Reflexión: Las vacunas contra la Covid-19 deben ser un bien público

Luis Pernía Ibáñez (CCP Antequera)

Tan importante es tener la vacuna como conseguir que la vacunación llegue a todos los países en el menor tiempo posible. Y no terminaremos con la pandemia en ningún lugar si no acabamos con ella en todas partes.

Al escribir estas líneas viene a mi memoria Jonas Salk, descubridor de la primera vacuna contra la polio, que rechazó patentarla y cedió su formulación a la Humanidad para acabar con una enfermedad que mataba a miles de niños cada año en todo el mundo y provocaba secuelas físicas a decenas de miles más.

Este recuerdo de  Salk viene a colación  para  reafirmar que la salud es un derecho, no un privilegio, algo fundamental ante la emergencia sanitaria mundial del virus, que ha infectado a más de 127 millones de personas y ha causado 3 millones de muertos, empujando ya a más de 88 millones de personas a la pobreza, cifra que podría llegar a 115 millones.

La vacuna tardará en llegar a todos los países

Pero la respuesta a la pandemia está obedeciendo más a intereses nacionales y económicos que de salud pública. Activistas humanitarios y expertos dan la voz de alarma por las grandes diferencias entre la fabricación y distribución de las vacunas entre los países más ricos y los más pobres del mundo: tan importante es tener la vacuna como conseguir que la vacunación llegue a todos los países en el menor tiempo posible. No solo es un problema de equidad, sino que la dimensión de la pandemia y el efecto en las vidas en riesgo, en las relaciones sociales, laborales y económicas hacen que la salud global sea la única estrategia para la seguridad mundial.

La tragedia “conocida” de la India

En África, con 1.320 millones de  habitantes en 54 países, solo en once hay datos de vacunación de un 0,6 por ciento de su población. Asia no va a la zaga; con 4.561 millones de habitantes distribuidos en 49 países, solo se ha vacunado al 3,2 por ciento de la población. Cuando escribo estas líneas India es una cola interminable hacia la muerte; están llevando en camilla a gente, que lucha por respirar, de hospital en hospital, para que luego no se les admita. En Delhi, la situación es tan complicada que un templo está ofreciendo sesiones de respiración con tanques compartidos de oxígeno a aquellos que están en estado crítico. India está sucumbiendo al peor brote de Covid del mundo. Con más de 350 mil casos registrados diariamente y la muerte acechando en cada esquina, pacientes y familiares están en una carrera contrarreloj, reclamando oxígeno y medicinas a las puertas de hospitales saturados. Latinoamérica presenta mejores datos que África o Asia, aunque en algunos países apenas se ha vacunado a la población. Con 13 países y 422 millones de habitantes, solo hay cobertura destacable en Uruguay, con el 11,9 por ciento de la población con al menos una dosis. Brasil, con una tasa de vacunación del 7,5 por ciento, está batiendo récords, con un total de 12,6 millones de contagios y 317.646 muertes.

Producción y derechos de propiedad

Uno de los mayores obstáculos para que la vacuna llegue a estos países es la capacidad de producción; los principales fabricantes de vacunas trabajan para aumentarla pero no están ni cerca de satisfacer la demanda. Sudáfrica y la India, apoyados por más de 100 países, proponen la suspensión de los derechos de propiedad intelectual, compartir la tecnología de fabricación y permitir la expansión global de fabricación en África, Asia y Latinoamérica; de esta manera se aceleraría la producción y se abastecería de vacunas a los países de una forma más rápida. Para que esta propuesta salga adelante se necesita un consenso de al menos 123 países.

El Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC) es indefendible, porque contribuye a agravar la crisis de desigualdad mundial. Nuestras contrapartes, que son las personas que apoyan nuestros proyectos en el Tercer Mundo, nos piden solicitar la suspensión de los ADPIC para facilitar el acceso universal a los medicamentos, las pruebas de diagnóstico y las vacunas de Covid-19, como ya hicieron otras organizaciones el 23 de febrero durante una reunión del Consejo de Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

La lucha contra la pandemia debe ser global

De ahí la necesidad de tener una sola voz con el Comité Internacional de Bioética (CIB) de la UNESCO y la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST) para pedir un cambio de rumbo en las actuales estrategias de vacunación contra la Covid-19, instando a que las vacunas se traten como un bien público mundial para garantizar que estén disponibles de forma equitativa en todos los países y no sólo en aquellos que hacen las ofertas más altas por ellas. En la reunión del 24 de febrero del Comité Internacional de Bioética (CIB) de la UNESCO y la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST) el director general de la OMS, doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, manifestó rotundamente “No terminaremos con la pandemia en ningún lugar si no acabamos con ella en todas partes”.

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