La Europa y España fortaleza.
Escenario de xenofobia institucional e internacional
Adela Jiménez Villarejo. CCP Antequera
Son muchos los hechos acaecidos en estos últimos años, que nos demuestran que el racismo y la xenofobia han aumentado de forma alarmante en nuestras sociedades. No sólo en nuestros gobiernos, a través de mensajes, sino sobre todo de leyes, decretos que manifiestan claramente la realidad de que la inmigración sobra en nuestra sociedad. Cuando los hemos necesitado especialmente como mano de obra, en general barata, sí hemos aceptado e incluso deseado que las personas inmigrantes vinieran a nuestros países, ahora con la crisis, preferimos que se vuelvan a sus países. E incluso vamos poniendo vallas y fronteras para que no entren, y los devolvemos a sus lugares de origen.
El racismo y la xenofobia se manifiestan de muy diversas maneras. Con mensajes subliminales que van haciendo mella en nuestras sociedades. “Primero son los de casa…”, “Nos quitan el trabajo…”, y al final los mensajes ya son directos: “que se vayan a su país”…; cuando no en continuas redadas de la policía. Actos ilegales, pero ante todo injustos; que se realizan impunemente en las calles de nuestras ciudades y pueblos, se les quita la mercancía y se les prohíbe vender. Especialmente a las personas inmigrantes en situación irregular, atentando contra su dignidad y creando una sensación de humillación y de temor creciente a la policía, por sus frecuentes controles de identidad, a base de persecución, detención, encierro y deportación. Así no se puede construir una sociedad mejor para todos y todas.
Para luchar contra todas estas manifestaciones de xenofobia y racismo, y contra reformas legales como la del art. 318 bis del Código Penal que en borradores iniciales permitía castigar con penas de cárcel a quienes ayuden solidariamente a las personas extranjeras en situación irregular y a quienes les presten servicios remunerados, surgió la campaña “Salvemos la Hospitalidad”, con un manifiesto de una plataforma y con más de 60.000 firmas apoyándola. ¿Puede convertirse en un acto criminal acoger a las personas inmigrantes? Personas que han dejado a su familia, su país, su vida y encuentran aquí nada más que rechazo. Como decía Miguel Santiago en un programa de Canal Sur: “se le cierran puertas para el empleo, para la sanidad, cerramos puertas al abrazo, a la ayuda, a la compasión…”
Con las reformas y las crisis, se pretende ahogar a las personas inmigrantes, marginarlos totalmente. Se pretende blindar Europa, blindar España, y que sólo tengan cabida los que estén cualificados para un puesto de trabajo o tengan determinado nivel económico. Ese es el modelo de solidaridad y convivencia que tenemos en la vieja Europa. Por eso, parece razonable pedir al legislador que no demonice la Solidaridad y que sea él quien de nuevo salve la Hospitalidad de la criminalización, no considerando delitos comportamientos movidos por razones humanitarias y altruistas. El principio de humanidad no puede ser criminalizado. La asistencia humanitaria y la solidaridad no se pueden penalizar en ningún caso cuando son movidas por sentimientos de hospitalidad y no pueden quedar medias tintas en las leyes, hay que dejar muy claro negro sobre blanco que eso no se va a condenar en ningún caso.
El objetivo de la norma de la que hablamos es intimidar a la ciudadanía española o extranjera en situación regular para que nieguen toda forma de apoyo a las personas en situación irregular y éstas se queden sin ningún tipo de ayuda, es decir, en la calle, sin comida, ni vestido, ni dinero, para que mediante la presión de esta situación de precariedad absoluta, tengan que volver a su país.
Otro escenario de xenofobia y racismo que ha sido y sigue siendo una muestra flagrante de racismo institucional en nuestras ciudades, en el Estado español y en Europa, son los Centros de Internamiento de Extranjeros, lugares de sufrimiento humano de las personas cuyo único delito es haber salido de su país buscando una vida mejor. Llamados con razón “Cárceles Encubiertas”, siguen siendo (el de Málaga, después de años de lucha, se cerró el año pasado) motivo de denuncias. La plataforma que se formó para luchar por el cierre de todos los CIE sigue trabajando para que el Reglamento que se está elaborando para el funcionamiento de los Centros de Internamiento sirva para que realmente estos centros dejen de ser las cárceles encubiertas, y si al menos no se consigue el cierre de todos, que por lo menos puedan ser más humanos y dignos. Son miles de personas que permanecen detenidas sólo por no tener su situación administrativa regularizada. Ojalá, como dije en esta misma revista hablando del CIE de Málaga, salten ya los cerrojos de todos los Centros de Internamiento y se cierren para siempre.
Desgraciadamente, tanto desde Europa como en nuestro país, el tratamiento de la inmigración sólo se contempla desde el control de fronteras, y buscando la seguridad antes que la hospitalidad y la dignidad de la persona. Se les discrimina y criminaliza, cuando no se les trata claramente de delincuentes. Las redadas policiales son una muestra de esta criminalización. Especialmente a los subsaharianos, a los que se les acosa en sus pequeñas ventas. Y a veces usando a otras personas para que les denuncien. Una muestra de la solidaridad de nuestro país…
Recordemos que la Constitución europea define como valores que van a regir su aplicación, los de tolerancia y no discriminación. Pero, ¡qué lejos está de cumplirlos…! Europa se ha convertido en una Europa fortaleza ante el hecho definitivo e irreversible de la inmigración. Nos hemos atrincherado entre vallas y fronteras, y estamos viendo cómo va llenándose la lista de desaparecidos en el Estrecho… “¡No tengo miedo, sé que un día llegaré a España…!”, decía un joven camerunés, en el programa Los Reporteros de Canal Sur. Y como él, otros que llevan meses en los bosques y las cuevas cerca de la frontera, esperando el día en que puedan pasar.
Este es el escenario sobre la xenofobia institucional e internacional: Europa tiene miedo, España tiene miedo de que vengan, de que nos quiten los trabajos, que nos quiten la sanidad, y ellos lo único que quieren es vivir una vida mejor, dejando atrás su país, su familia, su vida. Y buscando el abrazo, la solidaridad, la compasión.