló del peligro atómico, de la militarización y de la lluvia ácida. Algunos de estos problemas continúan hoy sin resolverse y son tema de denuncia entre los movimientos de defensa del medio ambiente, la paz, los derechos humanos y las culturas.

Movimiento ecologista y defensa de una vida digna

Hoy día, tal como nos ha vuelto a recordar el movimiento de Greta Thunberg, las luchas de ecologistas y movimientos populares de base conforman la agenda ecológica urgente: el frenar el calentamiento global, regular el consumo de agua y desprivatizarlo, asegurar los ecosistemas y la vida animal, evitar toxicidad y contaminación, buscar alternativas energéticas limpias, evitar el monopolio de semillas, el monocultivo transgénico y la pérdida de la biodiversidad… La lista es interminable, pero lo que quería decir es que me parece que la conciencia ecológica debe cultivarse, aprenderse, vivirse en grupo, en comunidad y en sociedad, porque implica necesariamente la defensa por una vida digna, saludable y enraizada respetuosamente en el entorno y la cultura donde nos desarrollamos.

Solución feminista para el cambio climático

El cuidado por el entorno natural no es exclusivo de las mujeres, porque no se trata de algo instintivo o esencial de las mujeres por ser mujeres; pero es cierto que muchas de las luchas contra un capitalismo atroz o contra los intereses de privados que destruyen el medio ambiente en todo el mundo, las han liderado y las lideran las mujeres. Me gusta una cita que he leído de Mary Robinson, presidenta de Irlanda, una activista ecologista y por la igualdad de género, que dice: “el cambio climático es un problema creado por el sistema capitalista que pide una solución feminista”. El sistema patriarcal echa a un lado las mujeres en muchos aspectos. Cuando has experimentado amenaza para tu vida propia y la de los tuyos, sea por la violencia que sea, provenga de otro, del Estado, de una explotación económica o de la desaparición de tu medio de sustento, la solidaridad entre mujeres constituye una fuerza de resistencia y de lucha por aquello que es justo y que da vida. Y a menudo, esta situación de explotación, de racialización, menosprecio o injusticia, lleva a buscar otras formas alternativas de lucha, se tienen en cuenta los vínculos y la ternura entre las personas, se encuentra la fuerza para reconstruir algo diferente…

Ecofeminismo y producción de vida

Evidentemente, todos estamos llamados a elevar esta conciencia para cuidar del entorno y para tratar la naturaleza y las relaciones entre nosotros de una forma harmónica, equilibrada, justa y sostenible. Como dice Yayo Herrero, “la economía ignora la producción de vida natural y los cuidados”, por eso me parece clave entender el ecofeminismo como una lucha política que procura tener como objetivo y valor central de la sociedad, preservar el medio ambiente, cuidar de las relaciones de igualdad y dignidad entre nosotros y limitar, cambiar, regular -tanto como se pueda- el sistema productivo que explota la tierra y los recursos, y que excluye los procesos de vida. No va desligado. Luchar por uno de estos aspectos, es luchar también por los otros.

Sin abejas no hay polinización ni cosechas

Todos formamos parte de un ecosistema,, y la vida se basa en unas interacciones de igual a igual que implican dar y recibir. Sin abejas no hay polinización ni cosechas; sin árboles, no se renueva el oxígeno ni se sustenta la tierra; sin bosques, no hay lluvia; sin pájaros, las plagas pueden destruir el espacio donde hemos decidido vivir como sociedad.

El ecofeminismo nos recuerda que somos responsables de las relaciones harmónicas que establecemos entre nosotros, sin jerarquías ni exclusiones por razón de género, de opción u orientación sexual, de creencias, lenguas o costumbres diferentes mientras sean respetuosas con la vida humana. Y esta sociedad se construye en espacios de deliberación común, con unas reglas acordadas, democráticas, donde se pone en el centro de discusión el tipo de producción económica que es más sostenible y equilibrada para todos. El cuidado, pues, es un objetivo y un valor feminista, no porque sea un atributo exclusivo de las mujeres -eso sería naturalizar algo que la historia y la sociedad patriarcal han impuesto-, sino porque implica responsabilizarse de una lucha por la democracia deliberativa y participativa, por una sociedad plural en igualdad, por preservar el medio ambiente, que es preservar, a su vez, la pervivencia humana y cultural de cada rincón del planeta. ¿Te apuntas?

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