Nos queda la Utopía en la lucha política.
Antonio Zugasti.
Las últimas elecciones nos hacen ver que la lucha política está muy complicada. De momento, se ha conseguido frenar el proyecto de una España escorada a la extrema derecha. Pero la amenaza sigue ahí, y la izquierda pasa muchos apuros para hacer frente a la hola conservadora. Creo que estos apuros no tienen una sola causa, y habría que analizar los motivos por los que las fuerzas realmente democráticas no son capaces de detener la deriva ultra que se está imponiendo en Europa.
El sueño del capitalismo bueno.
Puestos a imaginar, ¿no podría ser uno de estos motivos la pérdida de la Utopía, la falta de un gran objetivo capaz de movilizar las energías dormidas en la sociedad? El capitalismo lleva a la humanidad al desastre; sin embargo, la superación del capitalismo ha desaparecido del imaginario de los principales partidos de la izquierda. Intentan mejorar todo lo posible la vida de las personas, pero dentro del sistema capitalista. Lo cual está bien, porque es lo único que se puede hacer hoy día. Pero no podemos conformarnos con eso; supondría aceptar el sueño de un capitalismo bueno. Y ese sueño no es una utopía, es una quimera, una ilusión imposible, pues el capitalismo lleva en sus genes más profundos una ambición enloquecida y un egoísmo individualista que empujan a la explotación inmisericorde de los seres humanos. Esa explotación puede suavizarse en ciertos países y en ciertos momentos, pero será a costa de aumentarla en otras regiones y de esquilmar insensatamente los recursos de la madre Tierra.
Es cierto que los intentos realizados hasta ahora para superar el capitalismo no han dado resultado. El conocido sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein describió estos intentos como la «estrategia en dos pasos»: primero se trataría de conquistar el poder y luego de transformar el mundo. Esa ha sido la estrategia de la mayoría de los partidos que, desde el siglo XIX hasta hoy, han pretendido cambios profundos,… y ya vemos los resultados.
El caso de China.
Un caso aparte es el de China. Se puede discutir si China ha superado el capitalismo o es una potencia capitalista con un gobierno socialista. Ciertamente ha tenido un gran éxito en su objetivo de elevar el nivel de vida de su población, pero queda la gran pregunta: el modelo de desarrollo chino ¿es compatible con la conservación del planeta y con el respeto de derechos humanos fundamentales? No me atrevo a responder tajantemente, pero me parece muy problemático.
Luis Carrión Cruz, uno de los nueve comandantes de la primera Dirección Nacional del Frente Sandinista, reconoce que esa estrategia no ha dado resultado y apunta otro camino: «Con la derrota (electoral) de 1990, yo me percaté de que los cambios en los comportamientos de las personas no se pueden hacer por la fuerza. Que las transformaciones sociales que se hacen por la fuerza son también reversibles. Porque no están asentadas en la conciencia de la gente. Y me decía que en un contexto democrático es diferente: primero hay que cambiar la conciencia de la gente para después poder lograr los resultados políticos. Había sido distinto con la Revolución: primero se produjo el cambio político y después aspiramos a que la gente moldeara su conciencia a esos cambios que estábamos haciendo desde el poder».
El triunfo del “imaginario burgués”.
El comandante Sandinista señala un nuevo camino: el cambio que empieza en las personas, en su mentalidad, en su cultura. Zygmunt Bauman apunta que este camino ha sido utilizado por el capitalismo. La razón de las dificultades de la izquierda es, en opinión de Bauman, que ha triunfado el “imaginario burgués”. El imaginario, es decir, «cómo nos imaginamos el orden del mundo, las condiciones para nuestras acciones, y por qué valores vale la pena luchar o, si es necesario, hacer un sacrificio».
Según Bauman, un punto central de este imaginario es «la suposición de que la felicidad humana consiste en visitar las tiendas: todos los caminos a la felicidad nos llevan a ir de compras, es decir, a un aumento del consumo. En la base de este pensamiento se encuentra la convicción de que el consumo se puede aumentar hasta el infinito y que uno puede olvidarse de otros métodos sencillos, pre-industriales, para lograr la felicidad. Y tales métodos ya existían antes».
Si queremos que en la conciencia de la gente comience el cambio, es fundamental desmontar este punto del imaginario burgués. El catedrático de Ética López Aranguren afirma que el hombre ante lo único que no es libre es ante su propia felicidad. Esto tiene una enorme importancia social: si no nos liberamos de una idea de la felicidad basada en el consumo, seguiremos bajo un sistema capitalista, por mucho que hablemos de cambios o revoluciones.
La búsqueda de una Utopía humana.
Podemos y debemos plantearnos la Utopía de una sociedad postcapitalista: una sociedad distinta, en que 24 horas de trabajo a la semana basten para vivir dignamente, en que no compitamos, sino que colaboremos, en que la tecnología tenga como primer objetivo el mantenimiento del medio ambiente, en que no hubiera paro ni trabajos precarios, con una sanidad al alcance de todos y con una Seguridad Social que nos permitiera hacer frente a las contingencias imprevistas de la vida.
Pero ¿es posible esta Utopía o es una ilusión absurda? Es una ilusión absurda si seguimos con la mentalidad capitalista de la felicidad basada en el consumo. Y no sólo esa Utopía, el mismo mantenimiento de la civilización capitalista que se ha impuesto en el mundo, eso sí que es una ilusión absurda.
Un elemento fundamental de esa Utopía humana es que busquemos nuestra felicidad por caminos distintos al consumo. Teniendo en cuenta que la felicidad tiene mucho que ver con la autorrealización de la persona. Labramos nuestra felicidad cuando nos acercamos a la plenitud de nuestras posibilidades en cuanto a nuestra calidad humana.
Un proyecto vital.
El profesor López Aranguren escribe: «Cuando el hombre llega a ser el que tenía que ser, cuando realiza su perfección y vocación, está construyendo el perfil de su existencia feliz». Nos acercamos, pues, a la felicidad cuando nos desarrollamos como personas completas y equilibradas. El polo opuesto al hombre unidimensional que retrata Marcuse, para el cual solo lo económico es realmente importante. Vamos hacia nuestra felicidad cuando cultivamos nuestra inteligencia y alcanzamos un pensamiento propio, crítico y sólido a la vez, no manipulado desde fuera. Cuando desarrollamos nuestra sensibilidad ante la belleza y el arte. Cuando desplegamos nuestra capacidad creadora en una actividad positiva que pueda dar sentido a una vida humana.
Nos acercamos a una existencia feliz cuando diseñamos nuestro propio proyecto vital, en una decisión de nuestra libertad, con sensatez y responsabilidad. Cuando potenciamos nuestras cualidades más positivas, como el amor, la generosidad, el sentido de justicia y la rectitud ética. Cuando procuramos una psicología sana, liberada de miedos y obsesiones. Cuando actuamos como seres sociales, conscientes de la importancia de las relaciones humanas en nuestra vida y en nuestro bienestar. Jorge Riechmann afirma: «La investigación contemporánea sobre la felicidad, desde la psicología y las ciencias humanas, redescubre y afianza una antigua propuesta de Aristóteles y Epicuro: la clave son los vínculos sociales satisfactorios».
La gran UTOPÍA.
Cuando los seres humanos abandonemos la búsqueda de la felicidad a través del consumo y la busquemos, no compitiendo, sino cooperando con los demás seres humanos, estaremos en el camino para construir esa gran Utopía de la Libertad, Igualdad y Fraternidad.